• XI

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En la noche, Mayte decidió llamar a Héctor para que la llevara a la casa de Fernanda. Durante el trayecto, su corazón latía frenéticamente, reflejando su inquietud y confusión, pero a la vez emoción. Se sentía como una adolescente viviendo su primer amor.

Al llegar, Mayte, a través de la ventana, vio cómo Fernanda se despedía de una mujer en la puerta. La punzada de celos fue inmediata al observar la escena. No podía escuchar lo que decían, pero la imagen de Fernanda abrazando a esa mujer con tanto cariño era suficiente para atormentarla. Mayte intentó controlar sus emociones y le dijo a Héctor que la devolviera a casa. Él no dijo nada, pero su expresión mostraba su desconcierto mientras emprendía el camino de vuelta.

Al día siguiente, Fernanda tocó la puerta de la oficina de Mayte y, al recibir permiso, entró. Llevaba una sonrisa sincera en su rostro y se acercó con la intención de saludarla con un beso. Pero Mayte estaba completamente seria, su semblante era duro y frío.

"¿Qué te pasa?," pregunto Mayte, mirándola con una ceja alzada.

Fernanda se detuvo, confundida. "Nada. Solo quería saludarte."

Mayte suspiró, visiblemente molesta. "Fernanda... olvida todo lo de ayer. Todo lo que te dije. Entre nosotras no puede haber nada. Estoy casada, y tú tienes pareja."

Fernanda, aún más confundida, frunció el
ceño. "¿Qué? Yo no tengo pareja, Mayte."

"No mientas, Fernanda. Te vi anoche en tu casa, despidiéndote de una mujer. La misma que me abrió la puerta hace unos días."

Fernanda medio sonrió, tratando de contener su frustración. "Esa mujer es mi hermana, Mayte. No tengo a nadie."

Mayte se quedó en silencio por unos segundos. "Sea tu hermana o no, nosotras no podemos estar juntas, Fernanda. Tengo veinte años de matrimonio que no puedo acabar así como así."

Fernanda la miró con una mezcla de tristeza y rabia. "¿Prefieres estar con un hombre que te trata mal antes que estar con alguien que te quiere de verdad?."

Mayte, furiosa, levantó la voz. "¡No sabes nada de mi vida, Fernanda, ni de mi matrimonio!".

"Sé más de lo que crees, Mayte... Por favor, no te engañes a ti misma", respondió.

Mayte, desconcertada y llena de rabia, le gritó de nuevo. "¡Déjame sola!".

Fernanda asintió, con lágrimas rodando por sus mejillas, y salió de la oficina. Caminó rápidamente hacia el baño, donde se echó agua en el rostro, intentando calmarse. Luego, volvió a su escritorio y llamó a su hermana para ir a almorzar con ella.

Durante el almuerzo, Fernanda le contó todo a Claudia, quien la escuchaba atentamente. Claudia, preocupada, le dijo que la acompañaría de vuelta a la empresa, para no dejarla tan sola.

Cuando regresaron, vieron a Mayte en su oficina, concentrada en su trabajo. Claudia, decidida, soltó el brazo de Fernanda y entró a la oficina de Mayte sin previo aviso. Mayte levantó una ceja, molesta por la interrupción.

"¿Puedo ayudarla en algo?", preguntó con un tono serio y fuerte.

Claudia, sin titubear, se adelantó un paso. "Necesito hablar usted."

Fernanda, que estaba detrás de su hermana, intervino rápidamente. "No, no tienes nada que hablar con ella. Ya nos vamos."

Mayte se acomodó en su asiento y miró a Fernanda. "Fernanda, retírate. Si tu hermana entró así, es porque tiene algo importante que decirme."

Fernanda, con un nudo en el estómago, asintió y salió de la oficina. Mayte se levantó de su asiento y cerró las persianas.

"¿Qué necesita?", preguntó, mientras volvía a sentarse, mirando a Claudia con severidad.

ENTRA EN MI VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora