ɪɴᴛʀᴏᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ

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Niffty tejía de nuevo la tela, uniéndola nuevamente con un hilo verde brillante en la privacidad de la habitación de Alastor. Apretó el hilo cerrando el agujero, logrando escuchar un quejido.

- ¡Ah! Niffty, cuidado - escuchó la voz de Alastor.

- Perdón, es que la herida es muy grande... - Niffty dijo, notando como el hijo se rompía y el hoyo en la tela se reabria.

- Uh... Poder angelical... Lo que faltaba... Esto debe ser culpa de Adán... - Alastor puso su mano sobre el agujero en su pecho, tomando lo que quedaba del hilo - tengo suerte de ser un muñeco, si no esto dolería como el verdadero infierno... Es sorprendente que sienta dolor, de hecho. Se supone que en este cuerpo no puedo sentir nada, ni siquiera tengo sentido del tacto... Es curioso y reconfortante a la vez -

Al estar tan concentrado en el hilo verde entre sus dedos, pensando una solución, no notó que Niffty tejió los otros agujeros en su cuerpo hueco hecho de tela, dejándolo como nuevo ignorando la herida del pecho. Al terminar, se subió a las piernas de Alastor y, de imprevisto, entró por la gran herida hacia el cuerpo hueco.

- ¡Ah! ¡Niffty! - Alastor exclamó al sentir como Niffty entraba en su cuerpo.

- ¡Woooooh, de verdad está vacío, no mentías, jajajajajaja! - Niffty soltó unas risas maniáticas dentro del cuerpo de su jefe.

- ¡Niffty! - Alastor iba a meter su mano a la herida, pero su mano tembló y se alejó, aunque ni el propio Alastor sabía el porqué de esta acción - ¡Sal de ahí en este instante! - Ordenó.

- ¿Cómo te mueves? Ni siquiera hay huesos aquí - Niffty preguntó asomando su cabeza.

- Prefiero no pensar en cómo funciona eso... - Dijo Alastor, viendo a la Niffty que sobresalía de su pecho.

Finalmente, Niffty salió del cuerpo de Alastor, aterrizando en el suelo. Alastor le agradeció por tejerlo nuevamente con una sonrisa sincera. Se levantó del suelo y se vistió en un parpadeó, luciendo sumamente real como siempre. Debía pensar cómo deshacerse del poder angelical de la herida que Adán le causo, pero su conocimiento del tema era muy limitado.

Alastor frunció el ceño, aún sintiéndose incómodo por la intrusión de Niffty - ¿Por qué hiciste eso? - preguntó, su voz era un tanto temblorosa, pero intentaba ocultarlo. - ¿Por qué entraste en mi cuerpo? -

Niffty se encogió de hombros, sus ojos brillaban con emoción - ¡Es divertido! Y también quería saber si era verdad que estabas hueco - la pequeña contestó tomando su aguja entre los dedos.

- No lo vuelvas a hacer, ¿está bien? - Alastor pidió, acariciando la cabeza de la pecadora.

- ¡Está bien! - Niffty asintió, olvidando rápidamente el asunto al ver una cucaracha en uno de los rincones - ¡Cucaracha! - Niffty corrió hacia ella y alzo su aguja para apuñalar al insecto, haciendo que el muñeco la vea de forma divertida - ¡Aja jajajajajaja aja jajajajajaja! - Niffty reía con locura mientras acababa con el pobre insecto que tuvo la desgracia de estar en su rango de visión.

Alastor recordó la vez que varios insectos entraron a su cuerpo por una herida que no había notado. Lo peor de todo es que no los había notado hasta después de tres meses, tiempo suficiente para que crearan un nido dentro de él. Para su mala suerte, Niffty no estaba allí todavía, pues ni siquiera la había conocido aún. Pero, quién si estaba era Husk, quién sugirió que se llenara de agua para ahogarlos y que luego se vaciara para sacarlos. Por suerte, funcionó a la perfección y se deshizo de todos los insectos. Estuvo horas sacando los restos del nido, pero por suerte pudo deshacerse de él. Desde ese día empezó a ser sumamente cuidadoso con cualquier herida que surgiera.

Soltando un suspiro nostálgico, Alastor abrió la puerta del lugar. Al notar esto, Niffty apuñaló a la cucaracha una última vez y salió corriendo detrás de él.

- ¿Te parece un viaje a la biblioteca, Niffty? - Alastor le preguntó a la pequeña.

Necesitaba respuestas y un tratamiento para su herida, por lo que no pudo pensar en ningún otro lugar que la biblioteca. Niffty asintió ante la sugerencia, hablando sobre un nido de cucarachas que había descubierto recientemente y que justo se encontraba en el lugar.

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Cinco horas. Cinco horas de búsqueda y no había encontrado ni un solo libro sobre heridas angelicales en la biblioteca del hotel. Seguramente se deba a que los pocos que recibieron un ataque y pudieron descubrir algo no vivieron para contarlo, siendo consumidos por el abismo del olvido. Incluso el libro que leía, sentado en una mesa del lugar, no tenía nada relacionado incluso aunque tratase de ángeles. Cómo buscar una aguja en un pajar, pensó Alastor.

Alastor no iba a terminar así. No iba a dejar que el olvido se lo tragara sin piedad, terminando como un simple susurro en el viento al que nadie presta atención. Se rehúsaba a terminar de esa forma tan humillante. Tuvo suficiente con su derrota contra Adán, cosa que le avergüenza siquiera recordar, no toleraría otra derrota más.

Su momento de reflexión fue interrumpido por el rechinar de la puerta al abrirse. Levantó la vista de su libro y vio al nuevo invitado de reojo, rodando los ojos de inmediato. Dejó el libro en la mesa, cerrándolo en el proceso, y se giró hacia el otro.

- Su majestad, que agradable sorpresa. ¿Qué lo trae por aquí? - Dijo Alastor al ver al rey del infierno entrar en la biblioteca.

- Uh, tú... - Lucifer lo vio con desdén desde su lugar, desviando la mirada.

- ¿Sorprendido de verme? - Alastor lo vio con desafío.

- Mira, no pienso discutir contigo hoy - Lucifer se dirigía a uno de los estantes, buscando entre los libros.

- ¿Se puede saber por qué? - Alastor empezó a cuestionarlo, sin embargo, el Rey no le contestó - Sinceramente, no parece del tipo de persona apasionada por la lectura. No busco ofenderlo, pero parece un poco... Tonto desde mi perspectiva - Enfatizó la palabra "tonto" para lograr el efecto que buscaba.

- ¿Disculpa? - Lucifer se giro a verlo por fin, y Alastor sonrió ampliamente al obtener la atención que buscaba.

- ¿Qué? Sólo es mi opinión - Alastor se alzó de hombros.

- Pues tu opinión es una mierda - Dijo Lucifer mientras tomaba uno de los libros que había estado ojeando.

Con el ceño fruncido y un paso firme, Lucifer estuvo a punto de salir de la biblioteca. Sin embargo, cierta cosa llamó su atención. Se giró hacia Alastor, más específicamente al libro que descansaba en la mesa, y preguntó:

- ¿Estás leyendo sobre ángeles? - Lucifer alzó la ceja.

- Sí - Alastor no lo negó, pero tampoco le iba a decir toda la verdad - ciertamente, los ángeles son criaturas enigmáticas, su majestad. Estoy realmente intrigado por ellos y estoy hambriento de conocimiento - Alastor aseguró mientras veía fijamente a Lucifer.

- Ajá... - Lucifer entrecerró sus ojos con sospecha y salió de la biblioteca.

Alastor soltó un suspiro cuando lo vio salir, regresando a su búsqueda por una solución.

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✷ᴅᴏʟʟ✷ (ᴀᴘᴘʟᴇʀᴀᴅɪᴏ/ʀᴀᴅɪᴏᴀᴘᴘʟᴇ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora