Nuestra marca (1/2)

1.3K 146 16
                                    


Desde aquel que hicieron frente a Rorke, los ataques de la Federación eran más llevaderos. Difícilmente iban a rendirse pero al menos ahora estaban en mejores condiciones para repelerlos, y lo mejor de todo, todas sus misiones lograban ser completadas sin tener que lamentar alguna baja.

Keegan y compañía solían pasar algunas semanas lejos de casa, siempre habían sido leales a su deber como soldados pero ahora tenían más motivos, personales, para defender su hogar.

Y precisamente ese día, era el día en que Keegan debía regresar a casa.

Cuando ingreso a casa aspiro ese aroma, el de un hogar. Dejo sus armas a un lado mientras seguía caminando hacia el interior, desabrochándose las correas de su chaleco y arneses de sus armas, repartiéndolas de manera desordenada por su paso, después se ocuparía de guardarlas como era debido. Por ahora solo quería verte y recibir un abrazo tuyo, eso lo calmaba después de una larga jornada.

Su caminar lo llevo hasta la puerta de la que era su habitación compartida, toco tres veces la puerta con sus nudillos y después espero unos segundos, afinando su oído para poder escuchar tu respuesta, la cual no llego.

Curioso, entro a la habitación. Recorrió todo el lugar con su mirada pero no te veía aunque si logro escuchar algo más, el sonido del agua fluyendo en la regadera, al parecer te estabas bañando.

Tomo asiento en el borde la cama y espero pacientemente a que terminaras con aquello, esperaba poder sorprenderte y, con suerte, recibir una de tus dosis de cariño. En pocas palabras, era como un niño esperando su turno para ser mimado.

Mientras aquello pasaba, comenzó a desabrocharse la chaqueta que estaba usando y dejándola en el piso, no quería ensuciar la cama. Después se dobló un poco y comenzó a retirarse sus botas, seguido de su cinto y por último, su camisa. Pero cuando estaba a media tarea, con sus manos elevando aquella prenda ya por la altura de sus pectorales, la puerta se abrió y tú saliste por ella.

Estabas más que sorprendida, puesto que te habías quedado sin palabras. No solo Keegan había llegado el día prometo, sino que llego mucho antes de la hora que pensabas. ¿Y lo mejor? Estaba desvistiéndose y llegaste en el momento justo. Cuando tu vista se posó en ese perfecto abdomen marcado, enmudeciste y tragaste fuerte. No sabias si Keegan lo estaba haciendo a propósito o fue simple casualidad, pero maldición, querías tocarlo y que él te tocara.

Ciertamente habían logrado un avance en su relación, no cabía duda de eso. Cuando Keegan estaba en casa estaban juntos tanto tiempo como fuera posible, ya dormían en la misma cama, y los besos y abrazos se habían vuelto más que frecuentes entre ambos. Pero aún no había pasado nada más allá de eso, todavía no cruzaban esa línea que irremediablemente les llevaría a unir sus destinos por siempre.

Tu cuello aún no había sido marcado.

Y la tensión que existía entre ambos solamente se intensificaba con el paso del tiempo.

—Perdón...— apartaste tu mirada de su cuerpo, apenada. Lo cual no tenía sentido, el aún estaba prácticamente vestido mientras que a ti solo te cubría una toalla, el debería ser el tímido aquí, no tú.

La suave risita de Keegan se hizo escuchar, parecía que él pensaba lo mismo.

Sus manos soltaron su camisa, haciendo que la tela nuevamente bajara y su camisa se acomodara por si sola. Te miro por espacio de unos segundos, que se sintieron eternos, y extendió su mano hacia ti, invitando a acercarte a él.

Sin dudarlo fuiste hacia él, tomaste su mano. El cerró la suya sobre ti y te jalo hacia él, cuando estuviste más cerca, su otro brazo de rodeo por la cintura, encerrándote en un abrazo. Y lo entendiste, Keegan quería un poco de cariño.

¿Obligación o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora