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El evento de esta noche no era algo nuevo, estaba acostumbrada a asistir a fiestas y a premios de este estilo, pero esta vez era una causa muy diferente. Los 40 darían reconocimiento a aquellos medios de comunicación que dan visibilidad a la comunidad LGBT+. Por fortuna, fui parte de los invitados artistas que presentarían canciones con el mismo motivo. Esta noche cantaría He sido, ya que en España fue récord en visualizaciones y supo convertirse en un himno.

No voy a mentir, sentí un gran compromiso al recibir la invitación. Dar voz a causas sociales tan importantes y necesarias como la libertad de amar y ser amado por quien nos reclame la piel requiere mucha responsabilidad. Igualmente, confirmé mi asistencia unos días antes. No sé si culpar a la intuición o al escaso tiempo que tuve para ensayar, pero me encontraba algo nerviosa.

La elección del vestido fue toda una historia, había muchas opciones y nada me convencía, pero al final me decidí por uno negro de encaje y detalles en color dorado. Ni tan extravagante ni tan sencillo. Ideal para la ocasión. Además, aún no tenía decidido si iba a quedarme a la fiesta o solo hasta que bajara del escenario luego de cantar, así que también tenía un cambio de vestuario más informal por si acaso.

Bajé del coche acompañada de Ana y Sole, como de costumbre. Nada más subir las escaleras del recinto fui atacada a preguntas y fotos por parte de la prensa y las fans que esperaban por mí. Sonreí, agradecí, me tomé algunas fotos y seguí por la alfombra, que ya abría paso a la entrada. Pude visualizar a lo lejos a algunos compañeros del rubro, también a actores y actrices. Un ambiente muy variado, como lo imaginaba.

Pasé por el photocall del evento, donde me entrevistaron varios periodistas que ya conocía de otras ocasiones y me tomaron fotos del look. De repente, mientras participaba de un video para las redes de Los 40, visualicé entre la multitud a una mujer que llamó mi atención. No pude ver su cara porque pasaba gente a su al rededor, sólo me quedé enganchada a la espalda desnuda que dejaba ver aquel vestido rojo. De pronto, y lo agradecí, Ana me sacó del trance con la excusa de ir al sitio donde nos esperaban.

Me quedé con aquella imagen. Si no conocía a esa mujer, lo tenía que hacer. No iba a perder la oportunidad de buscar a la dueña del vestido rojo que tanto me atrapó.

Los organizadores del evento nos llevaron a nuestra mesa. Por sorpresa, compartí un pequeño momento con amigos, pequeño momento porque fui una de las primeras artistas en cantar. Entre comida, alguna copa de vino y premiados, me llamaron para prepararme para salir al escenario.

De camino a bambalinas me pareció ver, otra vez, a aquella mujer. No me inquieté en haberla perdido de vista fácilmente, ya que en minutos estaría frente a su cara y ahora sabía en que mesa estaba ubicada. Me sentí viva por un instante, hacía tiempo que no reconocía esa sensación. Estaba preparada para jugar, a lo que fuere, pero no me podía ir de allí sin saber al menos su nombre.

—¿Vanesa, estás lista?

Asentí. La voz de Sole me advirtió que era momento de salir al escenario. Subí las escaleras atrás de mis músicos, y nada más encontrarme con el público, mis ojos se dirigieron a ella.

¿Cómo podía ser tan estúpida? Claro que conocía esa espalda, ese cabello, esa mirada. Claro que llamó mi atención porque nunca dejó de hacerlo, porque aún tiene ese imán que me invita a querer estar a su lado lo que me quede de vida ¿Cómo no advertí que podría ser ella?

Cerré los ojos, junté fuerzas y comencé a cantar. Intenté evitar sus ojos durante la canción, pero fue imposible. En un momento cruzamos mirada y juro que quise salir corriendo. Sentía que me estaba quemando viva. Hacía tiempo que no veía a Mónica, ni entre el público ni en persona. Ella tampoco fingió apartar la vista en ningún momento, o al menos nunca rompió el contacto visual.

Los tres minutos de canción se volvieron dos segundos y más de una mirada con intención. Sentí que había hecho la presentación en modo automático, como si no hubiese abierto la boca en ningún momento. Y no, el aplauso de la gente me devolvió a lo que en verdad fui a hacer. Agradecí, dije algunas palabras que había preparado y bajé del escenario. No tenía más nada que hacer allí, el verdadero objetivo de la noche estaba abajo, entre la gente y vestía de rojo.

—Estuviste increíble.

Ana me recibió con un abrazo, como siempre. Y me dijo dos o tres cosas que dice cada vez que bajo del escenario. Sonreí como una tonta, por lo que decía y por lo que acababa de pasar. Sólo me sentí grande y sonreí.

—¿Y esa cara? –preguntó inocente. —¿Estás borracha?

Reí. No había tomado más que dos copas de vino pero capaz si estaba borracha, pero de amor, o de locura tal vez.

—Nos quedamos, Ana. –no entendió a lo que me estaba refiriendo. —Que si ustedes quieren irse, pueden hacerlo, yo me quedo a la fiesta.

Ana simplemente asintió, estaba acostumbrada a estos arranques de decisiones improvisadas. Caminamos juntas hasta una sala donde nos esperaba Sole con el cambio de ropa y antes de entrar le susurré:

—Y no estoy borracha.

—Estás loca. –me golpeó en el brazo haciéndome reír.

Me cambié rápidamente, no quería perder más tiempo. No sabía cómo actuar ni que decir, pero estaba compartiendo espacio y tiempo con la misma mujer que me roba el sueño hace muchas noches. Algo tenía que hacer.

—Guapísima.

—Gracias a ti, Sole.

Me repasé frente al espejo, fue totalmente acertado haber traído un segundo outfit. Había planeado algo más cómodo y menos informal: un body de encajes de color blanco y arriba uno de mis típicos trajes en el mismo color. Lo había elegido para una de las galas de Factor X y me encantó la combinación, no dudé en reutilizarlo.

Sole terminó de retocar mi maquillaje y volvimos al salón con los demás. Busqué con la mirada a Mónica, estaba ubicada en una de las mesas de adelante, a unos metros de la mía. Estaba pletórica, quería comerme el mundo y ni siquiera sabía si iba a poder acercarme a ella. Será que se me notaba en la cara, que al tomar asiento en nuestros respectivos lugares, Ana me lo hizo saber.

—Me da miedo esa cara. –rió y yo fingí no entender. —¿Qué planeas? Te conozco.

—Nada... Estoy contenta, la presentación salió como esperaba y a la gente le gus...

Inventé cualquier excusa y no pude terminar de hablar porque fui interrumpida por los presentadores del evento, quienes invitaban al escenario a recibir un premio a nada más y nada menos que a Mónica Carrillo.

—Nunca podrás mentirme. –me sentenció Ana con la mirada. —Ahora entiendo todo.

Solté una carcajada cómplice que solo duró un instante porque recibí un golpe bajo la mesa. No era momento de risas, y mucho menos de las mías.

Me concentré en la mujer que subía las escaleras y recibía el premio. Estaba bellísima, el vestido le quedaba de muerte y esa sonrisa... Cuánto extrañaba verla. No presté atención a la categoría ni porqué la premiaban, pero supuse —por lo que vi en sus redes— que sería por el podcast en el que está trabajando.

Habrán sido solo dos minutos en los que Mónica agradeció por el premio, mencionó a sus compañeros y soltó algunas palabras más. No quería que terminara, quería oírla más, quería por siempre escuchar su voz.



🌷.

feliz orgullo! 🏳️‍🌈

Yo volvería - VanicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora