ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 18

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Lucifer lo miró por un largo momento, sus ojos rojos fijos en Alastor como si intentara leer más allá de sus palabras. Finalmente, soltó un suspiro y se hundió más en la cama, cerrando los ojos.

— Deberías irte — murmuró, su tono mucho más suave ahora, casi cansado — No tengo energía para lidiar contigo.

Alastor lo observó por unos segundos más, debatiendo si insistir o simplemente hacerle caso. Había algo profundamente desconcertante en ver a Lucifer, el orgulloso Rey del Infierno, en un estado tan vulnerable. No era algo que Alastor hubiera presenciado antes, y por alguna razón, lo inquietaba más de lo que debería.

— Como desee, su majestad — respondió Alastor con una ligera reverencia, su tono burlón habitual algo más apagado. Pero antes de irse, no pudo evitar una última mirada hacia Lucifer, quien seguía tumbado en la cama, escondido bajo las cobijas.

Alastor giró hacia la puerta, sus pasos suaves apenas resonando en la habitación ahora limpia. Justo cuando alcanzaba el umbral, la voz de Lucifer lo detuvo.

— Alastor...

El otro se detuvo en seco, pero no se giró del todo. Esperó, en silencio, hasta que Lucifer habló de nuevo, su voz apenas un susurro.

— Gracias... supongo.

Alastor esbozó una sonrisa sincera que nadie pudo ver y, sin decir más, abandonó la habitación, dejando a Lucifer en su soledad.

Al caminar por los pasillos del hotel, algo en su interior se revolvía. No era el típico juego de poder ni una burla entre ellos. Esta vez había sido diferente, y eso lo dejaba con más preguntas que respuestas. ¿Por qué había sentido esa necesidad de quedarse? ¿Por qué no podía simplemente ignorar la situación como siempre lo hacía?

Las sombras que lo seguían parecían inquietas, reflejando su propio estado emocional. Sacudiendo la cabeza, Alastor decidió que ya había tenido suficiente introspección por un día. Puso su mano en su pecho, sabiendo que había varios asuntos a los que necesitaba regresar.

Primero estaba la herida. Si bien la cinta estaba funcionando, sabía que era cuestión de tiempo para que reventara, igual que todo lo demás. Debía volver a su plan inicial: conseguir sangre de Serafín. Ya se había desviado demasiado por culpa de esos... 'Sentimientos intrusivos', por llamarlos de alguna manera.

Sin embargo, ese ya no era su único problema. Baxter también estaba haciendo de las suyas. No sabía que estaba planeado, pero estaba seguro de que no es algo bueno. Además, eso no era lo único, también estaba lo que le había dicho su sombra... Sacudió su cabeza, decidiendo ocuparse de Baxter primero. 'De todas formas debo esperar a su llegada', pensó.

Se comunicó con su sombra, descubriendo en dónde estaba el científico exactamente y lo que había estado haciendo. Se esfumó en la oscuridad, dejando sólo el eco de sus pasos en el solitario pasillo.

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Baxter golpeaba suavemente una de las paredes del pasillo, pegando su oreja como si quisiera comprobar algo. Tenía una libreta en sus manos, con garabatos y anotaciones sin sentido. Baxter frunció el ceño, alejándose de la pared. Anotó sus 'descubrimientos', soltando un carraspeo.

Se giró, encontrándose con una sonrisa amarillenta y unos ojos carmesí viéndolo fijamente — ¡Giik! — Baxter saltó en su lugar mientras retrocedía unos pasos — ¡Carajo!

Alastor inclinó la cabeza ligeramente, su sonrisa permaneciendo tan fija como siempre, pero sus ojos centelleaban con algo distinto. Una chispa de curiosidad y malicia a partes iguales.

✷ᴅᴏʟʟ✷ (ᴀᴘᴘʟᴇʀᴀᴅɪᴏ/ʀᴀᴅɪᴏᴀᴘᴘʟᴇ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora