Cap.09 Pt.04

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Valentín llevaba ahora la máscara que perteneciera a Toribio, sin comprender del todo la enorme responsabilidad que recaía sobre sus hombros. Mientras tanto, Toribio se había expuesto repetidamente a la creciente radiación en sus constantes idas y vueltas entre los hangares, permitiendo que la enfermedad se propagara lentamente por su cuerpo. Era dolorosamente consciente de que la radiación acabaría con su vida, pero su determinación lo mantenía en pie. Conocía el yermo y las tormentas como nadie, y sabía que no había esperanza de mejora en el horizonte.
Los días se convirtieron en semanas, y la tormenta se intensificaba, amenazando con destruir los hangares con sus violentos vientos. Los niños, a quienes había prometido proteger, probablemente compartieran el mismo destino que su rey, el cual se tornaba cada vez más sombrío. Las semanas pasaban sin noticias de Larami y Ahmed. La incertidumbre y el temor se apoderaban de Toribio, pero no dejaba que esos sentimientos se reflejaran en su semblante. Los Shetou Kai tampoco daban señales de vida, dejando al grupo en un limbo desesperante.
Cada noche, Toribio miraba el horizonte, esperando ver las luces del 'al-Rahman' o escuchar el motor rugiente que anunciara el regreso de sus seres queridos. Pero el cielo permanecía oscuro y amenazante, sin ofrecer consuelo alguno. Sin embargo, en medio de la desolación, Toribio seguía luchando, guiado por su inquebrantable amor y responsabilidad hacia los niños. Su corazón latía con una mezcla de esperanza y rabia, decidido a hacer que los Shetou Kai pagaran por su crueldad.
"Resistiremos," se decía a sí mismo cada noche, mientras los violentos vientos golpeaban los muros de los hangares. "No dejaré que este sea nuestro fin." Y así, en la vastedad del yermo, bajo un cielo cargado de tormentas radiactivas, Toribio se mantuvo firme, un pilar de esperanza para los niños que lo consideraban su rey y protector.
Las estructuras no resistirían los vientos mucho más tiempo. A través de las grietas y hendiduras, se filtraba un aire enrarecido, lo justo para debilitar poco a poco las defensas inmunológicas de los niños ya frágiles. Los suministros de comida y agua eran cada vez más escasos, y la desesperación empezaba a reflejarse en sus rostros. Sus expresiones, antes llenas de esperanza y determinación, se oscurecian lentamente.
Las mentes de muchos comenzaban a divagar, y con cada día que pasaba, el contagio de desesperanza se extendía, alcanzando incluso a su rey. Toribio, su protector, sentía el peso de la enfermedad y la radiación, no solo en su cuerpo sino también en su espíritu. Sin embargo, se mantenía firme, ocultando su propio sufrimiento para ofrecerles el consuelo que tanto necesitaban.
En el oscuro refugio de los hangares, rodeados por un mundo hostil y una tormenta implacable, Toribio y los niños seguían adelante, aferrándose a la esperanza y la resiliencia que los había mantenido unidos hasta ese momento.
Al cabo de un mes, Toribio escuchó un rugido y las bocinas del 'Al-Rahman' fuera del portón. Aunque podría haber sido una alucinación, el sonido lo llenó de esperanza. "¡Mi reina!" exclamó, levantándose del suelo, eufórico pero visiblemente debilitado. "No se preocupen, niños, sigan durmiendo. No se levanten. Yo... iré... a abrir...", dijo con mucho esfuerzo y dolor de garganta, mientras se tocaba la mandíbula, que ya no sentía.
Casi arrastrándose, Toribio llegó a la entrada y, con gran dificultad, comenzó a abrir los candados. La motivación de ver a su mujer, de poder sentirla cerca y percibir su aroma, le dio la fuerza necesaria para abrir el pesado portón. Con cada esfuerzo, escupía sangre, pero su determinación era más fuerte que el dolor.
Finalmente, con un último empujón y un gemido de agonía, Toribio consiguió abrirlo. Su cuerpo tambaleaba al borde del colapso, pero su espíritu indomable brillaba con la esperanza de un nuevo amanecer.

Larami descendió del 'Al-Rahman' desesperada, clamando: "¡Discúlpame, amor!" Se arrojó jubilosa a los brazos de su esposo. Al ver el desolador estado de Toribio, Larami rompió en llanto, incapaz de asimilar tan trágico momento.

"La tormenta nos impide avanzar, amor... es imposible adentrarse... la visión es nula... los radares son inútiles... nada sirve, ¡maldición!" sollozó Larami.

Agente ARGO    (Versión Original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora