• IX

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El día siguiente en la empresa comenzó con una atmósfera cargada de tensión palpable entre Mayte y Fernanda. Desde la pequeña discusión el día anterior, Fernanda había adoptado una actitud seria y distante con Mayte, dejando a un lado la confianza y la cercanía que habían empezado a construir. Mayte, por su parte, la observaba con cierto dolor y remordimiento, consciente de que ella era la causante de ese distanciamiento.

Mayte estaba en la oficina de uno de los socios, discutiendo algunos temas importantes. Mientras caminaban juntos por el pasillo de regreso a la oficina de Mayte en busca de un documento, Mayte se detuvo abruptamente. Su mirada se fijó en su chofer, que estaba conversando entre risas con Fernanda. La escena la golpeó con una mezcla de celos, enojo y tristeza. Pasaron por al lado de ellos para entrar a la oficina, y en ese momento, las miradas de Mayte y Fernanda se conectaron brevemente.

Entraron a la oficina y Mayte, sintiéndose abrumada por sus emociones, se sentó en su escritorio para buscar el documento que necesitaban. Le entregó el documento al hombre, pero su atención seguía dividida. Su mirada se dirigía constantemente hacia la ventana, donde podía ver a Fernanda y a Héctor conversando.

El hombre comenzó a hablarle sobre algunos temas respecto a la conversación que tenían en la oficina de él, pero Mayte apenas escuchaba. Estaba atrapada en sus pensamientos, mirando fijamente a Fernanda y a Héctor.

Juan, notando la distracción de Mayte, le tocó el brazo suavemente, sacándola de su trance. "Mayte, ¿estás bien?."

Mayte dio un brinco, sorprendida, y lo miró avergonzada. "Lo siento, estaba pensando en otra cosa. ¿Podrías repetir lo que dijiste?".

Él la miró con comprensión. "Tal vez deberíamos dejar esto para después. Parece que necesitas un momento a solas."

Mayte asintió. "Sí, hablamos luego. Gracias, Juan."

Él se despidió y salió de la oficina, dejándola sola con sus pensamientos. Mayte echó un último vistazo a Fernanda y Héctor, sintiendo una punzada de frustración. Se levantó y cerró las persianas con un movimiento brusco para bloquear la vista. Luego, se sirvió una copa de vino.

Se sentó en su silla y suspiró profundamente, echándose hacia atrás y cerrando los ojos. Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas mientras intentaba procesar sus sentimientos. Dio un sorbo al vino, dejándose llevar por el calor del alcohol que la reconfortaba un poco.

Después de unos momentos de introspección, Mayte terminó su copa de vino y la dejó a un lado con fuerza. Se limpió las lágrimas rápidamente y se recompuso, obligándose a concentrarse en su trabajo.

A lo largo del día, la tensión entre Mayte y Fernanda no hizo más que intensificarse. Mayte intentaba mantener la profesionalidad, pero su mente volvía una y otra vez a Fernanda.

Cuando el día laboral llegaba a su fin, Mayte decidió que debía hacer algo para solucionar la situación. No podía seguir así, dejando que sus emociones controlaran su comportamiento.

La noche se hizo presente y Mayte se preparaba para irse. Salió de su oficina y vio a Fernanda lista para salir también, y se quedó mirándola, esperando que notara su presencia. Fernanda finalmente levantó la vista y sus ojos se encontraron.

Mayte, con una voz suave y los ojos brillosos, le dijo: "Fernanda, necesito hablar contigo. ¿Podemos hacerlo ahora?".

Fernanda contuvo la sonrisa que amenazaba con formarse en sus labios ante la mirada dulce de Mayte y mantuvo la misma seriedad que había mostrado durante todo el día.

"No puedo. Tengo algo que hacer", respondió quitándole la mirada.

"Por favor, es importante...", dijo Mayte, con un tono medio desesperante.

Fernanda, manteniendo su tono serio, la interrumpió. "Ya le dije que no puedo. Quedé con Héctor en ir a un bar."

Todo rastro de esperanza desapareció del rostro de Mayte al escuchar esas palabras. Asintió, sintiéndose derrotada, y ambas caminaron juntas hasta el estacionamiento en un silencio tenso.

Héctor estaba esperando a Mayte y al ver a Fernanda, sonrió. "En un rato paso por ti, Fernanda."

Fernanda le devolvió la sonrisa y asintió.
Luego, se volvió hacia Mayte. "Buenas noches, señora Lascurain."

Mayte, con el dolor reflejado en su rostro, asintió. "Buenas noches."

Mayte subió al auto, sintiendo un vacío inmenso. El viaje a casa fue una incomodidad inmensa para ella.

Luego de dejar a Mayte en su casa, Héctor fue a casa de Fernanda para recogerla. Ella lo estaba esperándolo con una cálida sonrisa, y cuando él llegó, ambos se dirigieron al bar que habían acordado.

El bar estaba animado, con música suave y un ambiente relajado. Se sentaron en una mesa y pidieron unas bebidas. Al principio, la conversación fue ligera, pero Héctor, impulsado por el alcohol o por sus propios sentimientos, comenzó a hacer preguntas más personales.

"¿Hay alguien en tu vida, Fernanda? Siempre te veo sola," preguntó mirándola a los ojos.

Fernanda se removió en su asiento, visiblemente incómoda. Antes de que pudiera responder, Héctor se acercó a ella, con la intención de besarla. Fernanda levantó una mano y lo apartó suavemente.

"Lo siento, Héctor, pero estoy interesada en otra persona," lo miró con pesar.

Él asintió, con una expresión de dolor evidente en su rostro. "Entiendo. Lo siento, no debí..."

Fernanda lo interrumpió con una sonrisa triste. "No tienes que disculparte. ¿Podemos ser amigos?."

Héctor, a pesar del dolor que estaba sintiendo, sonrió y asintió. "Claro, Fer. Amigos."

La tensión entre ellos disminuyó un poco y continuaron hablando, esta vez de temas más neutros.

Más tarde, decidieron retirarse. Fernanda llegó a su casa luego de que Héctor la dejara en la entrada. Se despidió de él con una sonrisa cansada y entró. Al cerrar la puerta detrás de ella, se dirigió directamente a su habitación y se dejó caer en la cama con un suspiro de agotamiento. Se quedó allí por unos momentos, permitiéndose relajarse, sin pensar en todo lo que la agobiaba.

Se levantó y comenzó a desvestirse, dejando caer la ropa en el suelo. Caminó hacia el baño y se dio una ducha rápida, permitiendo que el agua caliente aliviara un poco su tensión.

Salió de la ducha, se secó rápidamente y se puso su ropa de dormir. Caminó de regreso a su habitación y se metió bajo las sábanas, sintiendo cómo el cansancio la envolvía. Cerró los ojos y, casi instantáneamente, cayó en un sueño profundo.

ENTRA EN MI VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora