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Terminé la noche de San Juan en mi cama, agotada física y mentalmente. Aquel encuentro con Jesús y Maje hizo que me replanteara muchas cosas de mi presente ¿Extrañaba a Mónica? Claro, pero no podía permitir que siguiera descolocándome. 

Me prometí que sería la última vez que revisaba sus redes, al menos mientras que el destino no volviera a jugarme malas pasadas. No hizo falta que buscara su usuario, estaba en la lista de búsquedas recientes hace algunos días. No había ninguna publicación nueva, ya había visto todo, pero tenía una historia disponible. Podía pecar de curiosa si la veía, pero me guié por la frase que venía acompañándome hace días "¿qué más puedo perder?".

Fue una mala idea, ya que no sólo reconocí aquella habitación de hotel que me confirmó que estaba en la isla que habíamos coronado como nuestra y ahora comparte con alguien más, si no que también se daría cuenta que estuve revisando su perfil.

Ya, Vanesa. Déjate de tonterías.

Bloqueé la pantalla y dejé el móvil en la mesita de noche. Además, ¿qué pretendía? No podía reaparecer en su vida como si nada. No podía seguir rogando amor y tampoco sabía si estaba lista para darle lo que merece. No podía solo hacer de cuenta que nunca existió la relación con Liliana, y por querer sostener algo insostenible, no volví a buscar lo que realmente quería. No podía hacer nada y sólo estaba comiéndome la cabeza con estupideces.

Amanecí fatal, inevitable después de la noche que había pasado. La resaca y la culpa no son muy buenas compañeras. Recibí un mensaje de mi madre en el cual me invitaba a almorzar con ellos, no lo dudé, debía despejar la mente. Viajar a Málaga supone desconectar buenos ratos de la vida real y olvidarme por algunas horas de todo lo que cargo conmigo. Apagué el móvil durante el almuerzo con mis padres y me dediqué de lleno a disfrutar de su compañía.

—¿Hasta cuándo te quedas? –preguntó mi madre mientras retiraba los platos de la mesa.

—No lo sé, el viernes tengo un evento en Madrid, pero no creo ir. Prefiero quedarme algunos días más aquí. –respondí fingiendo indiferencia.

La verdad es que no me sentaba tan mal estar en mi tierra. Hacía rato no venía y en Madrid no tenía mucho que hacer más allá de mi trabajo.

—¿Estás bien, Vane? –preguntó mirándome a los ojos y yo sólo asentí. —No se te nota.

—Bueno, ahora parece que todos saben cómo me siento. No pensé que fuera tan predecible.

—No sé quién te ha dicho algo, pero yo soy tu madre, lo sé todo. –dejó lo que estaba haciendo y se sentó a mi lado. —Cuéntamelo. Aprovecha ahora que estamos solas.

Sonreí al escucharla, sigue usando esa táctica infalible de toda la vida. Con la excusa de que mi padre o mis hermanos se levantaron de la mesa, aprovecha para sacarme información. Abrí mi corazón. Le conté todo lo que estaba sucediéndome, al final, no era mucho ni tan importante, contárselo a mi madre me hizo ver las cosas desde otra perspectiva y con claridad. Nunca había hablado tan abiertamente de Mónica con ella, y en cierto punto, creo que lo necesitaba.

—Ella también te quiere mucho, Vane.

—¿Cómo lo sabes?

—Me lo ha dicho. –no entendía y se lo hice saber con mi expresión. —Nunca hemos dejado de hablar.

—Ah, parece que fui la única que se alejó completamente. –no sabía como tomar aquello, me sorprendió, yo creía que Mónica había cortado todo tipo de relación con mi familia.

—Nos quisimos, y queremos, mucho. No podía dejar de saber sobre ella. Ya no hablamos tanto desde que... desde que empezaste con Lili, pensé que por respeto a ti y a tu nueva pareja no debía llamarla ni escribirle tan seguido como antes.

Sonreí por su comprensión. No iba a enojarme ni a reclamar nada, como le dije a Ana: quien terminó el vínculo con ella fui yo, no mis amigos ni mi familia. Pero empezaron a saltar las dudas, ¿debía seguir escarbando en el asunto?

—¿La has visto?

—Una sola vez. –alcé mis cejas invitándola a contarme. —Fue pura casualidad. Cuando viajamos con tu padre a Madrid por la presentación de Placeres y Pecados, uno de esos días salí a hacer compras y me crucé con ella, estaba paseando a Camarón. –sonreí con ternura al imaginarlos. —Estaba preciosa.

—Como siempre. –solté con una sonrisa nostálgica. Quizás no hacía falta seguir indagando más.

—Preguntó por ti ese día. –fruncí mi entrecejo—De todas las veces que hablamos por teléfono, nunca hablamos de ti. Pero ese día le conté el porqué de nuestra visita a Madrid y preguntó cómo estabas, que te conocía demasiado como para no saber que seguro estabas muerta de nervios.

Me perdí un poco en mis pensamientos y me fui a aquellos tiempos en los que estaba a mi lado antes de estrenar un nuevo disco. Siempre supo contenerme mejor que nadie. También recordé esa noche, cuando presentamos PyP en Madrid, pensé mucho en Mónica ese día y ahora resulta que ella también me pensó.

¿Cómo puede ser tan rebuscado el destino? Si dos personas se quieren, se piensan y se extrañan a la vez, ¿por qué no se juntan sus caminos?

Soy de las que creen, aunque suene cliché, que todo pasa por algo en el momento justo ¿Y si todas estas señales indican que tengo que trabajar por volver a juntar nuestros caminos?

—Mamá. –solté algo dubitativa. —¿Hace cuánto no hablas con Mónica?

—Algunas semanas. La última vez me dijo que tenía un viaje planeado y no estaría en el informati...

—No quiero ser curiosa, pero... –interrumpí.

—Lo eres. –me reí.

—De casualidad... ¿no te habrá dicho o sabes si está con alguien?

—No sé nada. Pero si tanto interés tienes, ¿por qué no le preguntas a ella?

Me sorprendió. Quizás son ideas mías, pero me daba la sensación de que todas las personas –Ana y mi madre– con las que he hablado del tema intentaran llevarme a la misma conclusión: si tienes dudas, háblalo; si la quieres, búscala.

Esa tarde regresé a casa con otro semblante. Ni yo sabía lo que quería, pero al menos había acomodado un poco mis pensamientos que tan mareada me tenían. Lo pensé y debatí conmigo misma: quería buscar a Mónica, quería decirle cuánto lo sentía, quería dejarle en claro que nunca dejé de amarla, pero no era el momento. Iba a dejarlo en manos del destino, pero entonces tomé la primera decisión que lo cambió todo: volver a Madrid para asistir al evento de Los 40 por el mes del orgullo.


🌷.

Yo volvería - VanicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora