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—Tenemos problemas —murmuró Harper asegurando la carta en su gabardina y retirando el seguro de su revólver.

No perdía detalle de la botella de cristal, y el líquido espeso en su interior que no tardaría en moverse.

—Lo ha logrado —desveló Naohan con apenas un hilo de voz. Sus palabras desconcentraron a Harper quien, sin dejar de apuntar la temblorosa botella, miraba a la mujer en tensión.

—¿Ha logrado? ¿Quién? ¿El qué? —Ante su mirada, la botella empezó a dar pequeños y tintineantes saltos.

Bang.

Disparó demasiado tarde. La viscosa masa negra ya había salido de la botella cuando estalló en añicos. Con una ágil finta lateral esquivó otro disparo, y reptó directo a por Harper. Saltó a su cara, esquivando una tercera bala, pero no pudo evitar el bateo que le golpeó de lleno. Tal fue el impacto, que Kirsty lanzó la silla contra la pared, aplastando la masa negra y dejándolo todo pegado. Harper permaneció apuntándolo con la pistola en alto, mirando de reojo a Naohan. Demasiado tranquila, demasiado entera, y demasiados secretos.

—Sabes a la perfección lo que está pasando, ¿verdad? —gruñó el detective echando de menos su cigarro, lo único que le calmaba el punzante dolor del brazo. Sin embargo, Kirsty no respondió, incapaz de apartar la mirada de la masa pegada en la pared—. Naohan, necesito saber qué demonios ocurre...

La masa negra poco a poco fue expandiéndose, reptando por las patas de la silla, absorbiendo el resto en su cuerpo. Devorando. Creciendo.

—Esto es más grande de lo que temía —musitó Kirsty sin apenas voz.

Harper quiso debatirla, pero un proyectil voló directo a por él, arrancando su vacía manga derecha. Se lanzó al suelo, esquivando el resto de astillas que trataban de perforarle. Desde el suelo pudo ver cómo la masa estaba tomando la forma de un humano, solo pegado a la pared por los fragmentos de silla que todavía le atravesaban.

Desde su posición, el disparo lo bloqueaba Naohan, que permanecía estática en su sitio, incapaz de moverse, como si estuviera hipnotizada. El cuerpo viscoso iba ganando más tamaño, y usaba sus manos y piernas para empujar la pared, luchando por salir de su prisión.

Las balas eran inútiles, pero una botella rectangular mediollena de líquido marruzco era lo que necesitaba. Se impulsó con las piernas para lanzarse contra su salvación. Lo cogió por la boquilla y gritó con todas sus fuerzas.

—¡Naohan! ¡Aparta!

El lanzamiento fue perfecto, volando directo a la mujer mientras ella... No se agachaba. Todo lo contrario. Situó su mano derecha sobre el hombro contrario, dando un pequeño paso hacia atrás para reposicionarse. Ese sutil movimiento la alejó lo suficiente del monstruo para, al instante siguiente y sin siquiera mirar, atrapar la botella por el tapón.

El impacto contra la cabeza rugiente del monstruo fue preciso, más de lo que Harper se hubiera imaginado. El cristal quebró, y el contenido alcoholizado bañó la masa negra. Al instante empezó a derretirse, perdiendo su forma humanoide para volver a la de un líquido negro humeante que no dejaba de soltar pompas.

Naohan dedicó unos instantes a ver el monstruo deshacerse, antes de girarse en dirección a Harper. En sus ojos carmesí no había duda, y en su firme mano nada de temblor. Con un preciso tirón, ayudó al detective a recuperar la verticalidad, mientras en su mente trataba de analizar todo lo que estaba sucediendo.

—¿Quién narices eres, Naohan? —preguntó Harper soltando su mano, tratando de buscar una solución directa a sus dudas.

A pesar de todo, su aura gélida volvió a abrazar el ambiente. No estaba paralizada, solo esperando la oportunidad para un ataque preciso. Y nada de eso lo podía hacer un simple civil. Sostuvo la mirada con él, pero, justo cuando intentó abrir la boca, un sonoro estruendo proveniente de las escaleras llamó su atención.

EL CUERVO NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora