• III

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Fernanda llegó a su casa, cansada pero satisfecha por su primer día de trabajo.
Al abrir la puerta, se sorprendió al ver a su hermana, esperándola sentada en el sofa con una sonrisa. 

"Clau, ¿por qué no me dijiste que vendrías? Pensaba llamarte," dijo Fernanda, dejando su bolso un silla cercana y acercándose a su hermana.

"Vine a prepararte algo para que comas. Debes estar muy cansada como para ponerte a cocinar," respondió Claudia, levantándose para abrazarla.

"Le atinaste," correspondió al abrazo de su hermana con cariño. "Gracias."

Se dirigieron a la cocina, donde Claudia había preparado una cena deliciosa. Fernanda se sirvió una porción generosa y se sentó en la mesa, lista para contarle a su hermana todo sobre su día.

"Cuéntame, ¿cómo fue?," preguntó Claudia, sirviéndose también un plato.

"Bien. La gente muy amable, la empresa muy cómoda a pesar de lo enorme que es. Mi día se basó en acompañar a Mayte a una reunión y ayudarla con algunas cosas."

Claudia la escuchaba con atención, curiosa por saber más. "¿Y cómo es Mayte?," preguntó.

"Tal cual como me la describiste," respondió Fernanda.

"¿Y te sientes cómoda trabajando con ella?," preguntó Claudia, preocupada por su hermana.

"Sí, me sentí tan cómoda como nunca me había sentido. Al principio estaba un poco nerviosa, como normalmente pasa, pero ella fue muy profesional y algo comprensiva."

"Ay, hermanita... estás hablando cómo si fueras tu primera vez en esto, lo cual no es así."

Fernanda suspiró y respondió: "Es una mujer tan intimidante que me hizo sentir así..."

Por otro lado, Mayte llegó a su casa y se dirigió directamente a la cocina. Su empleada, Mica, la recibió con una sonrisa y un beso en la cabeza.

"Buenas noches, señora Mayte. Ya le tengo preparada la cena," dijo Mica, señalando la mesa.

"Gracias, Mica", respondió Mayte mientras se sentaba a la mesa y comenzaba a comer.

Después de terminar de cenar, Mayte subió las escaleras hacia su habitación. Se dio una ducha relajante, se aplicó sus cremas nocturnas y se puso su pijama. El cansancio del día la alcanzó rápidamente y se acostó, dejando que el sueño la envolviera.

A la mañana siguiente, Mayte llegó puntual como siempre a la empresa. Llevaba un elegante traje de pantalón negro, una blusa de seda blanca y un saco negro. Completaba su atuendo con unos tacones negros y sus lentes de sol. Al entrar, se encontró con Fernanda ya instalada en su escritorio, trabajando diligentemente. Mayte agradeció internamente la puntualidad y la dedicación de su asistente.

"Buenos días, Fernanda," dijo Mayte con una leve sonrisa, asintiendo con la cabeza para que la siguiera a su oficina.

"Buenos días, Mayte," respondió Fernanda, poniéndose de pie y siguiéndola.

Una vez dentro de la oficina, Mayte colgó cuidadosamente su bolso en un perchero y cambió sus lentes de sol por sus lentes de ver.

"¿Qué tenemos para hoy, Fernanda?," preguntó Mayte mientras se acomodaba en su silla.

"Hoy tenemos varias reuniones programadas. La primera es con el equipo de marketing a las nueve, seguida de una conferencia telefónica con los socios en el extranjero a las once. Después del almuerzo, hay una revisión de los proyectos actuales con el equipo de desarrollo y, finalmente, una reunión con el departamento financiero para revisar los informes pendientes," enumeró Fernanda, consultando su agenda.

Mayte sonrió a sutilmente, sorprendida por la eficiencia de Fernanda.

"Perfecto. Asegúrate de que todo esté listo para la conferencia telefónica, y por favor, prepárame un resumen de los puntos claves que necesitamos discutir con los socios en el extranjero," dijo Mayte.

"Enseguida," respondió Fernanda, tomando nota de las instrucciones.

Fernanda salió de la oficina, dejando a Mayte con la sensación de que había encontrado a alguien en quien podía confiar plenamente.

El tiempo pasó rápidamente y llegó la hora del almuerzo. Mayte estaba concentrada en unos documentos cuando oyó un golpe suave en la puerta. Levantó la vista y vio a Isabel entrando con una sonrisa.

"Hola, chiqui," saludó Isabel, sentándose frente a su hermana. "Vengo por ti para ir a almorzar. Charly nos está esperando en el restaurante."

"Tengo mucho trabajo que hacer, Isa. No creo que pueda," respondió Mayte, frunciendo el ceño.

"Para eso tienes una asistente, para que te ayude. No te hagas de rogar y vamos," dijo Isabel.

Mayte suspiró y terminó aceptando. "Está bien, déjame organizar mis cosas."

Cuando Mayte e Isabel salieron de la oficina y se dirigieron al ascensor, se encontraron con Fernanda, quien también estaba saliendo a almorzar.

"¡Fernanda! ¿Vas a almorzar?," preguntó Isabel, saludándola con amabilidad.

"Sí, señora Isabel," respondió Fernanda, sonriendo.

"No me digas señora, tenemos casi la misma edad y suena raro," hizo una mueca. "Ven con nosotras a almorzar, no aceptó un no como respuesta," dijo Isabel, invitándola con entusiasmo.

Mayte la miró seria, claramente incómoda con la idea. Fernanda aceptó con una sonrisa tímida.

Las tres salieron juntas y se subieron a la camioneta de Isabel. Durante el trayecto, Isabel le sacaba plática a Fernanda, mientras Mayte permanecía en silencio, observando la interacción un poco incómoda.

Llegaron al restaurante, un lugar elegante y acogedor con una decoración moderna. El esposo de Isabel, Carlos o como su esposa le decía, Charly, ya las esperaba en una mesa apartada. Se levantó al verlas y saludó con una amplia sonrisa.

"Hola, mi amor," dijo Isabel, dándole un beso en los labios y luego, limpiándolos para quitar los restos de su labial.

Carlos sonrió viendo a su esposa y luego se acercó a su cuñada, saludándola con un abrazo y un beso en la mejilla.

"Es bueno verte, cuñado. Mira, te presento a Fernanda, es mi nueva asistente," habló Mayte.

"Encantado de conocerte, Fernanda," dijo extendiendo su mano hacia ella.

"Igualmente," respondió Fernanda, estrechando su mano.

Se sentaron en la mesa, con Mayte y Fernanda frente a frente e Isabel y Carlos en los extremos. Mayte, aunque intentaba mantenerse tranquila, se sentía algo inquieta.

Isabel, notando el ambiente tenso, decidió romper el hielo. "Fer... ¿te puedo decir así?," preguntó Isabel, a lo que Fernanda asintió. "Cuéntanos un poco sobre ti. ¿Eres casada?".

Mayte volteó a ver seriamente a su hermana, por la pregunta tan directa, aunque en el fondo sentía curiosidad por saber la respuesta.

Fernanda también se sorprendió por la repentina pregunta, pero decidió responder con normalidad. "No, llevo un año soltera."

"Aprovecha tu soltería, querida. En cualquier momento llega alguien a robarse tu corazón y te enamorarás como pendeja," dijo Isabel, mirando a su esposo con una sonrisa.

Fernanda río suavemente. Las preguntas continuaron con frecuencia y Fernanda poco a poco se iba sintiendo cómoda, a excepción de Mayte.

"Isabel, por favor, no atosigues a Fernanda con tantas preguntas. La vas a volver loca y no quiero a quedarme sin asistente otra vez," dijo con un tono suave pero firme.

"Está bien, María Teresa, no pregunto más," dijo Isabel, rindiéndose, por ahora...

La comida transcurrió de manera más relajada después de eso. Carlos e Isabel continuaron charlando sobre temas variados. La tensión se disipó por completo, a pesar de que Mayte y Fernanda decidieron permanecer en silencio.

Cuando terminaron de comer, Carlos se despidió de las tres mujeres, para regresar a su trabajo y ellas hacer lo mismo. El resto del día transcurrió con fluidez y calma para Mayte. Tener a una persona a su lado que la ayudara le quitaba peso de encima.

ENTRA EN MI VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora