Mónica—¿Es broma? –dije en voz alta.
—¿Qué ha pasado? –preguntó Carol curiosa acercándose a mi lado.
Estaba ya en mi cama cuando recibí los mensajes de Vanesa. No me podía creer que también vendría a Tarifa ¿Con lo grande que es España no podían haber elegido otro destino? No había nada particular con eso, es sólo que tomé estas vacaciones para despejar la mente y pasar tiempo con amigas. Sabía que si la tenía cerca iba a romper muy pronto mi propia promesa de darnos tiempo para pensar con claridad.
La casa que rentamos tenía tres habitaciones, me tocaba compartir con Carol y Laura. Las demás chicas eran amigas suyas del colegio y el pueblo. La casa en general era bastante espaciosa, esto daba lugar a que cada una hiciera lo que quisiera sin la necesidad de ser acompañada por todas. Lo agradecí, ya que no tenía la suficiente confianza aún.
—Es Vanesa –respondí —Que también estará aquí.
—¡¿Aquí?! –chilló —¿Aquí dónde?
—En Tarifa.
Sabía que no era buena idea, empezando por los gestos de Carol, intuía que iba a comenzar a molestarme. Lo que inició como una broma de su parte sobre lo mucho que extrañaba a Vanesa y lo poco que iba a permitir que no pasemos tiempo juntas durante estas vacaciones, se convirtió en Laura, Carolina y yo, cada una en sus respectivas camas, hablando en la oscuridad sobre lo que venía ocurriendo con respecto a mi vínculo. Hacían preguntas y yo respondía hasta donde mi pudor lo permitía.
—¿Han quedado? –preguntó Laura.
—Lo último que dijo fue que me avisaría al llegar.
—¿Quieres verla?
—No lo sé, chicas –solté sincera —Quizás lo mejor sea apagar el móvil hasta volver a Madrid.
De pronto, la lámpara de la cama de Carol se encendió y me permitió ver su rostro enfadado. Podía adivinar por a su semblante que lo que iba a decir no era nada bueno.
—Ni lo pienses. No tienes dieciséis años, Mónica. Hazte responsable de tus sentimientos.
—Todas sabemos que quieres verla... –agregó Laura.
Perfecto. Ahora mis dos mejores amigas congeniaban en mi contra. Quizás sí tenían razón, pero no iba a admitirlo frente a ellas aún ¿Quería ver a Vanesa? Sí. ¿Era el momento? No. Preferí ignorar sus sugerencias e irme a dormir.
Amanecí con varios mensajes de Vanesa avisando su llegada a Tarifa, intenté responder escuetamente a todo. Sentía que esa era mi manera de hacerle saber que todavía seguía enfadada con ella. También sabía que por más que lo intentara, no me salía demostrarle enojo y, probablemente, nunca me saldrá.
Los siguientes tres días no fueron más de lo mismo. Tardes en la playa, cenas en casa o algún restaurante cercano y mucho vino. Me divertí muchísimo a pesar de no conocer a la mayoría. Son mujeres cálidas y muy graciosas, lo supuse incluso antes de venir ya que son amigas de Carol.
Durante esos días intercambié varios mensajes con Vanesa, nada comprometedor y nada de propuestas. Sabía, por lo que me contaba, que estaba pasando unas vacaciones similares a las mías. No fue hasta el jueves, la noche previa al cumpleaños de Carolina, que mis amigas volvieron a tocar el tema.