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Un tenso silencio cubrió al público, con la mirada fija en el intruso. En realidad, todos actuaban a la vez, imitando el gesto de incredulidad de Liften. El líder había palidecido y abría y cerraba la boca sin creer lo que estaba pasando.

—No es posible...

—Parece que has visto un fantasma. —Naohan saboreaba las palabras con una sonrisa victoriosa—. ¿O ya me dabas por muerto?

—¡Es imposible! —Su cuerpo temblaba como sus palabras —. ¡Yo te maté! ¡A tí y a tu marido!

Zac y Elisa abrieron los ojos, sorprendidos por su declaración. Sin embargo, Harper soltó otra nube de nicotina. Solo necesitaba la confirmación de lo que ya sospechaba.

—¡Se ve que te equivocaste al confirmar muerte! —La voz masculina de Kirsty era tan creíble que el detective dudó de su verdadera identidad—. ¡Igual deberías venir a comprobarlo!

Esa era su señal.

—Salid de aquí —susurró Harper agazapándose y volviendo a cubrir su rostro con una capucha—. Las cosas se van a poner feas.

Zac miró hacia atrás. Los policías que bloquearon su huida estaban allí de nuevo, pero absortos en las palabras del fundador. Sin embargo, también habían llevado sus caballos, que relinchaban nerviosos. Eran su método de huida.

—¿Y tú? —preguntó Elisa con clara preocupación.

—Debo acabar mi investigación.

—Entonces... —Zac empezó a tirar de su mano para alejarse en dirección contraria a su amigo—. Buena suerte.

Sonrió antes de fundirse de nuevo en la multitud, atenta de los lentos y amenazantes pasos de Naohan. Avanzaba tranquila, asegurándose de que todo el mundo la observara.

—¡¿De qué tienes miedo, Liften?! ¡¿No vas a venir?! —Volvió a provocarle, cruzándose de brazos bajo la túnica roñosa y que apestaba a cerveza Miligan

Nadie se atrevió a reaccionar, apartándose de su paso mientras avanzaba hacia el escenario. Liften, superado el susto inicial, al fin reaccionó.

—¡Detenedle!

Varios de los que rodeaban a Naohan dudaron unos instantes, hasta que uno se atrevió a dar un paso al frente, dispuesto a agarrarla. Al segundo después se encontraba en el suelo, gimiendo de dolor mientras se sujetaba un corte humeante que le salía de la pierna.

Naohan no dijo nada. Se limitó a levantar el florete en perfecta verticalidad, recuperando su posición de defensa. Desde detrás del filo miró desafiante a Liften, que ya estaba sustituyendo su miedo por rabia.

—¡Cogedlo!

La muchedumbre empezó a acercarse a Naohan pero, en el instante en que entraban en su rango, un rápido y certero tajo humeante los hacía caer al suelo fuera de combate. Kirsty tumbó a varios más cuando, de pronto, empezó a correr hacia el escenario.

Liften no dudó. Con un chasquido llamó la atención de enorme guardaespaldas que tenía a su derecha, y después señaló a Naohan. No necesitó más indicaciones para lanzarse a por la espadachina.

Un tajo en la pierna, o en el hombro del que estiraba la mano para atraparla. Cortes precisos que dejaban fuera de juego a sus rivales con su florete untado de alcohol. El arma perfecta para no herir de muerte a los inocentes ciudadanos, pero no para detener al gigante de negro que corría a por ella. Para ese tenía otro plan.

Con un salto al frente, cortó el muslo de la mujer que le separaba del gigante. Aprovechó mientras caía al suelo para agarrar el gatillo de su otra arma y sacarla de la túnica. El gigante se abalanzó sobre ella, incapaz de esquivar el fúsil que apuntaba a su cabeza, ni los dos disparos que salieron desde la multitud para desviar su agarre. La tercera bala impactó en su cabeza, haciéndola desaparecer en una masa negra y viscosa.

—¡Paradla! ¡Haced algo! ¡Vamos!

Liften parecía desesperado ante el avance de Naohan, quien aprovechó para cargar la última bala del fúsil con otro de sus característicos giros. Después, sin miedo, le apuntó, pero el otro gigante negro saltó a cubrirle. Era un farol, y Liften se lo había creído.

—¡¿Tienes miedo después de haberme matado una vez?! —La amenaza de Naohan, acompañada de una risa maliciosa, provocaron la rabia del fundador

—¡Aparta! ¡Ve a por ella! —Empujó al gigante y señaló a su rival, que avanzaba tranquilo a por él, a apenas una decena de pasos.

El gigante saltó del escenario, dispuesto a correr a por ella, pero dos disparos certeros en los hombros le hicieron detenerse y erguirse el tiempo suficiente para que un tercero volara su cabeza. Naohan saboreó su victoria sosteniendo en alto su fusil, mirando a través del humo del cañón a su antiguo amigo.

Ya dejaron de bloquear su paso. Volvió a colgarse el arma dentro de la túnica, mientras mantenía baja el filo del florete. Avanzó con paso tranquilo, arañando con la punta el suelo, provocando un chirrido agudo que mantenía la atención de todos los presentes. A pocos metros del escenario, Naohan se detuvo, clavando sus ojos rojos en el autor de toda aquella locura.

—Se acabó, Liften. —Sus palabras cortaron el aire en una amenaza implícita.

Pero cuando el fundador quiso abrir la boca, un chasquido a su derecha le hizo detenerse.

Clack.

Miró de reojo el revólver recién cargado que le apuntaba a la cabeza desde su derecha. Tras una nube de humo, Harper encañonaba al asesino confeso de su caso.

—Fredick Liften, queda detenido por el asesinato de Josh Miligan y Artair Naohan.

EL CUERVO NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora