Capítulo 14. Confiar en el destino.

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Daban las doce de la noche ya y los dos chicos seguían acurrucados en la cama entre caricias y suspiros. No hablaban pero era un silencio cómodo. Paul cogió su móvil y al ver la hora pensó en que tendría que irse aunque lo que más le apetecía en ese momento era quedarse en el que parecía ser su lugar favorito, el espacio entre el cuello y el hombro de aquel chico de rizos que había llegado con su torpeza a primero tirar cosas en la tienda donde trabajaba y ahora desestabilizar el latido de su corazón.

Álvaro por su parte veía al otro recoger sus cosas y vestirse mientras pensaba en que realmente no quería que se fuese pero no sabía cómo plantearle el quedarse a dormir, ya que apenas se conocían. Lo cierto es que pensaba, que a pesar de haber ido rápido al principio le gustaría ahora quizás bajar un poco el ritmo y conocer más a ese chico ahora moreno que era el dueño de cada uno de sus suspiros desde hacía unas semanas.

Una vez Paul lo había recogido todo el chico de rizos se levantó y le acompañó a la puerta mientras pensaba en cómo pedirle el teléfono. Ya en la puerta se despidió de él con un abrazo y un pequeño beso en la mejilla, aunque le supo a poco pero no se atrevió en ese momento a darle un beso en los labios.

Álvaro lo dijo:

- Oye tú, ¿no vas a pedirme el teléfono?

El ahora moreno sonrió y vacilándole dijo: - me apetece confiar en el destino. Y tras besarle en los labios desapareció por las escaleras del edificio.

Álvaro todavía seguía procesando la situación y no se le iba la sonrisa de la cara al recordar todo el tiempo que había pasado con Paul. Cerró la puerta suspirando.

Paul por su parte ya en la calle respiraba el aire fresco de aquella noche y pensaba en lo maravilloso de las casualidades mientras que un Álvaro ya más recuperado volvía a su habitación pensando en esa confianza en el destino y en cómo el destino estaba realmente en sus manos ya que en un folio bajo su escritorio tenía apuntado el horario de trabajo del chico de la tienda de abajo que ahora hacía que su pecho latiera desbocado. 

Au Polvoron. Tenías que ser tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora