¿Oyes eso?
Es el sonido de un grupo de unos niños corriendo por la calle de enfrente, los cuales deben estar saliendo de sus clases y yendo de regreso a sus hogares, con sus familias quienes les recibirán con los brazos abiertos mientras que en la mesa ya están puestos los alimentos que con mucho cariño prepararon para ellos. Niños que comerán todo de manera desordenada porque están intentando contarles a sus padres como les fue en su día.
Estaciono su vehículo al exterior una casa bastante grande, adornada con un par de bonitas plantas y árboles que habían logrado crecer a lo largo de este tiempo. Fue hacia la cajuela y de su interior saco un par de maletas, eran algo pesadas debido a que en su interior guardaban parte de su equipo. No era raro que saliera de la base usando parcialmente su uniforme, incluso escondía entre sus ropas su arma corta, solo por si acaso. Pero el resto si debía permanecer oculto, ser más discreto, nunca fue alguien a quien le gustara llamar mucho la atención.
Cerro la cajuela y tomo en cada mano una de las maletas para posterior caminar hacia la entrada principal de aquel sitio, eran apenas unos pasos, pero al llegar a la puerta debería detenerse, soltar las maletas e introducir sus llaves en el cerrojo para poder ingresar. Claro, también estaba la opción de simplemente tocar la puerta, o el timbre, pero era una vieja costumbre difícil de dejar.
Rebusco entre el bolsillo derecho de su pantalón hasta que encontró su juego de llaves, no fue una tarea fácil, había guardado ahí también un par de papeles ya innecesarios, un poco de basura de algún dulce que estuvo comiendo y quizás un poco de pelusa, cortesía de la lavadora de la base.
Apenas había puesto un pie dentro cuando se vio víctima de un ataque sorpresa, no tuvo tiempo a reaccionar a tiempo pues sus manos seguían sosteniendo las maletas. Recibir el primer impacto fue algo simplemente inevitable, dando de lleno en su abdomen. El segundo no tardó en llegar, esta vez impactando su pierna derecha, después llego un tercero que dio en su hombro izquierdo y finalmente un quinto, el cual dio justo en su frente.
Las maletas ya habían caído al suelo, al igual que su cuerpo que se desplomo inmóvil, cayendo sobre la suave alfombra en color rojo que habían colocado ahí por idea tuya.
El enemigo salió desde su escondite, debajo de la mesa del comedor, yendo a gatas hacia el cuerpo inerte de Keegan. Hizo una pequeña labor de reconocimiento, cerciorándose que no hubiera más enemigos a la vista, para después detenerse junto al cuerpo caído, admirando su trabajo, bajando descuidadamente su arma.
Fue en ese preciso momento que Keegan abrió nuevamente sus ojos y aprisiono entre sus brazos a su pequeño atacante, un niño de apenas unos diez años de edad. Esta vez fue el infante quien no pudo reaccionar, viéndose imposibilitado para huir, comenzando a retorcerse entre los brazos del hombre mayor, quien lo tiro al suelo junto a él.
—Nunca bajes la guardia, Alex...— comenzó a revolverle el cabello con cierta fuerza, pero no la suficiente para lastimarlo.
Mientras seguía escuchando los quejidos de su pequeño niño, observo como todos los dardos de goma que le había lanzado con esa pistola de juguete, estaban desperdigados por toda la sala. Iban a tener que recoger cada uno de ellos antes de que te dieras cuenta o ambos iban a terminar siendo castigados.
— ¡No es justo! Ya estabas caído... ¡Refuerzos!... ¡Solicito apoyo! — comenzó a gritar entre risas, sin lograr aun escapar de los fuertes brazos de su padre.
Esas palabras pusieron en alerta a Keegan, quien sin soltarlo, miro en todas direcciones. Había varios muebles por toda la sala que servían como un perfecto escondite para personas pequeñas como ellos.
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¿Obligación o amor?
RomanceCuando el mundo está al borde de un colapso, el gobierno tomó una serie de medidas drásticas para asegurar la supervivencia de su nación. Dándole ahora a su población omega la obligación, y responsabilidad, de traer más alfas a este mundo y estos a...