Cap.01 Pt.05

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"Tus cosas, ¿están listas?" preguntó Canela entre bocados de desayuno, intentando no dejarse llevar por la tristeza. "¿Tu ropa y libros?" añadió, "En la mochila, todo listo, canelita," respondió Argo mientras daba los últimos bocados a su desayuno, notando la tristeza en el rostro de su hermana. Canela asintió con la mirada y añadió: "Si te aceptan, tendrás que vivir en la academia, eso es lo único que no me gusta." Luego, con un tono más firme pero cariñoso, continuó: "Pero es tu sueño, ¿verdad? Y prometí apoyarte siempre." "Seré fuerte y volveré para cuidarte a ti y a la nación," respondió Argo con convicción, asegurando su compromiso. "Y eso te incluye, 'pelado fenómeno'," añadió mirando a Alex con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente con un toque de humor. Con una sonrisa en su rostro, Alex respondió: "No dejes que nada se interponga en tus sueños, pequeño. Anda y demuestra de lo que estás hecho." Argo asintió con determinación, sintiendo el impulso renovado por las palabras de ánimo de su amigo. "Por cierto," agregó Alex en tono pícaro, levantando las cejas intermitentemente mientras hablaba, "¿qué harás con la cartita legendaria de Wasteland?" Estaba claramente intrigado por los planes de Argo con ese preciado objeto. Entre risas, Argo y Canela reaccionaron al constante interés de Alex en vender la carta. "Por supuesto que se va conmigo, es mi tesoro", declaró Argo con una sonrisa. "Además, cuando me gradúe, planeo comenzar mi propia colección. Según he leído, deben quedar al menos dos copias de cada carta, y sé que hay coleccionistas y subastas en Nueva Mercancía.
"Lo imaginé", respondió Alex con una resignación serena. Mientras saboreaba un sorbo de agua purificada, Canela interrumpió con una propuesta: "¿Salimos juntos, Argo?" Argo, con la mirada perdida en los números LED del viejo reloj chino de mano que le había regalado Alex en su último cumpleaños, respondió con determinación: "No, hermanita, partiré ahora mismo." La abrazó con firmeza, depositando un beso en su mejilla como promesa sellada. "No fallaré. Vendré cada año, canelita, ese día libre será solo para ti." Con lágrimas en los ojos, Canela apretó a su hermano, dejándolo ir gradualmente. Alex también se unia al abrazo familiar, ofreciendo su apoyo en silencio. "Adiós, familia. Por favor, cuídense mucho mientras vuelvo", dijo Argo mientras se liberaba de los abrazos. Tomó su mochila, una reliquia cubierta de chapitas de países del antiguo mundo, y emprendió el camino hacia la salida del apartamento. Mientras se alejaba, agregó con una sonrisa: "Cuando tenga una carta repetida te la regalaré, pelado fenómeno..", haciendo alusión a la calva de Alex y al parecido con el famoso goleador de la antigüedad que tanto le contaba en sus mil historias de fútbol. "Adiós, mi arguito", dice despidiéndose Canela, mientras le daba palmaditas en la espalda. "¡Dale, campeón!", añadió Alex simultáneamente, con un gesto de ánimo, despidiendo a su amigo con palabras de aliento. Argo sacó del bolsillo derecho de su pantalón de jeans gastado y lleno de roturas un pañuelo rojo que pertenecía a su hermana. Con determinación, lo amarró firmemente en su frente, simulando la pose de un karateca del antiguo mundo, y luego hizo una reverencia con gracia y solemnidad. Con decisión, dio media vuelta y se colocó frente a la puerta. Con movimientos fluidos, colocó la palma de su mano izquierda en el visor de identificación, y la puerta se abrió de inmediato, cediendo paso a su partida. Con el corazón latiendo con fuerza, Argo se lanzó corriendo por el pasillo, sintiendo la adrenalina recorriendo cada fibra de su ser. Con una energía desbordante, recorrió el pasillo hasta llegar a las escaleras al otro lado, bajando hábilmente los peldaños hasta llegar al primer piso. Con cada zancada, se acercaba más a la avenida Libertador, donde la academia, su futuro a pocas cuadras, lo esperaba con ansias. El viento agitaba su cabello mientras avanzaba, y la emoción lo impulsaba hacia adelante, dispuesto a enfrentar cualquier desafío que el destino tuviera reservado para él. Llegando al pórtico del edificio Argo ya sentía el familiar olor y bullicio de los transeúntes y la vida en la avenida más transitada de la Nación. Para él, que nació aquí, todo era natural. Amaba a su gente y su patria, y creía firmemente que volviéndose fuerte podría contribuir a devolver la fertilidad a la tierra. Anhelaba con fervor la oportunidad de presenciar en persona el antiguo mundo del que tanto le hablaban los mayores, y aspiraba a alcanzar poderes increíbles como su ídolo, el general Alexander Solaris de la Academia A.A.

Avanzando con determinación a través de la densa masa humana, Argo se abría paso con una determinación implacable entre el constante bullicio de la avenida. Los atronadores reclamos de los comerciantes ambulantes, las enérgicas voces de los altavoces difundiendo información crucial y los ofrecimientos de dudosa mercancía por parte de los curanderos, enturbiaban aún más su avance. En cada esquina, prostitutas ofrecen sus servicios y niños y jóvenes delincuentes acechaban, tratando de seducir a aquellos que se aventuraran a prestarles atención. Los estrechos pasajes circundantes rebosaban de improvisados locales comerciales, desde humildes puestos de médicos, carnicerías o reciclaje hasta decadentes bares donde abunda el "RockOn" la predilecta por los drogadictos locales, sombrías parroquias y oscuros rincones de apuestas. Entre el caos, se mezclaban tentadores aromas de comida rápida y la llamativa presencia de más vendedores ambulantes ofreciendo sus variados productos. En este vibrante laberinto urbano, incluso se podían vislumbrar carteles de neón anunciando servicios varios inclusive de detectives y cazarrecompensas, cada uno inmerso en su propia búsqueda en medio de la maraña de la vida citadina. Más adelante, unos muros inmensos e interminables se alzaban a la vista de Argo, recibiéndolo en la entrada del recinto. En ellos, cientos de estatuas con forma de gárgolas se posaban cada doscientos metros, intimidantes con sus ojos silenciosos y vigilantes, conectados directamente a la central de ARIA. La entrada norte, al igual que las demás entradas estratégicamente distribuidas en los puntos cardinales a lo largo del inmenso domo y sus alrededores, contaba con un gigantesco portón corredizo, una monstruosidad de metal ultra reforzado de diez metros de altura y cincuenta de ancho, que en esta oportunidad se encontraba abierto hasta la mitad. Desde esa posición, Argo se maravillaba con el majestuoso domo que asomaba su punta muy a lo lejos, coronado por interminables antenas y satélites que llegaban hasta las nubes, mientras bandadas de pájaros revoloteaban alrededor de ellos. Era una maravilla moderna, el más grande de todos los domos del nuevo mundo, y albergaba la prestigiosa Academia A.A. de Aeris Astra. A la entrada, una fila deslumbrante de niños y niñas recibía a Argo. Miles de ellos, todos emocionados y expectantes, eran dirigidos y divididos en grandes grupos hacia los andenes, donde con sus inmensas compuertas transparentes abiertas esperaban a los bulliciosos estudiantes. El olor a vapor y aceite predominaba en el ambiente, acompañado por el ruido del aire a presión de los frenos de los rieles, probados antes de cada salida de los hermosos teleféricos que los llevarían directamente a la academia.

Agente ARGO    (Versión Original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora