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— JUNGKOOK —

Jimin me está provocando, no sé si lo hace sin intención porque es muy estúpido o si de verdad lo está haciendo a voluntad, no sé si se trata de mi imaginación, pero no puedo dejar de verlo desnudo sobre la cama y tengo que alejar esa imagen de mi cabeza, no solo porque es el novio de mi hermano, que es lo que menos me importa en realidad, si no porque somos vecinos, nuestras familias son amigas y nunca me ha gustado todo ese royo de mezclar placer con cercanía.

— ¿Compraste un nuevo colchón? — le preguntó y él me mira confundido.

— ¿Se suponía que tenía que hacerlo?

Yo suelto un bufido y me llevo un par de dedos al puente de la nariz — ¿Tú acaso crees que vas para un motel cinco estrellas o qué? — le preguntó de manera retórica.

— No...

— Tienes que llevar un colchón, nos estamos mudando, Park, utiliza el cerebro que no lo tienes de adorno — digo, más que alto de lo que me abría gustado.

Pero es que él es exasperante, casi siento que se comporta de manera estúpida para hacerme enojar.

— Podemos llevar el mío — señala la cama.

— ¿Y cuando regreses a casa?

— ¿Lo traemos de vuelta? — responde, y al ver sus ojos me doy cuenta de que él de verdad cree que esa es una buena idea.

— Traemos me suena a muchos, y yo no voy a acompañarte siempre que se te de la gana venir — le recuerdo, — ¿O es que creíste que sería tu niñero personal?

— No — él se toca las manos de manera nerviosa.

Yo respiro profundo, tratando de no perder los nervios, y sin pedirle permiso tomo las llaves de su auto.

— ¿Para dónde vas?

— ¿Tú a dónde crees? A comprarte un colchón — ruedo los ojos, lo dejo solo y casi puedo escuchar una sonrisa que se está escapando de sus labios.

Salgo de la casa y me subo al auto aniñado de Jimin, conduzco hasta el almacén más cercano y compro el primer colchón que se me atraviesa en el camino, no me detengo demasiado a pensar en sus características porque yo no debería estar haciendo esto, nunca me ha gustado hacer cosas por otras personas, es que ni siquiera me he animado a tener un perro porque sé que tengo que sacarlo al parque, recogerle la mierda y darle afecto y yo no soy esa clase de persona , no soy del tipo que se compromete.

Aunque mientras salgo del almacén y el encargado me ayuda a llevar el colchón hasta el auto, me siento como si después de todo si hubiera adoptado a un perro. He adoptado a Jimin.

La sola idea me pone los pelos de punta.

Cuando llegue de regreso a casa de los Park ya ha terminado de anochecer, él es demasiado lento, se suponía que hacía dos horas deberíamos habernos ido.

— Cariño, ¿ya llegaste? — él baja las escaleras y me saluda de manera socarrona pero yo no estoy de humor para sus bromas.

— Muévete, Jimin — a él se le borra la sonrisa del rostro y me sigue a su habitación.

Una vez allí, terminamos de empacar todas sus pertenencias, la mitad de ellas las subimos en el auto y la otra mitad, las más grandes, en el camioncito que hemos alquilado para que nos haga la mudanza.

La mamá de Jimin llega antes de que nos hayamos ido.

— Corrí para poder despedirlos, aunque, ¿No les parece que ya se hizo demasiado tarde? — nos pregunta.

— No, estamos a tiempo — contesto rápidamente, no quiero alargar más el asunto.

— Si mamá, estaremos bien — veo como Sthela y Jimin se miran y como no quiero ser testigo de una escena cursi y romántica salgo de la casa y les doy su espacio.

Llego al patio trasero e intento normalizar mi respiración, trato de calmar la agitación en mi pecho, pero no puedo, así que saco una bolsa trasparente pequeña y me armo un porro.

Lo pongo entre mis labios y me lo fumo, sintiéndome inmediatamente más descansado, la marihuana siempre tiene ese efecto en mi, me relaja, me calma, tal y como yo veo las cosas me vuelve alguien un poco más sensato.

Vuelvo al frente de la casa, Jimin y su madre ya han salido y me están esperando.

— ¿Listo para irnos? — le preguntó, él me mira con el celo fruncido, pero asiente de inmediato.

— Te llamaré en cuanto lleguemos — le dice Jimin a su madre.

Yo evito acercarme mucho a ellos, así que me despido con la mano de Sthela y espero a Jimin en el asiento del piloto.

Jimin entra en el auto después de unos minutos y hace un gesto gracioso con la nariz.

— ¿A qué huele aquí? — pregunta.

— A nada — respondo y enseguida enciendo el auto y piso el acelerador.

El carro de la mudanza no nos sigue, porque se ha hecho muy tarde para ellos, así que Sthela les pidió que nos llevaran la mudanza al día siguiente.

Conducimos en silencio por la carretera, hasta que Jimin pone música muy bajita, tan bajita que siento que me arrulla, creo que haberme fumado un porro antes de un viaje de tres horas por carretera y en la noche no fue la mejor de las ideas.

Siento que mis ojos se cierran, pero me esfuerzo por mantenerme despierto, Jimin no se da cuenta de nada de esto porque está concentrado en la vista de su ventana. Y yo tampoco quiero que él se de cuenta porque es un completo loco y lo que menos quiero es que me arme un espectáculo a mitad del viaje.

— ¡Jungkook! — escucho que me gritan a lo lejos. — ¡Jungkook! — Jimin me zarandea con fuerza y yo veo la luz blanquecina que se acerca a toda velocidad hacia nosotros.

Reaccionó, mi corazón comienza a palpitar con fuerza contra mi pecho y muevo el volante en la dirección opuesta a la luz, oigo que Jimin suelta un grito y nosotros nos salimos de la carretera hacia un lado.

El auto se detiene, y miro a Jimin, no sé si está enojado o tiene miedo, pero me mira con cara de pocos amigos.

— Estás drogado — sisea y entonces entiendo que está cabreado.

Muy cabreado.


¿Les está gustando?

Bajo sus sábanas ; fanfic kmWhere stories live. Discover now