18. Traición

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Axel regresó a su casa bastante agitado; su corazón latía a mil por hora. El miedo y el pánico recorrían su cuerpo, sobre todo, el hecho de finalmente poder encontrarse con sus labios era lo que más inquietaba su corazón. Creyó que esto sería la fuente de felicidad más grande que iluminaría el resto de sus días, pero, por el contrario, estaba inundado por el miedo. ¿Cómo es posible que hubiera hecho ese acto tan insensato en un momento tan crucial? Se suponía que si lo amaba, debía hacer todo para ayudarlo, pero ahora solamente estaba siendo una molestia. Entendería si no correspondía a sus sentimientos, y este no estaría obligado a hacerlo. Aunque, a decir verdad, de ser así, no quería afrontar la realidad, ya que eso solo lo dañaría más.

Tarde o temprano debería afrontarlo, y la verdad es que esta vez no quería huir. Estaba cansado de no afrontar las cosas, sin embargo el miedo lo acechaba, convirtiéndose en un pavor que nunca había sentido en su vida. Tenía que tomar una decisión y, sobre todo, tenía que actuar. No obstante antes de darse cuenta, su madre lo estuvo llamando todo este tiempo hasta subir a su habitación y confrontarlo. Este se había quedado tan absorto en sus pensamientos que había ignorado totalmente el mundo a su alrededor. Su madre, bastante molesta, comenzó a gritarle.

—Axel, parece que estás sordo. Te he estado gritando desde hace rato y nada más no me contestas. ¿Qué te pasa? Tengo algo que decirte ahora y te das el lujo de ignorarme.

Axel, esta vez decidido a no dejarse reprimir por su madre, le contestó de una manera bastante enérgica.

—Estoy harto de que trates de minimizar mis problemas. Siempre eres tú primero, pero ¿sabes? Yo también tengo problemas y mis problemas también existen.

La madre de Axel, fastidiada por las palabras de su hijo, frunció el ceño y respiró hondo, tratando de contener su propia frustración. La luz del sol de la tarde entraba por la ventana de la habitación, iluminando las partículas de polvo que flotaban en el aire, creando un ambiente tenso y cargado. Axel notó cómo su madre apretaba los puños, su mirada fija y dura clavada en él.

—Para tu información, lo que te quería contar te involucra totalmente y, sobre todo, qué será de tu vida —dijo, su voz cortante como un cuchillo. Hizo una pausa, mirando por la ventana por un momento, como si buscara las palabras correctas para continuar—. Tu padre y yo hablamos hoy en la mañana y acordamos finalmente un divorcio.

Axel sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. Su madre continuó, con una sonrisa amarga que no alcanzaba sus ojos.

—Te sentirás contento de que esta vez no fue tu culpa. Al contrario, alargaste nuestro infierno, y por ti decidimos tratar de que esto funcionara por más tiempo.

El sonido de un coche pasando por la calle rompió el silencio por un instante, pero la tensión en la habitación era palpable. Axel podía oír su propio corazón latiendo con fuerza en sus oídos.

—Finalmente, puedes decir que eres libre, ya que pienso hacer todo lo posible por no quedarme con tu custodia —continuó su madre, su voz gélida—. Ahora es tu responsabilidad convencer a tu padre de que se quede contigo. Tienes este fin de semana para hacerlo, ya que el lunes se llevará a cabo el juicio.

Su madre dejó la habitación, cerrando la puerta con un golpe seco que resonó en el aire pesado. Axel se quedó solo, no solo en el lugar en el que estaba, sino también ahora, sin nadie. Recientemente había dejado a Gaby, sus amistades ya no eran cercanas a él por su aislamiento, sus padres ya no se sentían obligados a estar cerca de él y, lo peor de todo, alejó a Sam. Nunca se había sentido tan miserable en tanto tiempo.


Por otro lado, Sam, después de ese beso, no podía dejar de pensar en Axel. Se sentía tan idiota por no haberse dado cuenta antes, y lo peor de todo es que comenzó a culparse por no haber ido tras él, aunque a la vez, se culpaba preguntándose qué estaba mal con él; literalmente, Axel era la pareja de su mejor amiga. ¿Por qué la traicionaba de esa forma? Era un traidor. Creía que esto incentivaría a que su ruptura se diera más rápido. Él solo quería ayudar, pero ¿por qué se sentía así? Claro que la culpa lo invadía, pero sobre todo predominaba el sentimiento de anhelo.

Las cosas que despertó ese beso en Sam hicieron que abriera los ojos para realmente ver dentro de su corazón lo que este le pedía a gritos. Ese chico lo había acompañado estos meses. Era extraño, porque hasta ese momento se dio cuenta de que siempre trataba de encontrarlo. Era lo único que buscaba cuando ocurría cualquier acontecimiento importante en su vida y, sobre todo, quería protegerlo de todos los males que pasaban en su vida.

Mientras caminaba de regreso a su casa, se detuvo un momento en un parque cercano, observando cómo los niños jugaban y las parejas paseaban. Pensó en Gaby, su mejor amiga, y en cómo esto la afectaría; pero sobre todo, pensó en sí mismo. ¿Qué significaba esto para su relación? ¿Acaso estaba enamorado de Axel? Y si era así, ¿qué significaba eso para él?

La verdad era que nunca se había planteado su sexualidad de manera tan profunda. Siempre había asumido que le gustaban las chicas, pero ahora, con Axel, todo parecía diferente. Ese beso había despertado algo dentro de él, algo que no podía ignorar. Se dio cuenta de que no era solo una buena amistad; había algo más, algo que siempre había estado ahí, pero que nunca había querido ver. Axel había estado presente en cada uno de sus pensamientos, en cada uno de sus deseos más íntimos, y ahora era imposible negar lo que sentía.

El corazón de Sam latía con fuerza mientras aceptaba la verdad: le gustaba Axel. La presión moral que toda esta situación le generaba era abrumadora. Sabía que esto podría cambiar muchas cosas, una de ellas, su relación con Gaby, su posición en el equipo, su propia identidad. Pero también sabía que no podía seguir negando la realidad. Axel significaba mucho para él, más de lo que había querido admitir. Era hora de enfrentar la realidad.

Sin embargo, la realidad indicaba arriesgar toda su determinación por el equipo, su identidad, su amistad con su mejor amiga y, sobre todo, el hecho de ahora ser un traidor. Sentía la presión que toda esta situación le generaba. De verdad, no entendía por qué lo habían elegido a él para un cargo tan importante. Él no llegaba ni a la mitad de lo que se necesitaba para considerarse un líder decente, y si no había nadie más para elegir ese puesto, ¿por qué lo elegirían a él? Justo en ese momento, que tenía a casi la mitad del equipo en su contra, no era lo suficientemente fuerte. No sabía cómo lidiar con tal liderazgo, se sentía tan atrapado. Finalmente, comenzaba a entender el trabajo que estaba sobre los hombros de Carlos, e imaginar que estaría así por los próximos dos años.

Se arrepentía profundamente de haberlo deseado en el pasado. No quería ver las consecuencias de sus acciones. Últimamente sentía que todo lo que había hecho era la causa de que su mal karma lo persiguiera, pero ¿por qué este debería involucrar a otros? Ellos no eran culpables de las malas decisiones que él había tomado. Además, ¿qué clase de líder ponía sus convicciones por encima de los demás? ¿Y qué clase de amigo dejaba ir sus impulsos como si nada ante algo que destrozaría a la que se suponía siempre había sido su mejor amiga, la cual era más valiosa que cualquier hermano? Ni Judas había sido tan traicionero, era lo único que se podía decir a sí mismo en ese momento, cada vez más confundido por la culpa.

Amor a primer cuartoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora