ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 4

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Alastor se encontraba una vez más frente al espejo, la frustración evidente en su rostro mientras los hilos se deshacían ante sus ojos. La herida en su pecho, un recordatorio constante de su vulnerabilidad, parecía burlarse de sus intentos por mantenerla cerrada. Con cada puntada que daba, una mezcla de dolor y determinación lo invadía. Debe haber una manera, se decía a sí mismo, una solución permanente a este problema. Mientras cocía la tela con manos temblorosas, una idea comenzó a formarse en su mente. Si los hilos no pueden mantenerla cerrada por mucho tiempo, quizás sea porque necesitan ayuda. ¿Qué otra cosa además de los hilos podía usar para mantenerla en su lugar?

Con la herida temporalmente cerrada, salió de su habitación con la intención de hablar con una persona en específico. Alastor se dirigió a la habitación de Husk, el único que había sugerido una solución efectiva en el pasado. La puerta estaba entreabierta, y desde el interior se escuchaba el sonido de alguien caminando de un lado al otro.

— Husk, necesito tu consejo — dijo Alastor, entrando sin esperar invitación.

Husk lo volteó a ver con una ceja arqueada en señal de sorpresa. Estaba reacomodando su habitación, según lo que Alastor veía, pues las cosas estaban Allí y allá, con Husk acomodándolas.

— ¿Consejo? ¿Desde cuándo vienes a mí por consejo? — preguntó con un tono burlón.

— Es sobre la herida — Alastor se tocó el pecho, donde los hilos apenas lograban mantener cerrada la tela — Necesito una solución más... duradera -

Husk asintió lentamente, dejando las cartas que sostenía sobre la mesa.

— Bien, déjame pensar... — murmuró, rascándose la barbilla.

Husk se quedó en silencio por un momento, sus ojos recorriendo la habitación en busca de inspiración. Finalmente, se levantó y caminó hacia un viejo baúl en la esquina. Con un gesto, lo abrió y comenzó a rebuscar entre las herramientas y objetos acumulados a lo largo de los años.

— Mira, Alastor — dijo Husk, sacando un rollo de cinta adhesiva de tela.

— ¿Cinta adhesiva? — preguntó Alastor, escéptico.

— No cualquier cinta — respondió Husk con una sonrisa astuta. — Esta es cinta de tapicero. Está hecha para durar y resistir tensión. Además, se fusiona bien con la tela. Dale una oportunidad —

Alastor tomó el objeto y habló — ¡Gracias, mi amado minino fiel! — Alastor le acarició la cabeza a Husk, quién se alejó con el ceño fruncido.

Tras eso, Alastor desapareció en las sombras, dejando a Husk solo.

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Con la cinta de tapicero en mano, Alastor regresó a su habitación, con su mente bullendo con posibilidades. La sugerencia de Husk era inusual, pero en tiempos desesperados, medidas desesperadas. Se paró frente al espejo una vez más, la herida en su pecho estaba cubierta con hilos, pero sabía que estos cederían eventualmente.

Con cuidado, cortó un trozo de cinta y lo aplicó sobre la herida, presionando firmemente para asegurarse de que se adhiriera bien a la tela. Para su sorpresa, la cinta se fusionó con la tela de una manera que el hilo nunca pudo. No solo cerró la herida, sino que también parecía reforzar la estructura misma de su cuerpo de tela.

— Sorprendentemente cómodo — admitió Alastor, una sonrisa formándose en su rostro de tela. — Y parece que aguantará -

Alastor se movió, probando la resistencia de la cinta. No hubo dolor, no hubo sensación de desgarro. Una sonrisa se dibujó en su rostro; esta podría ser la solución temporal que había estado buscando. Sabía que no era permanente, pero, si la cinta resistía más, le daría tiempo de encontrar una solución real.

✷ᴅᴏʟʟ✷ (ᴀᴘᴘʟᴇʀᴀᴅɪᴏ/ʀᴀᴅɪᴏᴀᴘᴘʟᴇ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora