Capitulo 7: El juramento.

15 3 0
                                    

Semanas más tarde de la "guerra" virtual con la ciudad de la luz, de que todos despertaran y tratan de seguir sus vidas a pesar de las locuras que hicieron cuando estuvieron bajo el dominio de ALIE, intentaron no pensar o hablar de aquellos días, seguir adelante, vivir en paz con los terrestres y estos con el Arka.

Lejos de ahí, en el bunquer de Kalisto. 

Lexa mejoraba a prisa, pero eso eran ansias por salir, Kalisto salía a cazar pero no la dejaba que la acompañara, nadie sabía que estaba viva, y siempre decía que antes de salir a la luz ella, Kalisto, debía allanarle el camino, asegurarse que nadie intentaría matarla de nuevo, a fin de cuentas era la comandante, un cargo deseado. Ésta le costaba caminar, y de hecho se necesitaba de unas muletas, su cuerpo estuvo demasiado tiempo en letargo y rígido y eso no era bueno, afortunadamente Kalisto era una buena sanadora y además su estrella la enseño más conocimiento de medicina de los Arkadíanos, a la cual, lamentaba a verla conocido, todavía estaba dolida, a verla visto con otra persona en aspecto cariñoso, le hacía que su corazón se partiera, al regresar de una de sus rutinas, sacar información a los aldeanos cercanos, hacer un poco de trueque por sus presas y conseguir víveres y licor para celebrarlo. Al entrar en el bunquer se encontró a una Lexa a punto de salir por la puerta.

Kalisto—Vuelve a entrar.—grito mientras la empujaba hacía dentro.

Lexa—Necesito salir.—decía como si de una niña pequeña se tratara.

Lexa bajaba con dificultad por las escaleras, una vez en el suelo, cogió a regañadientes sus muletas y se dirigió al sillón para sentarse y esperar la bronca de Kalisto. Ésta bajo con toda su carga, ni la miro, empezó a vaciar su mochila poco a poco, como intentando organizar todo lo que tenía, saco una botella, y cogió dos vasos, los relleno y uno se lo ofreció a Lexa, ésta dudosa lo cogió...

Kalisto—No voy a envenenarte.—salto con ironía, dando un trago al vaso y rellenándolo de nuevo.

Lexa—No sé qué pensar no me dejas salir, me tienes encerrada.—parecía realmente molesta.

Kalisto—¿Te has visto bien?

Seguía con su tono irónico mientras bebía, cogió una silla y se sentó enfrente de su amiga, dejando la botella sobre la mesa, donde una vez estaba el ordenador de Becca, el cual estaba puesto en una estantería con unas velas a su lado, como si fuera un altar a su memoria. Lexa bebió de un trago su vaso y le indico que le echara más, Kalisto sonrió divertida y así lo hizo. 

Kalisto--¿Qué quieres hacer primero?—pregunto cansada, ya sabía su respuesta, pero debía hacérsela.

Lexa—Quiero ir a Polis.—salto seria.

Kalisto—Negativo... que quieres hacer primero.

Lexa—¿Ir al campamento de Arkadia?—pregunto dudosa... en el fondo no sabía que decirla, pues esas siempre eran sus respuestas.

Kalisto—Negativo... que realmente quieres hacer.—volvió a preguntar mirándola a los ojos mientras seguía bebiendo de su licor.

Lexa—Quiero ver a Clarke.

Dijo al fin, en el fondo siempre quería decirlo, pero no sabía si su amiga, una guerrera legendaria y que la superaba con creces en las habilidades de la guerra quisiera descubrir que su amiga tenía una debilidad, una debilidad rubia. Pero sus palabras eran firmes, estaba decidida que esta vez saldrían y quería ver a Clarke, lo necesitaba con urgencias, necesitaba recuperar lo que dejaron en la ciudad de la luz, saber si realmente la quería, o solo era simplemente agradecimiento de salvarla y así ella misma ser carnaza para conseguir su objetivo. Kalisto paso su mano derecha por su cabello pensativa, suspiro... se levanto de su silla.

Kalisto—Antes de ir a verla deberás camuflarte.—decía mientras de la mochila sacaba ropas, ropas del pueblo celeste.—Creo que elegí bien. Las cosas son muy diferentes afuera, y aunque exista paz, porque ahora respectan más al pueblo celeste por salvarles, los clanes siguen molestos por tu muerte. ¿Qué crees que harían si supieran que estás viva?

Lexa—Quizás me obligarían a hacerles la guerra.

Kalisto—Lo sé, pero tengo una nueva noticia para ti, ya no eres la comandante, así que eres un posible problema. Además el conclave a muerto.—decía apenada, hacía días que lo sabía, y sabía lo que esos niños significaban para su amiga.

Lexa—Aidan...--decía apenada.

Kalisto—TODOS... Ontari los mato para no tener más competencias, lo que tú en su día eliminaste del conclave, de la ley, de la tradición, ella lo hizo a sangre fría... por lo cual, creo que solamente tú y Luna sois las únicas Sangre Nocturnas de todo el mundo.

Lexa—Luna...--dijo entre dientes rabiosa.

Kalisto—Tranquilízate, no es uno de tus problemas y si se te acerca no me importara terminar lo que empezaste. Has de entender una cosa Lexa... ya no eres comandante, ya no tienes ejércitos, ya no eres parte de la coalición que creaste, ahora eres una simple guerrera.—Lexa parecía que su mundo se le vino encima, pues se cayó por completo sobre el sillón pesada.—Pero... eres una guerrera con guardián. Ése es mi cometido, donde tu vayas yo iré... lo que tú hagas yo lo aré, solo acataré tus ordenes, de nadie más. Y si crees darme una orden para dejarte a solas, para que vuelvas a ir a una batalla sin mí a tu lado estas muy equivocada, este es mi juramento Lexa y no hay vuelta atrás.—La extendió el brazo para zanjar su pacto.

Lexa--¿Por qué? ¿Por qué siempre has hecho todo, porque has estado ahí...?—decía dudosa sin estrechar el brazo que tenía enfrente.

Kalisto—Jure a tu madre que te protegería con mi vida misma si hiciera falta.—decía apenada, una lagrima traicionera descendía por su mejilla, por aquel recuerdo feliz y amargo a la vez.

Lexa—Me juras lealtad...juras protegerme por encima de todo, a no cuestionar mis órdenes...--extendió el brazo para hacer oficial su pacto, Kalisto retiro el suyo, Lexa se quedo dudosa.

Kalisto—Lo juro todo, menos que algunas de tus ordenes las cuestionaré, si me ordenas dejarte sola en plena batalla, ir a misiones secretas sin mi... créeme que no me querrá ver enfadada. Seremos una... tu mi comandante, yo tu sombra acéptalo o no sales de estas paredes.

Volvió a extender su brazo, Lexa lo estrecho con fuerza, aceptaba sus condiciones, al fin de cuenta ella ya no era comandante, así que podría cuestionar sus ordenes, y le había jurado a su madre que la protegería siempre, así que a ese pacto tampoco se podía negar, abría condiciones pero simples aceptables para su nueva vida, su vida tranquila en paz y quizás con amor.

Ángel Guardian (Lexa y Clarke)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora