Cap.09 Pt.01

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Toribio Torigolo, un hombre de mediana edad con una mirada endurecida y manos curtidas por el trabajo, había sido un maestro pizzero antes de que la gran guerra transformara el mundo para siempre. Junto a su esposa, Larami, logró sobrevivir a las devastaciones del conflicto, aunque a un costo desgarrador: la pérdida de sus hijos.
Después de la guerra, se establecieron en una pequeña comunidad de supervivientes liderada por Sara, una mujer muy atractiva e inteligente, cuyos conocimientos en botánica infundían esperanza en el grupo. Sara no solo construyó un purificador de agua para combatir la radiación, sino que también se convirtió en una amiga cercana para Toribio y Larami, iluminando sus vidas desoladas. La comunidad prosperó aún más cuando Sara conoció a Alexander Solaris, un gran líder y maestro del Aura que unificaba a los supervivientes. Juntos, trazaron planes para fundar la primera gran nación del nuevo mundo, llenando de alegría a todos. Sin embargo, durante su entrenamiento con el maestro Alexander la dicha de Toribio y Larami siempre estaba ensombrecida por la preocupación constante por los niños desamparados que vagaban por el yermo radiactivo, enfrentándose al hambre, al frío, a saqueadores y a criaturas mutadas.
Después de la catastrofre, solo quedó el diez por ciento de la población total. “¿Qué sería del nuevo mundo sin sus niños y niñas, futuros hombres y mujeres del mañana?”, se preguntaban a diario. En esos tiempos, un nacimiento era tan improbable como difícil, lo que hacía aún más crucial proteger a los pequeños supervivientes. La angustia y la necesidad de rescatarlos eran una carga ineludible para Toribio y Larami. Cada noche, las imágenes de niños hambrientos y temerosos, expuestos a los horrores del yermo, les impedían encontrar descanso. En sus pesadillas, revivían el día de la catástrofe y la pérdida de sus propios hijos, una y otra vez. La idea de que esos pequeños, vulnerables y solos, pudieran ser el futuro del nuevo mundo les llenaba de una desesperación profunda.
Incapaces de soportar más esta carga emocional, tomaron la valiente decisión de abandonar la seguridad de su comunidad para rescatar a esos niños. Su misión era clara: reunir un gran grupo y traerlos de vuelta a la comunidad, para luego repetirlo las veces que fuera necesario hasta sentir que estaban todos a salvo. Sabían que su misión era peligrosa, pero también que era imprescindible. Con determinación y valentía, emprendieron esta peligrosa misión en el yermo radiactivo, dispuestos a enfrentar cualquier amenaza para salvar a los más vulnerables y ofrecerles una oportunidad de vivir en un mundo reconstruido. Cada niño rescatado era una chispa de esperanza para el renacimiento de la humanidad.
La creación de un medio de transporte efectivo para los rescates se volvió una prioridad vital. Por ello, Toribio y Larami decidieron invertir todas sus pertenencias en transformar su vieja camioneta. Sara y Alexander, como muestra de gratitud y apoyo, se encargaron de los planos, mientras que Marcus, el mejor mecánico y herrero del grupo, se dedicó personalmente a la fabricación y ensamblaje del vehículo.
La reliquia de la pareja es una robusta y resistente Ford F-350, de color azul oscuro, que ha sido adaptada con ingenio y dedicación para cumplir con su noble misión de transportar a cientos de niños por el yermo radiactivo. Equipada con un potente multimotor V8, esta camioneta cuenta con tracción en las cuatro ruedas para enfrentar terrenos difíciles y condiciones adversas. Su chasis reforzado le otorga una gran capacidad de carga y resistencia, mientras que su suspensión mejorada proporciona estabilidad y confort en los largos viajes. Además, ha sido modificada con asientos adicionales y compartimentos de almacenamiento para maximizar su capacidad de transporte.
Para aumentar su eficiencia y autonomía, la camioneta está equipada con paneles solares en el techo, que alimentan un transformador de basura ubicado en la parte trasera del vehículo, junto a la torreta equipada con una poderosa ametralladora. Este transformador convierte los desechos orgánicos en combustible para el motor diésel, reduciendo así la dependencia del combustible fósil. Además, la camioneta cuenta con una gran plataforma anclada en la parte trasera, equipada con barandas para transportar hasta cien niños de manera segura. Esta plataforma inteligente está conectada a unos ventiladores gigantes que impulsan el vehículo a través de los cerros desérticos, proporcionando una fuerza adicional para superar los terrenos difíciles y garantizar la llegada segura de los niños a su destino.
Durante su primera incursión, Toribio y Larami se topan con Ahmed Brahim, un jovencito aspirante a saqueador al que perdonaron la vida y hacen su discípulo. Rápidamente, los tres se hacen conocidos y temidos entre los saqueadores del yermo, ganandose el apodo de los 'Mesha-Duat'. Toribio, corpulento y hábil guerrero entrenado directamente por Alexander, lidera la ofensiva, mientras que Larami, también entrenada en combate, apunta desde la torreta desmontable integrada en la pickup; y Ahmed el gran navegador dirige el rumbo.
Mientras tanto, Sara continúa su entrenamiento con Alexander, mientras Toribio y Larami junto a su joven discípulo surcan los desiertos eliminando bandas de saqueadores y rescatando niños y niñas. Con su determinación y habilidades, se han convertido en una luz de esperanza en un mundo devastado por la guerra y la desesperación...
Toribio manejaba con maestría, surcando los cerros desérticos a gran velocidad mientras tarareaba la música del radio integrado a todo volumen. La canción "Lección Aprendida, No Más Rockon" del famoso grupo Psychoverdose resonaba en el interior de la camioneta.
"Con los saqueadores en la ruta... de juerga y alboroto... RockOn en la cabeza, cerveza en los poros... Nos perdimos en el yermo sin pensar en el peligro..."
Toribio cantaba a todo pulmón, contagiando su entusiasmo al pequeño Ahmed, quien movía la cabeza al ritmo de la música mientras se mantenía concentrado en el mapa de papel y en el radar táctil del tablero de copiloto. Mientras tanto, Larami interrumpía el aire con sus poderosas ráfagas de la torreta, apuntando con precisión a las ruedas del buggy saqueador que huía desesperadamente, zigzagueando y dando grandes saltos por los cerros radiactivos.
La combinación de la música, la velocidad y la acción creaba una escena épica en medio del yermo, donde los 'Mesha-Duat' enfrentaban los peligros con determinación y habilidad.
Larami, con un gesto decidido, suelta la torreta de la camioneta y se aferra con firmeza y un solo brazo mientras se prepara para un impresionante salto. Con gracia y determinación, equilibra su cuerpo en el aire, manteniendo su mirada siempre fija en el buggy saqueador que se escapa por delante. Su cabello ondea al viento, y su sonrisa determinada resalta bajo el casco punky, con lentes infrarrojos integrados que sobresalen hacia adelante, destacando su presencia intimidante. Con un movimiento fluido de su brazo libre, Larami extrae un misil con facilidad y lo coloca con seguridad entre su hombro y su cabeza inclinada. Mientras continúa el baile, muestra una destreza impresionante al agacharse con ritmo roquero de corazón, sacando una bazooka desgastada pero aún letal. Con gracia y precisión, deja caer el misil y carga su arma con determinación. La bazooka está lista, apuntando con precisión al buggy saqueador mientras Larami entona las palabras:
"Sin saber, que el final sería tan triste y sin oro..."
Justo al terminar su frase favorita de la canción, Larami percuta el gatillo, y el misil corta el aire con su estela característica, impactando con precisión en la parte trasera del objetivo con un sonoro "kaboom". La explosión resuena en el yermo, marcando el fin de la persecución con un golpe contundente. Con una audacia sin igual, Toribio se lanza de la camioneta, ejecutando un salto arriesgado que desafía la gravedad. En un espectáculo de habilidad y gracia, realiza una voltereta de carnero en el aire, para finalmente aterrizar con elegancia sobre la arena ardiente. Con el mismo impulso, se pone de pie, desencadenando un grito de emoción mientras arranca la canción "Boogie del Yermo Radiactivo", que resuena desde los altavoces de la camioneta. Con cada compás, Toribio comienza a bailar, percutiendo en el aire una batería invisible, avanzando con pasos rítmicos hacia el buggy destrozado. Mientras Toribio realiza su despliegue acrobático, Ahmed toma el puesto de piloto con destreza, ejecutando un movimiento digno del mejor piloto de drift para estacionar la camioneta con estilo derrapador. En ese instante, Larami sale de la camioneta con su bazooka en mano, siguiendo los pasos de su esposo con estilo y coordinación. Se une al baile con gracia, tocando una guitarra invisible mientras avanza hacia los saqueadores moribundos. Su presencia es una combinación perfecta de energía y determinación, resplandeciendo en el desierto con su poderosa música. Mientras tanto, Ahmed simula tocar el saxofón con pasión en sus notas imaginarias, añadiendo un toque musical más a la escena vibrante que se desarrolla en el yermo.
Alegremente, la pareja se acerca a los saqueadores, quienes yacen en el suelo en un estado de pánico evidente, sumidos en un frenesí de RockOn, arrastrándose y suplicando por sus vidas. La música, siempre a todo volumen, resuena desde los potentes parlantes integrados en la camioneta. Al unísono y perfectamente sincronizados con la música, el matrimonio desecha con un gesto contundente las armas de tubo hechizas de los dos saqueadores aún con vida, quienes se arrastraban desesperadamente hacia ellas. Con una coreografía fluida, la pareja se une en un baile en dúo, moviéndose al compás del Boogie que resuena...
"'en el yermo radiactivo dónde el sol no quiere brillar...Elvis esta en el aire... Su guitarra empieza vibrar..."
De repente, Toribio interrumpe el baile con un gesto sutil: un chasquido de dedos apenas perceptible. Aunque los guantes de cuero no emiten sonido alguno, la señal es clara para Ahmed, quien rápidamente baja el volumen de la música a cero y descensiende de la camioneta. Con pasos decididos, se acerca hacia donde yacen los saqueadores.
"Observa bien a estos despreciables cerdos, Ahmed", gruñó Toribio con voz grave y evidente molestia. "Mira cómo se retuercen y suplican por sus vidas. ¿Tienes idea del daño que han causado estos malditos?" Su voz resonaba desde el interior de su transmisor, una imponente máscara de metal con un casco de motocicleta
retro reforzado e integrado a la máscara, con pequeñas puntas por toda su superficie que agregaban un toque aún más intimidante. A través de la máscara de metal reforzado, solo sus ojos castaños eran visibles, ahora ocultos tras las lentillas retro desplegables del casco. Su larga chaqueta de cuero, con hombros reforzados con placas de metal desgastadas y puntiagudas, ondeaba al compás de las ráfagas tóxicas, agregando un toque de ferocidad a su presencia. Larami apuntaba con precisión a los saqueadores, su bazooka lista para la acción. En la punta del proyectil, unas pegatinas en forma de dientes de tiburón adornaban el arma, reflejando la letalidad y la determinación de la pareja. Los saqueadores, desesperados y sin esperanza, intercambiaban miradas entre ellos, antes de volver a dirigir sus ojos suplicantes hacia los 'Mesha-Duat', implorando clemencia. Vestían chaquetas de cuero desgastadas y reforzadas con placas de metal oxidado, pantalones de mezclilla rasgados y cubiertos de polvo, y botas pesadas con púas metálicas. Cinturones, ya sin municiones ni cuchillos que colgaran de sus cinturas, mientras máscaras y gafas de protección cubrían sus rostros, preparados para las condiciones más extremas.
"¡Cállate, maldición!", rugió Toribio con ferocidad, su voz cortando el aire caliente del desierto. Se dirigió hacia uno de los saqueadores con un tono de autoridad inquebrantable. "Tú, levántate ahora mismo", ordenó, su mirada fija y penetrante. El saqueador, confundido y temeroso, no sabía si obedecer significaría enfrentar consecuencias aún peores que permanecer postrado en la abrasadora arena.
"Si logras vencer al niño, te dejaré ir", anunció Toribio con voz firme, su mirada clavada en el saqueador. "¿No te gustan tanto los niños?, engañarlos y abusar de ellos te causa placer ¿verdad?, maldito mal nacido?", agregó con un tono de desprecio latente, mostrando su repulsión hacia el saqueador.
"¡Tori!" exclamó Larami, su voz llena de preocupación al ver la situación. Sus ojos se posaron en el pequeño Ahmed, temiendo por su seguridad en medio de la confrontación. La postura que Toribio adoptó en respuesta fue definitoria y contundente. Luego giró su cabeza hacia Ahmed, comunicándole de manera clara y decidida que debía enfrentarse al saqueador sin misericordia. La tensión en el aire se sentía, cada movimiento y cada palabra llevaban consigo el peso de la decisión que se avecinaba. Para su corta edad, Ahmed destacaba por la fuerza de sus piernas. Su dura infancia entre los saqueadores desde su nacimiento le obligó a fortalecerlas. Los inmensos trayectos que cubrían estos nómadas, siempre haciendo de las suyas, exigían una gran resistencia física. Como aspirante, Ahmed tenía la ardua tarea de llevar el pesado equipo de los saqueadores oficiales, una carga que pocos niños de su edad podrían soportar. Fue en esas condiciones que Ahmed fue rescatado. Al principio, mostró rechazo a sus salvadores, quienes le perdonaron la vida y le ofrecieron una nueva oportunidad. Con el tiempo, aprendió a amar y admirar a Toribio y Larami como a sus propios padres. Ellos le renovaron las ideas y conocimientos, transformándolo en una nueva persona, llena de esperanza y propósito en medio del yermo radiactivo.
El saqueador, ansioso por levantarse, se deleitaba en la ingenuidad de sus adversarios al brindarle una mínima oportunidad. Para alguien de su calibre, neutralizar a un niño sería una tarea más que sencilla. Solo necesitaba planear su siguiente movimiento, aunque huir no parecía una opción viable, ya que sabía que aquella pistolera podía acertar un disparo a kilómetros de distancia. Mientras observaba las puntas de metal reforzado con calaveras brillando en las largas botas negras de Toribio, delineaba su plan. "Primero perforaré al crío de una estocada al rostro, luego me ocuparé del animal", reflexionaba. "Estos idiotas ni siquiera me han revisado. Utilizaré también mi granada en el momento oportuno. Sí, eso haré. Definitivamente podré lograrlo. Solo espero que Flax reaccione y ataque a la puta." Con la mente afilada y un plan, el saqueador aguardaba el instante perfecto para actuar, convencido de su inevitable éxito. Ahmed se quitó la chaqueta de mezclilla y la lanzó con fuerza, directamente al saqueador mientras corría decidido hacia él. Ese breve segundo de visión obstruida y el esfuerzo por apartar la chaqueta que venía directo a su rostro no le dieron tiempo al saqueador para reaccionar. Apenas logró palmetear la chaqueta hacia un costado y, cuando recuperó la vista, Ahmed ya había tomado su pierna derecha con ambas manos. Utilizando toda su fuerza, Ahmed derribó al saqueador con una técnica de lucha grecorromana, ejecutando un movimiento perfectamente calculado. El impacto del pequeño hombro de Ahmed fue suficiente para desestabilizar la cadera del hombre adulto, permitiéndole realizar el agarre de pierna impecablemente. El derribo que siguió fue igual de bien ejecutado, dejando a Ahmed en una posición de montura, cara a cara con el saqueador que se quejaba del dolor lumbar tras impactar contra una piedra en el suelo. Sin perder un solo segundo, Ahmed conectó un codazo potente y certero en el tabique del saqueador, rompiendole la nariz con un crujido nauseabundo. La sangre comenzó a fluir inmediatamente, cubriendo el rostro del saqueador. Sin darle tregua, Ahmed Lanzó una lluvia de puñetazos directos a su rostro, cada golpe más contundente que el anterior, hundiendo su rostro en una masa de carne y sangre. El aura rojiza de Ahmed comienza a brotar y a aumentar con cada golpe conectado. El primer codazo dejó al saqueador aturdido, y después de eso no pudo sacarse de encima al aferrado jovencito, que continuaba firmemente en guardia completa golpeándolo con toda su fuerza. Solo se detenía para cargar otro devastador codazo sobre el saqueador, rompiendole los pómulos y dejando su cara irreconocible. Con cada golpe, los gemidos y gritos del saqueador se apagaban, hasta que finalmente quedó inconsciente, recibiendo su brutal castigo, irónicamente, a manos de un niño.
El otro saqueador quedó paralizado al ver cómo el pequeño 'Mesha-Duat' había destrozado a su compañero con una facilidad aterradora. Su rostro mostraba un terror absoluto: ojos desorbitados e inyectados de sangre, lágrimas desbordándose, y una súplica desesperada en sus labios mientras se aferraba a los pies de Larami, quien lo apartaba con sus botas de cuero, idénticas a las de su marido.
Ahmed, recuperándose del frenesí de la pelea, dejó a su oponente tirado en el suelo. Sacó un paño de sus jeans de mezclilla ajustados y comenzó a limpiarse las manos, aún temblando por la adrenalina y cubiertas de sangre.
"¡Tú, pedazo de excremento, sube a la camioneta!" ordenó Toribio, dirigiéndose al saqueador restante. Larami, con su bazooka al hombro, le hizo un gesto de "muévete". El saqueador, temblando y llorando, se levantó rápidamente, agradecido y desesperado, sabiendo que su única opción era obedecer.
Ahmed escoltó al saqueador tranquilamente, con solo un par de empujones para que el resignado hombre avanzara hasta la camioneta. Mientras tanto, Larami aseguraba unas cadenas a los pies del otro saqueador que yacía en el suelo, su rostro desfigurado y cubierto de sangre. Toribio entró en la cabina del piloto y encendió el motor rugiente, listo para partir. Larami, con determinación, amarró la cadena a la plataforma trasera, dejando al saqueador listo para ser arrastrado por las llanuras desérticas.
Larami, con sus botas, dió un último tirón a la cadena para asegurarse de que estaba bien sujeta, y luego se montó en la torreta.
El motor rugió con fuerza y la camioneta comenzó a moverse, levantando una nube de polvo. El saqueador, atado de pies, fue arrastrado sin piedad, su cuerpo raspaba violentamente
contra el terreno áspero y rocoso, dejando un rastro de sangre en la arena. A medida que la camioneta aceleraba, el saqueador, rebotaba fuertemente y gritaba de dolor, su piel desgarrándose contra las piedras afiladas y el terreno hostil. Sus ropas se destrozaban, y cada impacto contra el suelo le arrancaba un grito de agonía. La sangre se mezclaba con el polvo, creando un rastro macabro que marcaba el final de sus días.

Agente ARGO    (Versión Original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora