Era aun de mañana cuando estabas tomando un baño, al terminar estiraste tu mano para poder alcanzar la toalla que habías dejado cerca para luego cubrir tu cuerpo. Diste un par de pasos hasta llegar al espejo frente al lavamanos, limpiando dicha superficie que se había logrado empañar por el vapor del agua. Secaste tu cabello con ayuda de otra toalla más pequeña mientras observabas tu propio reflejo, al momento de dejar tu toalla de lado y disponerte a tomar tu cepillo, una punzada te detuvo.
Te sujetaste con fuerza del lavamanos mientras tu cuerpo se doblaba, de un momento a otro todas las sensaciones se estaban volviendo más intensas. Tu misma piel se erizaba, aun humedecida y con algunas gotas sobre ella.
—No, no, no...por favor, no ahora— susurraste adolorida, finalmente dejándote caer de rodillas al suelo, con tus manos aun sujetas a la cerámica del mueble.
Finalmente había llegado el día, estabas en celo.
Cómo pudiste llegaste hasta la puerta, la abriste y saliste a la que era tu habitación. Ahora más que nunca agradecías que el baño estuviera contiguo a esta y no tuvieras que pasar por el pasillo. Fuiste a tropezones hasta la puerta de tu habitación y la cerraste con seguro, pero como eso no te pareció suficiente, empujaste un par de muebles para bloquear el acceso. Era simplemente cuestión de tiempo para que Gabriel o cualquier otro alfa, se dieran cuenta de tu estado.
Te sentaste con pesadez en el borde de tu cama, tratando de recomponerte un poco, pero no lo estabas logrando. Ya no solo era lidiar con los síntomas del celo, sino que también tenías que lidiar con el miedo a ser atrapada por Gabriel. La ansiedad que esto te causaba te quitaba el aire, querías llorar por verte atada a este destino, el tiempo se había terminado y nunca tuviste oportunidad de salir de ese lugar.
Respiraste profundamente, fuiste a tu armario y tomaste un poco de ropa limpia con la cual te cubriste. Después volviste a tu cama, te tumbaste en ella y te abrazaste con gran fuerza a una almohada. Querías ser más fuerte que tu propia naturaleza pero era tan difícil, tu cuerpo estaba en esta etapa que lo único que quería era a un alfa que aliviaría tus necesidades. Sujetabas la almohada imaginando que se trataba del torso de un alfa con el cual te acurrucabas, inhalando feromonas que evidentemente no había pero eso no detenía a tu cuerpo, el cual se frotaba con una imperiosa necesidad. Era tan frustrante saber que aquello no te daría el placer que querías pero era todo con lo que contabas. Por si fuera poco, aunque recién habías tomado un baño, ya podías sentir como tu ropa interior estaba comenzando a humedecerse. Juntaste tus piernas para ejercer presión, quizás un poco de alivio al presionarte a ti misma, pero nuevamente aquello no era suficiente.
Te sentías lo bastante caliente que fácilmente podrían confundirte con alguien con fiebre, tus pequeños gemidos solo ayudaban a empeorar tu estado.
Tal era tu desesperación, que incluso la idea de salir de la habitación y buscar consuelo en cualquiera de los soldados alfas que estaban afuera, se cruzó por tu mente. Sacudiste rápidamente tu cabeza y presionaste con mayor fuerza tu frente contra la almohada, no ibas a ceder ante tus impulsos más básicos. Tu podías con esto, solo debías soportar tanto como pudieras.
Ahí, acurrucada contra tu almohada, con algunas lágrimas cayendo por tus mejillas, comenzaste a susurrar el nombre de un alfa, llamabas a Keegan y no solo para que te salvara de Gabriel.
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¿Obligación o amor?
RomanceCuando el mundo está al borde de un colapso, el gobierno tomó una serie de medidas drásticas para asegurar la supervivencia de su nación. Dándole ahora a su población omega la obligación, y responsabilidad, de traer más alfas a este mundo y estos a...