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Me concentré en disfrutar la noche. Escogí un restaurante no muy lejos del hotel. Decidí caminar, ya que de regreso me recogería Vanesa, al menos eso habíamos acordado.

Me sentía extraña. No acostumbro a cenar sola fuera de casa, quizás deba trabajar la soledad, pero en parte sé que tiene que ver con la propuesta de después. Teníamos cosas que decir y temas por explicar, ambas lo sabíamos. Me parecía irreal que luego de tanto tiempo, de imaginar y proyectar, tengamos la conversación que necesitamos para continuar con nuestras vidas sin esa carga emocional.

Más allá de finalizar el título, el vínculo siguió vivo, al menos de mi parte. Mi amor por Vanesa nunca desvaneció. Pero sí me sentí dañada. Necesitaba respuestas a preguntas que ni yo sabía, y había llegado el momento.

Salí del restaurante luego de haber recibido un mensaje de su parte avisando su pronta llegada. Enseguida la vi. Aparcó su coche con las luces intermitentes y me hizo una seña para que subiera. Caminé hacia el lado del copiloto y abrí la puerta con un poco de vergüenza.

—Hola. –soltó tímida al verme subir.

Respondí de la misma manera. No sabía si acercarme a saludarla con dos besos o cómo seguir. Intuyo que Vanesa supo entender mi conflicto interno y fue ella quien se acercó primero. Me inundó su perfume, el de siempre.

—¿Qué tal todo? –pregunté para romper la tensión luego de aquel saludo.

Se siente extraño besar en la mejilla a quien probó tus labios infinitas veces.

—Bien... ¿y tú? –devolvió la pregunta mientras ponía en marcha el coche. —Buena elección, Carrillo, aquí hacen unas paellas increíbles. –hizo referencia al restaurante donde cené.

—Tendré que volver a probarla. –solté mientras me abrochaba el cinturón de seguridad. —¿Qué has cenado?

Al principio, los primeros minutos, no fue más que un ida y vuelta de temas de la cotidianeidad. Ella preguntaba y yo respondía, más o menos la dinámica de las últimas veces que hablamos. La música sonaba tenue en su coche y dimos vueltas por el mismo barrio, el suyo. No sabía muy bien cuándo sacar a luz la charla que nos debíamos, y tampoco quería estropear el momento. Hasta que fue Vanesa quien abrió la puerta.

—¿Tienes ganas de ir a algún sitio en especial o estaremos toda la noche aquí dentro?

—No lo sé, tú conoces mejor que yo la noche malagueña ¿Algún bar que hayas descubierto en este tiempo? –respondí sin segundas intenciones, pero Vanesa lo tomó por otro lugar.

—¿Por qué lo dices? –entrecerró sus ojos y aparcó el coche en una pequeña calle desierta.

—Que yo sepa eres de Málaga. La que conoce mejor la ciudad eres tú.  –solté entre risas con obviedad.

—Creí que lo decías por otra cosa. –alcé mis cejas invitándola a explicarme, no estaba entendiéndola. —Pensé que tú también habías caído en esa falsa noticia.

—Vanesa, no entiendo nada ¿De qué hablas?

—De Bruna.

Asentí. Había leído en redes que la relacionaban con una de sus amigas, la misma que la besó en la fiesta de Dulceida. Por mi salud mental y no seguir comiéndome la cabeza, luego de esa noche decidí no creer en lo que decían y confiar en las palabras de Vanesa. Además siempre la han relacionado con muchas personas y nunca atinaban.

—Creí que decías lo de "la noche" por eso. –siguió hablando.

—Mi comentario no iba por ahí. No lo dije con segundas intenciones. –aclaré. —Pensé que me conocías.

Yo volvería - VanicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora