• VIII

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Mayte llegó a su casa por la noche y como de costumbre, la cena la esperaba lista en la mesa. Comió en silencio, sumergida en sus pensamientos. Después de cenar, le dio las buenas noches a Mica, agradeciéndole brevemente por la cena, y subió a su habitación. Se dio una ducha caliente, tratando de relajar su mente y su cuerpo, pero el agua no logró borrar la intensidad de sus pensamientos. Aplicó sus cremas nocturnas con movimientos automáticos, mientras su mente se encontraba atrapada en el beso que se había dado con Fernanda. Se acostó sola en la cama, consciente de que su esposo probablemente no llegaría a dormir.

Intentó conciliar el sueño, pero el recuerdo del beso la mantenía despierta. ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella? ¿Por qué le había gustado tanto el beso? Había pasado toda la tarde en la empresa pensando en Fernanda. No fue hasta que una reunión importante la obligó a concentrarse y pudo desviar sus pensamientos momentáneamente.

Mientras su mente seguía centrada en Fernanda, la puerta de la habitación se abrió de golpe y su esposo entró. Tenía una expresión seria y los ojos enrojecidos, claramente afectados por el alcohol. Al verla, no pudo contener su rabia y comenzó un interrogatorio.

"¿Dónde estuviste anoche? ¿Con quién estabas?", preguntó, mirándola fijamente.

Mayte, cansada y emocionalmente agotada, lo miró con desdén. No respondió inmediatamente, dejándolo ventilar su furia mientras se mantenía en silencio.

"¡Responde, Mayte! ¡No te quedes callada! Dime, ¿tienes otro hombre?," su respiración estaba acelerada.

Mayte se levantó de la cama, enfrentándolo con una fuerza que ella misma no sabía que tenía.

"¡Ya cállate, Gerardo! No tengo a nadie y no te debo ninguna explicación, porque tú tampoco me las das a mí."

Gerardo se acercó a ella. "Soy tu esposo y tienes que decirme todo. Es tu deber."

Mayte lo miró directamente a los ojos, sintiendo sus emociones revueltas. "También es tu deber, el cual no cumples. Estoy cansada de ti, Gerardo."

Los gritos resonaban en toda la casa. Él, ligeramente ebrio y completamente fuera de control, seguía increpándola con mayor violencia verbal. Mica, preocupada por lo que podría suceder, llamó a uno de los guardias de seguridad y le pidió que interviniera. El guardia subió corriendo y tocó la puerta rápidamente.

"Señor, disculpe que venga así, pero sus gritos se escuchan en toda la casa. ¿Está todo bien?."

Gerardo abrió la puerta con furia y lo miró a los ojos. "No te metas, esto es entre mi esposa y yo."

El guardia buscó confirmación en la mirada de Mayte. Ella, con los ojos llenos de lágrimas y agotamiento, asintió levemente. El guardia se retiró, aunque con reticencia, dejando la puerta entreabierta.

La discusión continuó, y Mayte sentía que su paciencia y fortaleza estaban al limite. Mientras Gerardo seguía gritando, Mayte decidió que ya no podía más. Agarró su bolso y su celular, y se dirigió a la puerta.

"No quiero escucharte más, Gerardo. ¡Me vas a volver loca un día de estos!".

Mayte salió de la habitación sin mirar atrás. Al ver a su empleada en el pasillo, le dio un beso en la frente y le agradeció por su preocupación. Bajó las escaleras y llamó a Héctor. "Por favor, llévame a la casa de Fernanda."

Él, sin hacer preguntas, preparó el auto rápidamente. Mayte se sentó en el asiento trasero, tratando de contener las lágrimas mientras el auto se alejaba de la casa. Sus pensamientos volvieron a Fernanda, buscando consuelo en la idea de verla pronto.

Mayte llegó a la casa de Fernanda llorando, sintiéndose más vulnerable de lo que le gustaba mostrarse. Sin embargo, con Fernanda era diferente; confiaba en ella y se sentía segura. Tocó la puerta, y cuando esta se abrió, se quedó paralizada. La hermana de Fernanda había decidido quedarse esa noche con ella y se encontraban en la sala conversando y tomando algo. Cuando la puerta sonó, Claudia dijo que ella abriría mientras Fernanda iba al baño.

Claudia abrió la puerta y se encontró con Mayte, que lucía deshecha y con los ojos llenos de lágrimas. Mayte, al verla, su mente le hizo creer que ella era la pareja de Fernanda y sintió una mezcla de ira y celos que no pudo ocultar del todo.

"Hola, ¿Mayte? ¿Estás bien?", preguntó mirándola comprensiva.

Mayte, limpiándose las lágrimas rápidamente, intentó mantener la compostura. "Sí, lo siento por interrumpir. No quería molestar.."

Claudia la tomó del brazo suavemente cuando Mayte intentó darse la vuelta para irse. "¿Quieres que llame a Fernanda?."

Mayte, con la voz quebrada, respondió sin mirarla. "No, no es necesario. De verdad, lamento la molestia."

Mayte se fue apresuradamente, dejando a Claudia preocupada. Cuando Fernanda salió del baño, notó la inquietud en el rostro de su hermana. 

"¿Quién era, Clau?", preguntó acercándose a ella. "¿Por qué traes esa cara?".

"Era tu jefa, Mayte. Estaba llorando y se fue sin decir nada."

La preocupación se apoderó de Fernanda.
Tomó su celular y llamó a Mayte varias veces, pero todas sus llamadas fueron ignoradas. Mayte, por su parte, regresó a su casa y, al comprobar que su esposo no estaba, se permitió llorar libremente mientras intentaba conciliar el sueño.

Al día siguiente, cuando Fernanda llegó a la oficina, se sorprendió al ver que Mayte ya estaba allí. Mayte, sentada en su escritorio, se sintió invadida por una mezcla de emociones al ver a Fernanda.

Después de un rato, Mayte mandó llamar a Fernanda a su oficina. "Fernanda, necesito que me traigas el resumen financiero de la última reunión."

Fernanda asintió y, cuando se disponía a cumplir con lo que le habían pedido, se detuvo y se dio la vuelta. "Mayte, ¿a qué fuiste a mi casa anoche?".

Mayte, sin levantar la mirada, respondió con frialdad. "Fui para pedirte el resumen y poder revisarlo temprano, pero vi que estabas acompañada y no quise molestar."

Fernanda sonrió, percibiendo los celos en la voz de Mayte. Se sentó frente a ella, cruzando las piernas. "No me mientas. Claudia me dijo que te vio llorando."

Mayte levantó la mirada. "Fue algo sin importancia. Por favor, haz lo que te pedí."

"Mayte, entiendo si no quieres hablar conmigo, pero me preocupo por ti, por tus problemas..."

Mayte, sintiendo una mezcla de frustración y nervios, levantó la voz. "¿Y eso a ti qué te importa, Fernanda? Tú solo haz tu trabajo y punto."

Fernanda, también alzando la voz, respondió: "Eso es precisamente lo que he estado haciendo, pero tú no me dejas trabajar. Me llamas en la noche, vas a mi casa y no dices nada, me besas..."

Mayte sintió un escalofrío al escucharla nombrar el beso y trató de recuperar la compostura.

"Ese beso fue solo producto del alcohol y no significó nada. Ya lo olvidé y tú deberías hacer lo mismo".

Una lágrima se escapó de los ojos de Fernanda, que la limpió rápidamente, pero no antes de que Mayte la notara. La mirada de Mayte se suavizó, reflejando tristeza.

"Está bien, señora Lascurain. Ahorita le traigo lo que me pidió. Con permiso."

Fernanda se dio la vuelta y salió, sintiendo una mezcla de dolor y frustración, mientras Mayte se quedó en su escritorio, invadida por un torbellino de emociones.

Fernanda regresó a su escritorio y se enfocó en hacer lo que Mayte le pidió, tratando de reprimir sus emociones. Cuando finalmente terminó el resumen, regresó a la oficina de Mayte, sintiendo un nudo en la garganta.

"Aquí tiene", dejó la carpeta sobre el escritorio y antes de que Mayte pudiera decir algo, Fernanda salió de la oficina cerrando la puerta con fuerza, haciendo que Mayte de un pequeño salto en su asiento.

ENTRA EN MI VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora