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La oscuridad no terminaba de cubrirlo todo, iluminados por las intensas estrellas. Caminaron tranquilos, rompiendo el silencio con el crujir de la arena bajo sus pisadas. Tras menos de una hora de paseo ya empezaron a divisar su objetivo.

—¿Crees que es buena idea? —preguntó Kirsty apoyada en la verja de madera roja.

—Ahora mismo es lo mejor que tenemos —murmuró Harper soltando humo en sus palabras—. Además, le conozco... Más o menos.

—¿Cómo que "más o menos"? —Pero la voz de Kirsty desapareció entre los ladridos de los perros, nerviosos por los intrusos.

A lo lejos, las luces de la entrada a la finca no tardaron en llegar, acompañado de las quejas del anciano cazador. Asomaba sosteniendo algo en alto. No necesitaron que estuviera más cerca para saber que se trataba de un fusil.

—¡¿Quién está ahí?! —preguntó el viejo McKraven con la boca llena. Le habían interrumpido la cena.

—¡Si se lo cuento no me va a creer!

Con total confianza, levantó el seguro de la verja y empujó la puerta. El cazador se acercó hasta ellos levantando una lámpara de fuego. Tras varios segundos de confusión mirándole, le reconoció al fin.

—Señor Juuuns...

—Jules, Gregory. Frederick Jules. ¿Me recuerda?

El tono de voz de Harper era muy diferente al de antes. Calmado, conciliador y con el cigarro en la boca, parecía el amigo de la familia que siempre llega en la cena para pedirte gasolina, como era su caso.

—¡Valiente canalla! —gritó el cazador con una socarrona carcajada, apartando el arma y asegurando la puerta para que los perros no salieran a por los intrusos—. ¿Qué hace aquí de nuevo?... —Dudó al ver su estado, lleno de barro y alguna herida tras el combate con los monstruos-bebida de la mansión—. ¿Están heridos?

—Unos pocos rasguños —respondió Harper, pero McKraven permaneció con la mirada fija en Kirsty.

—Nunca pensé que volvería a ver esa mirada, Naohan —sentenció tajante, alargando la mano hacia la mujer.

—Me alegro de verle tan bien, capitán.

Harper permaneció varios segundos en silencio, cambiando la mirada de uno a otro, hasta que comprendió que se conocían, y además sabía que...

—No ponga esa cara. —Sonrió mientras encajaba su mano con la de Kirsty—. Los que conocíamos a su padre sabíamos el secreto de los hermanos, pero su sobresaliente capacidad militar mantuvo a todos los curiosos en silencio.

—Y siempre le agradeceré que me ayudara a proteger a mi hermano.

—Entonces es cierto.

Una sombra se cernió sobre sus rostros sin siquiera alguna palabra más para confirmarlo.

—Pensé que el accidente con el Cuervo Negro en el zepelín de Milligan... —mencionó el cazador, uno de los pocos testigos del suceso.

—Fue Fredick Liften. Al final cumplió su amenaza.

McKraven permaneció varios segundos en silencio, asimilando la noticia. Parecía consciente de lo que estaba pasando, solo esperando a que la información fuera confirmada.

—Ese maldito verde. —Escupió al suelo—. Siempre supe que no era trigo limpio. Y esa diarrea de vaca que tiene como bebida... —Con un gesto de cabeza nos señaló para que le siguiéramos—. Mi querida Sharon está enganchada desde que la probó.

Kirsten y Harper cruzaron miradas. El detective, con suma discreción, apartó la gabardina para mostrar el revólver en su funda mientras negaba con la cabeza. Ella apretó los dientes y miró a los lados, buscando un arma... Fingió un tropezón, hincando la rodilla en el suelo junto a algún quejido de dolor.

EL CUERVO NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora