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Alejandra camino con fuerza hacia la oficina de Isabel, sin voltear a ver a nadie. Al entrar, cerró la puerta detrás de ella con fuerza, llamando la atención de Isabel, quien levantó la vista de sus papeles.

"¡Voy a matar a ese animal que tiene tu hermana como esposo!", exclamó Alejandra, sin preámbulos, con una mezcla de rabia y frustración.

Isabel la miró confundida, levantando una ceja. "¿Qué pasó ahora?", preguntó, tratando de entender la situación.

Alejandra, con un suspiro profundo, le contó todo lo sucedido con Mayte. Isabel escuchó en silencio, pero sus ojos reflejaban una creciente ira.

"¡No puede ser!," gritó Isabel, levantándose de su silla. "Te juro que estoy cansada de esta situación. Mayte no puede ser tan necia."

Isabel caminó con determinación hacia la puerta, pero Alejandra la alcanzó y la detuvo, sujetándola del brazo.

"Clámate, Isa. Mayte quiere estar sola y no quiero que vayan a entrar en discusión, y mucho menos por él. Ven, siéntate," dijo Alejandra con voz tranquila, pero firme.

Isabel respiró hondo y, aunque a regañadientes, se dejó guiar de vuelta a su silla. Alejandra se acercó a la mesa y sirvió dos tequilas para cada una. Las mujeres levantaron sus vasos, brindaron en silencio y bebieron de un solo sorbo, sintiendo el ardor del licor recorrer sus gargantas. Se quedaron conversando un rato, permitiendo que la ira de Isabel se calmara poco a poco.

Más tarde, ambas decidieron ir a la oficina de Mayte. La encontraron un poco más tranquila, pero antes de que pudieran hablar, Mayte levantó una mano.

"No quiero escuchar ningún reclamo. No puedo con más problemas hoy," dijo Mayte, con un tono cansado.

Isabel y Alejandra asintieron, respetando su deseo. "Está bien, May. Solo queríamos saber si querías ir con nosotras a la casa de Isa a tomar un rato y distraerte," ofreció Alejandra.

Mayte negó con la cabeza, forzando una sonrisa. "Gracias, pero me quedaré en la empresa hasta tarde. Necesito despejar la mente trabajando," respondió.

Ellas decidieron no insistir y, al salir de la oficina, se encontraron con Fernanda. Alejandra se detuvo y le dirigió una sonrisa.

"Chipi, ¿te gustaría venir con nosotras a la casa de Isabel? Vamos a tomar algo y relajarnos un rato," invitó.

Fernanda, un poco sorprendida por la invitación, se lo pensó por un momento y luego aceptó.

Las tres mujeres se dirigieron a la casa de Isabel. Al llegar, se acomodaron en el sofá y comenzaron a beber y conversar. La atmósfera se relajó y, entre risas y bromas, la tensión del día empezó a desvanecerse. Sin embargo, inevitablemente, la conversación giró hacia Mayte.

"Mayte siempre ha sido la más consentida de la familia. Mis papás la adoraban y, por ser la menor, siempre estaba pegada a ellos," empezó Isabel, haciendo una pausa para tomar un sorbo de su bebida. "Cuando ellos murieron, fue un golpe devastador para ambas, pero especialmente para Mayte. Cambió completamente. Dejó de ser esa mujer alegre que solia ser."

Alejandra asintió, recordando esos días oscuros. Mayte e Isabel eran sus amigas desde que eran unas niñas.

"May siempre estaba feliz, siempre sonreía. Recuerdo que tenía un novio que la amaba y la trataba muy bien. Pero con la muerte de sus padres, se distanció mucho de él. Aunque él estuvo a su lado, al final se cansó y la dejó. Eso la destrozó aún más," agregó Alejandra.

Isabel asintió y continuó con su relato, su voz temblaba ligeramente por la emoción.

"Ella comenzó a recuperarse y volvió a sonreír. Cuando conoció a Gerardo, al principio todo era color de rosa. Mayte se enamoró perdidamente de él. Pero con el tiempo, Gerardo cambió. Se volvió distante, cruel, y Mayte se volvió sumisa y fría. Adoptó una personalidad dura para protegerse, porque mostró su vulnerabilidad ante Gerardo y él se aprovechó de eso, dañando su felicidad. Por eso ella es así, por todo lo que ha vivido y sigue viviendo.

Isabel hizo una pausa para tomar otro sorbo de tequila, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Alejandra, añadió otros detalles, mientras Fernanda escuchaba atentamente, sintiendo una profunda compasión por su jefa.

"Lo que más quiero es ver a Mayte feliz, verla enamorada de una persona que valga la pena," dijo Isabel, sonriendo a través de sus lágrimas. "Es una mujer hermosa, tanto por dentro como por fuera."

Isabel se estiró y agarró una foto de Mayte que tenía en una mesita. Se la mostró a Fernanda, con una sonrisa nostalgica. Amaba hablar de su hermana, pero siempre terminaba con sus sentimientos revueltos.

"Así era May poco antes de casarse, cuando se estaba recuperando de todo y Gerardo llegó a su vida," dijo Isabel, con un toque de dolor en su voz.

Fernanda miró la foto y sonrió. Detalló la belleza de Mayte, sintiendo algo profundo en ese momento, algo que no podía explicar, pero que la dejó cautivada.

"Me encanta tener fotos por toda la casa, especialmente de Mayte. Me gusta verla y recordarla cuando alguna vez fue feliz," añadió Isabel.

Fernanda asintió, comprendiendo un poco más el dolor y la dureza de Mayte. No era una mala mujer, solo estaba sufriendo profundamente. Sintió una nueva determinación de apoyarla en lo que pudiera, no solo como su asistente, sino como alguien que realmente se preocupaba por su bienestar.

En un intento por aliviar el ambiente pesado, Isabel cambió el tema de conversación.

"Bueno, basta de tristezas. Mejor cuéntenme cómo se conocieron. Nunca nos hablaste de Fernanda, mi Ale," dijo Isabel, llena de curiosidad, mientras se servía más tequila.

Alejandra tomó un sorbo de su bebida antes de responder. "Nos conocimos en un bar hace muchos años," comenzó, con una sonrisa curvándose en sus labios. "Es noche Fernanda estaba radiante y yo, quedé flechada."

Fernanda rió suavemente, recordando esa noche.

"Intenté tener un acercamiento más íntimo con ella," continuó Alejandra. "Pero me rechazó, un golpe fuerte. Pero desde entonces, hemos sido buenas amigas y ama que le coquetee," finalizó, guiñándole un ojo.

Isabel se rió, disfrutando la anécdota. "¡Que bárbara, Alejandra! No pierdes oportunidad para acercarte a una mujer hermosa. Gracias al cielo caíste en la agarras del matrimonio."

Isabel, aprovechando la confianza del momento, se volvió hacia Fernanda con curiosidad. "¿Te gustan las mujeres o los hombres, Fer?," preguntó sin rodeos.

Fernanda se tomó un momento para responder, sorprendida por la repentina pregunta, pero acostumbrándose a la confianza de Isabel.

"Me siento cómoda con ambos, pero no me gusta ponerme una etiqueta. Simplemente soy Fernanda Meade..."

"Una hermosa y sensual asistente. Que suertuda es Mayte," añadió Alejandra, interrumpiéndola.

Isabel y Fernanda rieron fuertemente ante la espontaneidad de Alejandra.

La conversación continuó, fluyendo de un tema a otro, cada una compartiendo historias y risas. La presencia de Isabel y Alejandra era reconfortante y ayudó a Fernanda a sentirse más integrada en este pequeño círculo.

Finalmente, cuando la noche se hizo más profunda, decidieron que era hora de retirarse. Fernanda se despidió de Isabel y Alejandra, agradeciéndoles por esa noche. Mientras caminaba hacia su auto, su mente estaba llena de pensamientos sobre Mayte y todo lo que había aprendido y entendido sobre ella.

ENTRA EN MI VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora