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— JIMIN —

— ¿Eso es todo? — me pregunta Jungkook, que ha estado serio la mayor parte del día, ignorando nuestro pequeño incidente de la mañana.

— Creo que por hoy si es todo, estoy demasiado cansado — me tiró en mi cama y él me mira desde una distancia prudente, casi que no alcanzo a reconocer a este Jungkook que se mantiene a raya — ¿Te pasa algo? — preguntó y pongo mis codos en el colchón y me levantó ligeramente para poder verlo.

— No, yo también estoy cansado, me voy a dormir — suelta y me da la espalda de inmediato saliendo de la habitación.

¿Qué demonios? Pienso, no entiendo sus cambio de humor, no entiendo cómo es capaz de convertirse en una persona completamente diferente en cuestión de segundo, eso me frustra y me irrita, sobre todo porque sé que no tengo derecho de reclamarle por absolutamente nada.

Yo suelto un bufido, me pongo en pie y voy al baño, allí me lavo la cara con agua fría mientras intento aclarar los pensamientos, me lavo los dientes y me pongo el pijama.

Regreso a la habitación, me hago espacio entre el montón de cajas tiradas y busco mi celular, cuando lo enciendo me doy cuenta de que no hay ningún mensaje, ni de Jungkook ni de Tae tampoco.

Apago las luces y me acuesto un poco decepcionado, pero intento dejar de ser un niño caprichoso y demandante, Tae no puede darme toda su atención porque ahora es un chico universitario ocupado y Jungkook tampoco puede darme su atención, porque realmente Jungkook no tendría porque darme su atención.

Ruedo en la cama y miro hacia la ventana que está en el lado izquierdo de la habitación, pienso en lo que sucedió esta mañana, pienso en el cuerpo de Jungkook encima del mío sobre mi cama, sé que hubo un momento, sé que algo pasó dentro de su cabeza y esa es la razón por la que ha estado actuando tan extraño, pero no puedo pregúntale porque ni siquiera yo mismo soy capaz de explicar lo que sentí en el estómago.

— ¡Ugh Jungkook! — gruñó y entonces me cubro la cara con la almohada de plumas y grito fuerte.

Me cuesta quedarme dormido, en parte porque algo muy en el fondo de mi espera que Jungkook entre en mi habitación en medio de la noche, no se para hacer que, o porque, solo espero verlo, pero eso nunca sucede, y yo no tengo de otra más que dormirme.

Esta noche extrañamente no tuve pesadillas, no hubo ningún sueño que me obligara a despertarme y levantarme agitado en la madrugada. Quizás se deba a que mi cabeza estaba demasiado ocupada en pensando en Jungkook como para dar espacio a nada más.

Me levanto temprano, con los primero rayos del sol, y me dirijo a la cocina, el día de hoy tenemos que viajar a la universidad de Flagstaff y no quiero que se nos haga muy tarde, sobre todo porque Jungkook es quien va a conducir y no confío demasiado en él.

— Buenos días — digo con el ceño fruncido, en mi cocina está la escena más extraña que espere ver jamás.

Mi madre está cocinando algo muy parecidos a los pancakes, y Jungkook está sentado en la isla de mármol en medio de la cocina, comiendo y platicando animadamente con Sthela, ¿De qué me perdí? — pienso, sintiéndome en  la dimensión desconocida.

— Hola, cariño — chilla mi madre emocionada.

Jungkook no me saluda ni se detiene a mirarme, solo sigue comiendo sus malditas fresas, parece que ha decidido hacer como que no existo, pero yo no sé la voy a dejar tan fácil, así que me siento a su lado en la barra.

— ¿Quieres pancakes?

— Supongo que si — respondo, llevándome una fresa grande a la boca — ¿Desde cuando cocinas?

— El hecho de que no me guste hacerlo no significa que no puedo hacerlo — suelta mi madre, casi como un trabalenguas.

— ¡Ajá! — asiento, todo esto me sigue pareciendo demasiado extraño, pero decido ignorarlo.

Me meto la fresa a la boca, solo hasta la mitad y la muerdo lentamente porque siempre he tenido debilidad dental, y no deseo un calambre de dientes, me tomo mi tiempo con la fruta, dándole mordiscos pequeños y chupándome todo el jugo de ella, hasta que me doy cuenta de que Jungkook me está mirando fijamente.

Yo ruedo mi cabeza a un lado y la observo de la misma forma en la que él lo está haciendo, Jungkook no tiene una sonrisa en  su rostro, no tiene esa expresión divertida que suele caracterizarlo, por el contrario, el hombre me mira atentamente con sus ojos penetrándome el alma.

— No hagas eso — me dice, como una orden más que cualquier cosa.

— ¿Hacer que? — abro los ojos porque no entiendo a lo que se refiere.

Él no responde, pero agarra la fresa a medio  comer y me la quita de los labios.

— Que tú seas un adolescente precoz que no es capaz de ver a un chico comiéndose una fresa no quiere decir que yo deba dejar de comérmela — le retó, y toma otra fresa del frutero.

El traga saliva y niega con la cabeza.

— Te lo estoy diciendo como una advertencia, Jimin, no me provoques si no estás dispuesto a hacer algo al respecto — dice bajito, acercándose a mi, y esta vez soy yo quien tiene que tragar saliva porque de repente me siento la garganta seca.

Mi madre hace desayuno como para diez personas y nosotros lo comemos juntos, hablamos un poco, o bueno, mi madre y Jungkook hablan un poco porque entre él y yo se ha desencadenado una tensión que no sé cómo describir, solo sé que se siente extraño, como si ambos supiéramos que queremos algo del otro, algo que no somos capaces de pedir.

Algo que sé que no debemos de pedir.

Me hago la nota mental para alejarme de él, para apartarme físicamente tanto como me sea posible, evito incluso rozar su rodilla por debajo de la barra.

— ¿Listo para terminar de empacar? — me pregunta Jungkook después de que mi madre nos dejara solos para irse a trabajar.

— Supongo que sí — susurro.

Jungkook se pone en pie y extiende su mano derecha hacia a mi. Yo la miro con atención y la acepto, poniendo mi mano que es mucho más pequeña, sobre la de él.

Jungkook sonríe y de inmediato una corriente eléctrica me recorre atravesando mi espina dorsal.

¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! — pienso.

¿Desde dónde me leen?

Bajo sus sábanas ; fanfic kmWhere stories live. Discover now