Convencí a Carol de que no iba a tomar alcohol para poder llevar mi coche. Ella insistió en que pidamos un taxi, pero no quería sentir luego la presión de depender de alguien más. Si quería volverme a casa lo haría cuando quisiera a la hora que quisiera. Prometí que aguantaría hasta el final de la fiesta y la dejaría sana y salva en su casa.
Terminé de maquillarme frente al espejo y admito que estaba nerviosa. Hacía tiempo no me vestía para alguien, para ella en realidad. Sonreí como una tonta al recordar nuestras primeras citas y sonó en mi cabeza una frase que tantas veces escuché: "ya me vestí a consciencia para verte". Lo escribió y lo describió perfecto.
Nos montamos en mi coche y puse la dirección de la casa de Dulceida. Carol estaba algo pletórica, decía que hacía rato no salíamos de fiesta juntas y que no me iba a arrepentir de acompañarla. En cambio, yo estaba con la cabeza en otro lado, en Vanesa específicamente. Aún no había respondido a mis mensajes y no sabía qué decir cuando la tuviera en frente. Ni siquiera sabía si iba a estar ahí.
No tardamos mucho en aparcar, ya que había lugares reservados para los invitados. Llegamos a la fiesta y nos recibieron algunos amigos de Carol. Parecía un ambiente agradable, había mucha gente, y la mayoría conocida. No quería perder el tiempo, tampoco parecer desesperada, pero había ido con una misión además de divertirme.
Busqué a Vanesa con la vista desde mi sitio, entre la multitud y la oscuridad estaba difícil identificarla. De pronto, se abrió la puerta, de lo que supuse sería el baño, y vi a Ana salir de allí junto a otra persona que no llegué a descifrar. Lo dudé un momento y tomé la mano de Carol para que me acompañara. Me acerqué a ellas como pude, guiando y abriendo camino para que mi amiga siguiera mis pasos.
—Mónica, ¡qué sorpresa! –gritó Ana al verme de frente. Estiró los brazos y me apretó entre ellos. —Que ganas tenía de verte.
Correspondí a su abrazo e intercambiamos algunas palabras. Yo también tenía ganas de verla. Había sido una gran amiga y compañera en aquellos tiempos, y lamenté muchísimo deber alejarme de ella, ya que estar cerca de Ana supone estar cerca de Vanesa y no me hacía bien en ese momento.
Me presentó a la mujer que la acompañaba, su pareja, Ainhoa. No había llegado a conocerla, ellas comenzaron a salir luego de que Vanesa y yo lo dejáramos. No hizo falta que presentara a Carol, ya habían compartido rato esa misma tarde. De hecho, se las veía muy cómplices, fueron ellas quienes la convencieron de venir y de traerme con ella.
—Justo salíamos del baño. Vamos a buscar a las demás... ¿se unen a nosotras? –preguntó Ana, alzando sus cejas.
Sabía que no podía negarme. Ya me había cogido de la mano y no parecía querer soltarme en toda la noche. Estaba más nerviosa que cuando llegué. Ese "¿se unen a nosotras?" hacía referencia a Vanesa y a su grupo de amigas, y eso implicaba volver a verla.
—No pensaba que vendrías. –dijo acercándose a mi oído mientras caminábamos entre las personas.
—Yo tampoco. –respondí. —Carol me obligó. –reímos.
Aunque era un lugar pequeño, tardamos bastante en llegar a su sitio. Reconocí al grupo de amigas de Vanesa, que también era mi grupo cuando estábamos juntas, y saludé una a una. No esperaban verme, yo tampoco a ellas. Sentía una mezcla de emociones, volvía a verlas después de haber compartido juntas cinco años y haber desaparecido de sus vidas por otros tres. Enseguida me integraron en la ronda, y maldije no haberle hecho caso a Carolina. No podía beber, tenía que conducir esa noche.
Si bien estaba contenta y a gusto, me faltaba algo más ¿Dónde estaba ella? No quería preguntar directamente para no exponerme demasiado, pero habían pasado al menos veinte minutos y Vanesa no daba señales de que estuviera en la fiesta. Ni había visto mis mensajes ni estaba con sus amigas.