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El mundo se detuvo durante unos instantes, conteniendo el aliento, sin perder detalle de lo que estaba pasando. A Harper no le temblaba el pulso, ni a Liften el labio. De hecho, ni siquiera pestañeó cuando el cañón del revolver le apuntó a la cabeza.

—Se acabó el juego, Liften. —La voz de Naohan habían vuelto a ser aguda, desvelando su verdadera identidad.

Fue en ese momento cuando Fredick sonrió, dejando que una pequeña risa brotara, y al poco se convirtió en una carcajada que trató de ocultar tras sus manos.

—¡Todo era mentira! —gritó consolado, mirando a Kirsty entre sus dedos.

La mujer, enfadada por la reacción, rugió apretando el sable.

—¡La verdad es que asesinaste a mi hermano y a su marido!

—¡VASTA!

La carcajada desapareció. El viento dejó de soplar, y el público contuvo el aliento. Naohan pudo notar que algo extraño les estaba pasando, y Harper vio que la enorme botella de refresco que tenía Liften a su espalda empezaba a moverse.

—Este juego se ha terminado. —Harper volvió a la conversación. Quería finalizar antes de que algo peor sucediera—. Elige el camino fácil. Entrégate ya y...

—¿Qué? —Los ojos marrones de Liften se clavaron de nuevo en él. Fue cuando pudo ver que algo se movía en su interior—. ¿Qué harás, detectivucho defectuoso? —Dio un paso a un lado para encararle—. No eres nadie, no vales nada. ¿Qué pretendes conseguir con esto?

—Acabar con tu locura. —Afianzó sus dedos en el mango del revólver.

—Locura fue amar a un hombre. —Un paso al frente recortó la poca distancia que les separaba—. Esta sociedad odia lo diferente, y aplasta lo débil. Alguien como tú debería saberlo.

Un segundo, el tiempo de un parpadeo, fue suficiente para que el detective bajara la mirada hacia la manga vacía que debería ocupar su brazo. El dolor, tan agudo como siempre, parecía menguar ante Liften. Contenía el aliento, dejando que su cigarro se apagara.

—Yo podría devolvertelo. —Harper abrió los ojos sorprendido, y volvió a alzar la mirada. Con la frente apoyada en el cañón, Liften le desafiaba—. Todo esto lo he hecho por gente como tú y como yo. Personas diferentes que no tenían hueco en este mundo.

—¡¿Lavándoles el cerebro?! —gritó Kirsty desde abajo.

—¡HACIÉNDOLES COMPRENDER LO QUE SOMOS —El público rugió a la vez, sincronizados con las palabras Liften—. ¡SOLO ASÍ PODRÍAN ENTENDERLO!

—Controlas su voluntad —musitó Harper volviendo en sí, apartando la idea de venderle su mente por recuperar su brazo, su prestigio.

—¿Y qué si es así? —Liften soltó una risa sarcástica—. Ellos me la entregaron. Nunca les obligué a beber mi refresco.

—¿No? ¿Y la continúa publicidad con la que les bombardeabas?

—¿Qué? No he hecho nada diferente a Miligan. —Repasó con la lengua sus labios y sonrió—. Lo que pasó es que yo fui mejor.

—Eres un asesino —gruñó Kirsty, dispuesta a saltar al escenario.

—Entonces, adelante. —Liften, sin dejar de mirar hacia Naohan, levantó las manos para atrapar la pistola de Harper. Después, volvió su rostro hacia el detective. El marrón de sus ojos se había vuelto más espeso, y podía jurar que se movía—. Dispara, detective. Dispara, y acaba con el asesino. Sé el héroe.

—Esto no funciona así —dijo Harper apretando los dientes, dejando que el cigarrillo cayera de su boca.

Liften sonrió.

EL CUERVO NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora