• IV

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Fernanda se encontraba sentada en su escritorio, repasando por última vez el informe que Mayte le había pedido. A lo lejos escuchó unos murmullos y levantó su rostro para encontrarse con la presencia de su jefa. Fernanda notó de inmediato la expresión amarga en el rostro de Mayte. 

Mayte entró a su oficina con pasos firmes y, al pasar junto a Fernanda, no le ofreció su cordial saludo. Fernanda, intrigada, vio a Mayte servirse una copa de vino, algo poco común a esa hora del día. Se preguntaba qué le había ocurrido a su jefa para estar tan alterada.

Un rato después, Mayte llamó a Fernanda a su oficina. Fernanda entró, manteniendo una actitud profesional, aunque percibía la tensión en el ambiente.

"Fernanda, ¿puedes mostrarme el informe que te pedí que prepararas?," dijo Mayte, sin levantar la vista de su escritorio.

Fernanda le entregó el documento que había estado revisando minuciosamente. Mayte lo tomó y comenzó a leerlo, pero rápidamente su rostro se torció en una mueca de descontento.

"¿Qué es esto?," preguntó Mayte, levantando la vista y lanzando el informe sobre el escritorio. "Esto no está bien, Fernanda. No es lo que te pedí."

Fernanda, sintiéndose un poco herida pero manteniendo su compostura, respondió con calma.

"Mayte, yo seguí todas tus indicaciones y he revisado el informe varias veces. Estoy segura de que cumple con los requisitos que me diste. Esto está bien."

Mayte, visiblemente frustrada, se levantó de su asiento y la fulminó con la mirada.

"No, no lo está. Vuelve a tu escritorio y hazlo de nuevo, esta vez procura que quede bien," dijo con un tono cortante.

Fernanda sintió un nudo en la garganta, pero decidió no quedarse callada. Le molestaba que dudaran de su trabajo.

"No sé qué te sucede, pero no es justo que descargues tu frustración conmigo," dijo seriamente.

Mayte la miró, probablemente ahora más molesta que antes. "Lárgate. No quiero ver a nadie."

Fernanda salió de la oficina, sintiéndose dolida y ligeramente nerviosa. Pensó que haberle respondido así a Mayte podía afectarle en su trabajo y eso la preocupó. Pasaron unos minutos y Mayte volvió a llamar a Fernanda. Cuando Fernanda entró, la encontró de pie frente a la ventana, con la copa de vino en la mano.

"Siéntate, por favor," dijo Mayte, con un tono más suave.

Fernanda se sentó y observó a Mayte, quien ahora parecía más vulnerable.

"Quiero disculparme por mi actitud hace un rato. Tienes razón, no puedo descargar mi frustración contigo. Lo siento," dijo Mayte, sentándose frente a Fernanda y dejando la copa en el escritorio.

Fernanda aceptó las disculpas con una sonrisa comprensiva. "No te preocupes, yo entiendo. Todos tenemos días difíciles."

Justo en ese momento, la puerta de la oficina se abrió y entró el esposo de Mayte. Ella lo miró con frialdad y se levantó, cruzando los brazos.

"¿Qué haces aquí?," preguntó Mayte, con evidente disgusto.

"¿Qué es esa manera de recibirme?," dijo él, mirando a Fernanda y acercándose a ella, extendiendo su mano. "Mucho gusto, soy Gerardo."

"Soy Fernanda, la asiente de Mayte," respondió, estrechando su mano.

Gerardo asintió y se acercó a Mayte, la tomó fuertemente de la cintura y le dio un beso en la mejilla, gesto que a Mayte le desagradó profundamente, y Fernanda, incómoda, desvió la mirada.

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