El pasillo de setos podados con precisión que podía ver a través de las rejas daban la bienvenida a una mansión de blanco impoluto. Dos plantas, expansiones a ambos lados, en perfecto estado. Y poco más podía ver Harper desde el otro lado de las rejas, aparte de las enormes iniciales "J" y "M" que coronaban los barrotes.
—Parece todo muy tranquilo —indicó el conductor que le había llevado hasta allí—. Tras la muerte del señor Milligan, nadie me había pedido volver.
Con una calada de humo, Harper dirigió su mirada a la derecha, donde esperaba un carruaje privado. Lo había visto ya hacía un par de semanas, cuando la viuda Naohan se marchaba de su despacho tras haberle contratado.
«¿Por qué no había aparcado dentro?»
—Puede marcharse —ordenó Harper entregándole diez libras al conductor—. Ya me las ingeniaré para volver.
Con una inclinación de su sombrero de copa y un "¡Arre!", el conductor se marchó por el único camino que salía de la mansión. Harper esperó a que se alejara lo suficiente mientras saboreaba su cigarrillo. No quería que hubiera testigos.
Descartado el entrar escalando, tiró el cigarrillo al suelo y se agachó frente a la cerradura, dispuesto a poner en práctica su habilidad con la ganzúa. Sin embargo, en cuanto la introdujo, la puerta cedió a su contacto. Agarrando el barrote, fue empujando poco a poco para no alertar a los residentes, y mucho menos avisar a Naohan que estaba allí.
Usando arbustos como protección, fue avanzando hacia el enorme edificio, caminando por fuera del camino empedrado. Según avanzaba, el dolor en su muñón se iba haciendo más agudo. Algo no iba bien. La verja estaba abierta y los setos, a pesar de que en la distancia parecían perfectos, en la distancia corta se los podía ver descuidados, al igual que la altura de la hierba que estaba pisando. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue que el carruaje de Naohan estaba fuera, y no en el interior de su mansión.
Las cortinas de las habitaciones permanecían echadas y no salía ningún ruido del interior. Solo podía escuchar el sonido de sus disimuladas pisadas y las aves cantando en la distancia. De hecho, sus sospechas se afirmaron en cuanto llegó a la puerta principal, ni siquiera estaba cerrada del todo. La mansión Milligan estaba abandonada, de eso no le cabía duda.
Tal y como hizo con la verja de entrada, sujetó la puerta y empujó con cuidado, asegurándose de que no hacía nada de ruido. Avanzó despacio, luchando porque el suelo de mármol blanco le delatara. Pero su mirada fue directa a las paredes desnudas, con la excepción del rastro con forma de cuadrado negro. Ningún cuadro adornaba el recibidor, al igual que las estatuas, jarrones o cualquier decoración que pudiera tener algún valor. Era probable que el servicio, tras su despido, decidieran llevarse el finiquito.
Desde su posición echó un vistazo rápido por las puertas abiertas, divisando las salas vacías de la planta inferior, pero un estruendo desde arriba captó su atención. Agazapado, Harper subió la escalera de mármol, apoyado en la curva pared, sin perder de vista los últimos escalones. El estruendo de un jarrón convirtiéndose en añicos ocultó sus pisadas hasta el final.
Un largo pasillo desnudo, solo con las marcas de cuadros y alfombras como cadáveres del pasado. Los gritos de frustración sonaban lo bastante lejos como para avanzar sin tener que preocuparse en exceso. Se acercó a la pared de su derecha para poder usar la mano y se asomó lo mínimo necesario por el marco de la puerta. En su interior, una enorme cama cubierta de telas rosas. Demasiado para la habitación de un adulto. El armario, abierto de par en par, contenía media decena de vestidos casi intactos. Lo más curioso que, salvo la ropa de gala, no había nada más.
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EL CUERVO NEGRO
Mystery / ThrillerUn zepelín ha sido atacado por la avioneta del Cuervo negro. Nada extraño, si no fuera porque su piloto lleva muerto cuarto años. Acompaña en este nuevo caso al detective Harper y su compañera Elise por las humeantes calles de Londres, y descubre qu...