Cuando los primeros rayos de sol se colaron por la ventana, Mayte despertó lentamente. Miró a su alrededor y sonrió al recordar la noche anterior. Buscando algo para vestirse, encontró una bata suave y se la puso. Salió de la habitación y el aroma de algo delicioso la guió hacia la cocina.
Se encontró con Fernanda, concentrada en su preparación. Mayte se acercó sigilosamente y la abrazó por detrás, asustándola un poco. Fernanda soltó una risita sorprendida, se dio la vuelta y le dio un beso
"Buenos días, mi May", susurró Fernanda, con una sonrisa.
"¿Mi May? Que lindo apodo... ¿Cómo estás?," preguntó, sentándose en la mesa.
"Bien, feliz de tenerte conmigo", respondió, sentándose junto a ella en la mesa, dejando un plato frente a cada una.
Mayte le sonrió a Fernanda. "Llevo días durmiendo gracias a unas gotitas que me recetó el médico. Pero anoche... anoche dormí profundamente, sin necesidad de ellas. Creo que se lo debo a tu compañía".
Fernanda le sonrió. "Tomaré eso como una invitación a dormir siempre contigo", dijo, tomando un sorbo de su café.
Desayunaron en una conversación tranquila y agradable, cada una disfrutando del miento junto a la otra.
Después de terminar el desayuno,Mayte miró a Fernanda con una mezcla de seriedad y cariño. "Fer, ¿quieres volver a ser mi asistente?", preguntó, su voz suave pero firme.
Fernanda la miró, sorprendida pero feliz, y asintió con entusiasmo. "Claro que sí, May".
Pasaron el resto de la mañana y parte de la tarde juntas, disfrutando de la compañía mutua y compartiendo pequeños momentos de ternura.
Mayte sentía que podría quedarse allí para siempre, pero cuando miró la hora, se dio cuenta de lo tarde que era. "Tengo que irme a la oficina", dijo con un suspiro.
Fernanda la miró con cierta tristeza. "Quédate un rato más conmigo", dijo entre besos suaves.
Mayte rió, acariciando el rostro de Fernanda. "Me encantaría, pero tengo que irme".
Fernanda suspiró y, aunque decepcionada, asintió. "¿Cuando puedo regresar a la empresa?".
"Mañana, tomate este día para organizarte con calma", dijo suavemente y se dirigió a la habitación de Fernanda para ponerse la ropa que llevaba la noche anterior.
Mientras se vestía, llamó a Héctor para que fuera a buscarla. Antes de salir, se despidieron con un beso largo y profundo.
Cuando se subió al auto, notó el ceño fruncido de su chofer. Durante todo el trayecto, el silencio incómodo entre ellos fue palpable, pero ella, aunque quería preguntar si sucedía algo, se mantuvo callada, sumergida en sus propios pensamientos.
Llegó a casa y se dio una ducha rápida. Se vistió elegante como siempre y se dirigió a la empresa. Al llegar, su primer destino fue la oficina de Isabel. Pero, para su sorpresa, ella no estaba allí.
"Buenos días, Luisa. ¿Has visto a Isabel? No está en su oficina", preguntó a una de las secretarias.
Luisa frunció ligeramente el ceño y negó con la cabeza. "No, señora. No la he visto en toda la mañana."
Mayte agradeció y, mientras caminaba hacia su oficina, sacó su celular y marcó el número de su hermana. "¿Dónde estás, Isabel?", preguntó, tratando de mantener la paciencia.
"Tengo una resaca horrible, chiqui. Nos quedamos hasta tarde celebrando", respondió con un tono de queja.
"Por Dios, Isabel. Tienes responsabilidades que atender", dijo Mayte.
"No me regañes, María Teresa. Me duele demasiado la cabeza. Mejor dime qué hiciste anoche. ¿Dónde te metiste?"
"Después te cuento. Ahora, levántate y ven a la oficina", respondió, evitando dar más detalles.
Isabel insistió un poco más, pero Mayte se mantuvo firme. "No, Isa. Hablamos luego. Ven a trabajar", dijo antes de colgar.
Mayte se dejó caer en su silla, exhalando un suspiro profundo. Cerró los ojos por un momento, dejando que los recuerdos de la noche anterior la envolvieran. Pensó en Fernanda, en sus caricias, en sus besos y en sus palabras. No pudo evitar sonreír, sintiéndose plena por esta nueva etapa en su vida.
Horas más tarde, Isabel llegó a la oficina de Mayte con un evidente cansancio reflejado en su rostro. Sus ojos estaban ligeramente hinchados y llevaba el cabello recogido desordenadamente. Se dejó caer en la silla frente a Mayte y, con una voz adormilada, la saludó. "Buenos días, chiqui."
Mayte negó con la cabeza al ver su aspecto y le sonrió. "Buenos días, gordita. ¿Cómo estás?".
Isabel suspiró. "No muy bien, todavía me duele la cabeza. Pero mejor dime tú, ¿a dónde te fuiste anoche?".
Mayte, esbozando una pequeña sonrisa, comenzó a contarle lo que había sucedido. Isabel se emocionó al instante y se inclinó hacia adelante, ansiosa por escuchar más.
"¡Cuéntame todo, May! Necesito saber los detalles," sonrió ampliamente.
Mayte negó con la cabeza. "No te voy a dar esos detalles, María Isabel."
Isabel rió suavemente. "No ese tipo de detalles, Mayte. Tampoco me quiero traumar. Quiero saber cómo te sentiste con ella, de qué hablaron."
Mayte, claramente feliz, comenzó a hablar. Sus ojos brillaban con cada palabra que salía de su boca, y su rostro se iluminaba de una manera que Isabel no había visto en mucho tiempo.
"Me sentí tan bien, Isa. No hablamos mucho, pero estar a su lado me hizo plenamente feliz."
Isabel la miró con una alegría inmensa, mordiendo su labio mientras sonreía. "Que felicidad, chi. Ese brillo en tus ojos... Es hermoso."
Pero la expresión de Isabel cambió repentinamente, su sonrisa desapareció y una preocupación se instaló en su rostro. "¿Y qué pasará con Gerardo?", preguntó con un tono serio.
Mayte suspiró. "Esta noche le pediré el divorcio. No puedo seguir aguantando esta situación. Quiero estar con Fer."
Isabel se levantó y rodeó el escritorio para abrazar a su hermana. "Cuentas conmigo siempre, chi."
Más tarde, cuando el día de trabajo llegó a su fin, Mayte se dirigió al elevador. Al estar sola en el ascensor, sacó su celular y llamó a Fernanda. "Hola, Fer."
Fernanda respondió con un tono igual de cariñoso. "Hola, mi May. ¿Cómo va todo?".
Mayte sonrió al escuchar la voz de Fernanda. "Quería invitarte a cenar esta noche. Necesito verte antes de hablar con Gerardo. Estoy un poco nerviosa."
"Me encantaría, May. Pero mi hermana y mi cuñado me invitaron al teatro esta noche y no quiero hacerles el desplante."
"Entiendo perfectamente, Fer. Ve con ellos y disfruta. Yo estaré bien," sonrió.
"Te amo, May. Estoy segura de que todo saldrá bien", dijo mientras cerraba la puerta de su casa.
Mayte salió del ascensor y vio a Héctor esperándola. "Tengo que irme. Me alegra haber hablado contigo."
"Te mando mucho besos. Nos vemos mañana", colgó la llamada y soltó un suspiro.

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ENTRA EN MI VIDA
Hayran KurguMayte Lascurain, una mujer fuerte y exitosa, atrapada en un matrimonio tóxico, encuentra un inesperado consuelo en su asistente, Fernanda Meade. Tras una serie de eventos que revelan las vulnerabilidades de Mayte, ambas mujeres empiezan a explorar u...