Vanesa
Pasé los siguientes días replanteándome hasta mi propia existencia. Me arrepentía y me sentía avergonzada al recordar aquella noche en mi casa. Mónica se había ido, y con su ausencia me dejó el mundo al revés. Quería recuperarla, pero sabía que no sería fácil.
Encontró el sujetador de otra mujer en mi sofá, claro que no será fácil. Me dije a mí misma.
Admiro su capacidad de, aún con celos, resolver con templanza y madurez. Me imagino en su lugar y no sé cómo hubiera reaccionado. Lo mínimo que podía hacer luego de esa incómoda situación era enviarle un mensaje. Sabía que probablemente no me respondería, pero quería dejarle en claro que iba a demostrarle mi verdadera intención, esta vez sin tonterías, como dijo luego de besarme por última vez.
Vanesa
Lo siento, Mónica. Sé que no vas a creerme ahora, pero me importa cuidar esto que estamos reconstruyendo. Sea lo que sea, no podría perderte otra vez. Necesito hablar contigo. Regresaré a Madrid en dos semanas, me gustaría volver a verte.Abrí mi corazón de par en par y, por primera vez en mucho tiempo, no me importó mostrarme vulnerable frente a alguien. No era demasiado lo que dejé escrito en el mensaje, de hecho sentía cosas que no podía plasmarlas en un chat, ni siquiera era capaz de formularlas en mi mente. Mónica estaba enloqueciéndome y quería seguir adelante con todo.
Después de haber sobrevivido a una semana cargada de trabajo en Madrid, el sábado finalmente viajé al sur porque al siguiente día tenía concierto. El público estuvo entregado a mis canciones y a mí me nacieron ganas de devolverles la fuerza. Vinieron mis amigas y gran parte de mi familia. Fue una noche increíble, está demás aclararlo.
Regresé esa misma madrugada a Málaga, a mi casa. Acordé junto a Ana que pasaríamos las siguientes semanas aquí, ya que teníamos planes con amigas y las próximas fechas de show eran en el sur. Aunque tenía algo pendiente: Mónica. No sabía nada de ella desde la última vez. No había respondido mi mensaje ni había estado activa en redes. Un poco comencé a preocuparme, pero no quería molestar. Si había desaparecido de mi vista es porque así lo quiso.
Entré a mi habitación con ganas de tirarme a la cama y descansar dos años seguidos. Estaba agotada física y mentalmente.
Y aún quedan varios conciertos para que acabe la gira... pensé
Tardé más de la cuenta en la ducha y al salir no hice más que meterme bajo las sábanas. Cogí mi móvil de la mesita de noche y encendí la lámpara, de repente me topé con algo que me hizo sonreír y sorprender en partes iguales. Reconocí su letra al instante.
"He usado tu ducha y me comí tus tostadas. Te debo un desayuno y algo más.
"Pídeme lo que tú quieras..."
Gracias por todo.
M."Mi cabeza viajó de inmediato a mi casa, nuestra casa en Madrid. Nos dejábamos notas cada vez que podíamos, aún cuando nos manteníamos comunicadas por mensajes de WhatsApp. Convivir con Mónica era divertido y fue una experiencia nueva para mí. Ella tan ordenada y detallista, y yo, que intentaba seguir sus pasos para no desequilibrar. No voy a negar que algunas –varias– veces fue motivo de peleas, pero propias de compartir el mismo piso.
Nunca llegué a convivir con parejas anteriores y, de repente, me encontraba compartiendo ducha, desayunos y colocando el cepillo de dientes en el mismo lugar que el suyo. Mónica fue la primera en quedarse durante tanto tiempo, la que me enseñó que no siempre se vive del caos. Desde su calma me incluyó en su mundo y lo hizo para siempre. Aunque ya no vivamos juntas, sigo conservando manías que me contagió.