• XIX

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Después del desayuno, Mayte y Fernanda se prepararon para ir al apartamento de Fernanda y recoger sus maletas para el viaje. Isabel y Alejandra insistieron en acompañarlas, queriendo asegurarse de que Fernanda estuviera bien. Llegaron al apartamento, y mientras Fernanda recogía sus cosas, Mayte no dejó de observarla con preocupación.

"¿Estás segura de que quieres hacer este viaje?", preguntó Mayte por enésima vez, abrazándola por detrás.

"Sí, May. Lo mejor para mí en este momento es estar contigo y distraerme trabajando", respondió Fernanda con una pequeña sonrisa.

El ambiente en el apartamento era tenso, con las sombras de los recuerdos recientes aún flotando en el aire. Isabel y Alejandra, en un intento de aliviar la tensión, se ofrecieron a ayudar con el equipaje. Isabel se acercó a Fernanda y le dio un suave apretón en el brazo, ofreciéndole una sonrisa de apoyo.

"Estamos aquí para ti, Fer. Lo sabes, ¿verdad?", dijo Isabel.

"Sí, Isa, lo sé. Gracias" respondió Fernanda, abrazándola suavemente.

Después de recoger todo lo necesario, se dirigieron al aeropuerto. En el camino, el auto estaba en silencio, interrumpido solo por el suave murmullo de la radio y el ruido del tráfico. Mayte seguía sosteniendo la mano de Fernanda, ofreciéndole consuelo con su presencia.

El avión despegó, y mientras ascendían hacia el cielo, Mayte tomó la mano de Fernanda, entrelazando sus dedos. El vuelo transcurrió en relativa calma. Fernanda apoyó su cabeza en el hombro de Mayte, agradecida por tenerla a su lado.

"Te amo, Mayte", susurró Fernanda, apenas audible sobre el ruido de los motores.

"Yo también te amo, Fer", respondió Mayte, besándole la cabeza.

Después de aterrizar en su destino, caminaron juntas hacia el taxi que las llevaría a su hotel. El trayecto fue silencioso, pero no incómodo. Era un silencio lleno de entendimiento mutuo, un silencio que decía más que mil palabras. A través de las ventanas del taxi, observaron la ciudad que se desplegaba ante ellas, con sus luces brillantes y su energía vibrante.

El hotel era impresionante, un edificio moderno que reflejaba la ciudad a su alrededor. Al entrar, fueron recibidas por un personal atento que las acompañó al mostrador de registro. Mayte realizó el check-in, intercambiando sonrisas y palabras corteses con el recepcionista. Fernanda, por su parte, observaba con interés el lujoso vestíbulo, donde enormes candelabros colgaban del techo.

"Aquí tienen sus llaves, señoras. Disfruten su estadía", dijo el recepcionista, entregando las llaves a Mayte.

"Gracias", respondió Mayte, tomando las llaves y guiando a Fernanda hacia el ascensor.

Cuando llegaron a su piso, caminaron por un pasillo elegantemente decorado hasta su suite. Mayte abrió la puerta y la sostuvo para que Fernanda entrara primero. La suite era un sueño: una espaciosa habitación con una cama king size, un área de estar con sofás cómodos, y ventanas del piso al techo que ofrecían una gran vista de la ciudad.

"Es perfecto, Mayte", dijo Fernanda, sonriendo ligeramente mientras dejaba caer su bolso en una silla cercana.

"Me alegra que te guste, Fer", respondió Mayte, tomando su mano y guiándola hacia la cama.

Se tumbaron juntas, disfrutando del silencio y la tranquilidad. Ambas cerraron los ojos por un momento, permitiéndose relajarse completamente. El tiempo pasó lentamente, y Mayte sintió que era el momento de revelar su sorpresa.

"Fer, ve a reglarte, mi amor. Vamos a salir esta noche a un lugar especial", dijo Mayte suavemente, acariciándole el cabello.

"¿Salir? Pero dijiste que este viaje era para trabajar", protestó suavemente, aunque una chispa de interés brillaba en sus ojos.

Mayte suspiró, se acercó más y le tomó las manos con una sonrisa tierna. Se inclinó y le dio un corto beso en los labios.

"Tengo que decirte la verdad, Fer. Este viaje no es por trabajo. Lo planeé para que pasemos unos días lejos. Esta noche tengo una sorpresa para ti".

Fernanda la miró con una amplia sonrisa, sus ojos brillando con emoción y ternura.

"Eres la mejor, Mayte Lascurain. Gracias por ser tan linda conmigo", respondió, su voz llena de amor.

Ambas se levantaron y comenzaron a arreglarse. Mayte eligió un vestido elegante pero cómodo, mientras que Fernanda optó por un conjunto casual pero chic. Fernanda se tomó su tiempo frente al espejo, aplicando un toque de maquillaje que resaltaba sus rasgos y haciendo pequeños ajustes a su atuendo.

"¿Estás lista?", preguntó Mayte, admirando la belleza de su novia.

"Sí, vamos", respondió Fernanda, su voz cargada de emoción.

Cuando estuvieron listas, Mayte tomó la mano de Fernanda y la guió con los ojos cerrados a través del hotel. El suspense hizo que Fernanda se sintiera emocionada y nerviosa a la vez. Al llegar a la sorpresa, Mayte se detuvo y se posicionó detrás de Fernanda, tapándole los ojos con sus manos.

Mayte contó hasta tres y retiró sus manos de los ojos de Fernanda, y esta abrió los ojos para encontrarse con una escena hermosa: una mesa elegantemente decorada con velas, flores y una botella de vino, todo dispuesto de manera romántica y perfecta.

"¡Mayte!", exclamó Fernanda, sus ojos llenándose de lágrimas de felicidad. Se giró y tomó el rostro de Mayte entre sus manos, besándola profundamente. "Esto es maravilloso. Me encanta".

"Me alegra que te haya gustado, mi amor", respondió Mayte, sonriendo ampliamente.

Se sentaron en la mesa, y Mayte sirvió dos copas de vino. Levantaron sus copas para un brindis, sus miradas fijas en los ojos de la otra.

"Por nosotras, Fer", dijo Mayte, susurrando las palabras.

"Por nosotras", respondió Fernanda, chocando suavemente su copa contra la de Mayte.

Bebieron el vino lentamente, disfrutando del sabor y la compañía. La conversación fluyó naturalmente, llenando el aire de risas y susurros cariñosos.

"Eres lo mejor que me ha pasado, Mayte Lascurain. Ya no puedo imaginar mi vida sin ti", dijo Fernanda en un momento, sus ojos brillando con sinceridad.

"Y tú eres mi todo, Fernanda Meade. Me haces querer ser una mejor persona cada día", respondió Mayte, acariciándole suavemente la mano.

La cena fue deliciosa. Entre risas disfrutaron de cada bocado. Mayte había pensado en cada detalle, asegurándose de que la noche fuera perfecta. Desde el menú cuidadosamente seleccionado hasta la música suave que tocaba de fondo.

Después de la cena, se quedaron un rato más en la mesa, disfrutando del vino y de la compañía de la otra. Las luces de las velas proyectaban sombras danzantes en sus rostros, creando un ambiente íntimo y cálido.

"Vamos a caminar un rato", sugirió Mayte, levantándose y extendiendo la mano hacia Fernanda.

Salieron al jardín del hotel, donde las luces tenues y el cielo estrellado creaban una atmósfera mágica. Caminaban despacio, disfrutando del silencio y de la presencia de la otra. El jardín estaba lleno de flores fragantes y arbustos cuidadosamente podados, un oasis de tranquilidad en medio de la bulliciosa ciudad.

"Te amo, Fer", dijo Mayte, deteniendo sus pasos para inclinarse y besarla bajo la luz de las estrellas.

Fernanda correspondió al contacto, sintiendo una profunda conexión con Mayte en ese momento. Continuaron caminando, sus manos entrelazadas, compartiendo pensamientos y sentimientos en susurros.

Cada paso que daban juntas, cada mirada y cada caricia eran un testimonio del amor tan bonito que había entre ellas. Encontraron un banco apartado y se sentaron, disfrutando de la serenidad del lugar.

"Gracias por todo esto, Mayte. No sabía que eras tan romántica", dijo Fernanda, y Mayte rió suavemente.

"Ni yo lo sabía, Fer. Pero lo hice por ti, por verte feliz", respondió Mayte, besándole la frente.

Permanecieron en silencio, simplemente disfrutando de la presencia de la otra. El cielo nocturno se extendía sobre ellas, lleno de estrellas. Se quedaron un rato más sentadas, hasta que retomaron su caminata.

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¡Queda un capítulo más para el final! 🤍

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