~° Capitulo 20 °~ Segunda parte.

1 0 0
                                    

Capitulo Veinte, segunda parte.

Ahora sé lo difícil que es soltar el pasado e intentar vivir de nuevo, especialmente cuando hay alguien ahí fuera que hará cualquier cosa para arrastrarte de vuelta a la oscuridad.

Un niño llorando...

Un niño pequeño lloraba desconsoladamente en la oscuridad de su cuarto, mientras sostenía un pedazo de vidrio de una botella rota. Sus sollozos resonaban en el silencio, y las lágrimas caían sin cesar. ¿Por qué lloraba?

Ah, sí. Lloraba porque acababa de matar a alguien. Una persona que no era importante para él, sin embargo, le quitó la vida. Fue el culpable de que esa persona diera su último respiro. ¿O solo era un niño pequeño que todavía no entendía todo lo que estaba sintiendo y pasando en su vida?

Con el vidrio aún en la mano y sin apartar la mirada del cuerpo inerte frente a él, la sangre goteaba de sus manos, especialmente de donde sostenía el vidrio. Aunque la cortada provocada por este no le dolía, y no entendía por qué. Sabía que eso no era normal. ¿Cómo es que no podía sentir dolor? Toda la gente lo siente. La niñera que acababa de matar a sangre fría sintió dolor; lo comprobó por su rostro, las caras que hacía mientras él la apuñalaba sin parar, cómo pedía ayuda, cómo lloraba, y todo el sufrimiento reflejado en su expresión.

Dolor, sufrimiento, llanto.

Él no sentía nada de eso. No sentía ganas de llorar cuando veía algo triste. Cuando se caía, no sentía dolor ni lloraba. Como un niño pequeño, era normal que lloraran, algunos lloran exageradamente, otros lloran de vez en cuando. Pero ¿él? Él nunca lo hizo. No solo porque no sintiera tristeza o lástima; tampoco sentía dolor. Cuando lo lastimaban, no sufría ni lo sentía.

Siempre se preguntó por qué. ¿Por qué era diferente a los demás niños? Cuando un niño pequeño se caía, lloraba desconsoladamente y decía que le dolía. Pero él, que se había caído muchas veces, nunca lloró ni sintió dolor. Lo más impactante fue cuando se cayó de la bicicleta a los seis años, en el parque, cuando su padre decidió enseñarle a andar en bici. Mientras avanzaba a una velocidad normal y sentía que ya sabía, comenzó a aumentar la velocidad, pero no se percató de que un perro venía en su dirección. Sin saber cómo frenar y confundido por la manera en la que el perro se acercaba, intentó desacelerar y girar, pero el perro llegó primero, haciéndolo caer. No fue una caída normal. El pequeño niño salió volando, golpeando fuertemente su cabeza contra el suelo. Se levantó como si nada, algo confundido, ya que de un momento a otro se encontró en el suelo. Al levantarse, vio a su padre acercarse a toda velocidad, con el rostro lleno de miedo y pánico. No entendía por qué, pero al sentir algo líquido caer de su cabeza y ver gotas de algo en su pantalón que entonces no sabía qué era, se quedó aún más confundido.

Lentamente, comenzó a levantar la mano y tocó su cabeza. Como un niño pequeño, se confundió al sentir un agujero en ella. Sabía que su cabeza no tenía ningún agujero ni deformidad, pero ahora lo tenía. También sintió algo líquido y pegajoso. Movió la mano, todavía confundido, y al bajarla, vio que estaba manchada de sangre, y de ella goteaba más sangre.

Su padre se acercó rápidamente y comenzó a hacerle muchas preguntas. Pero él no respondió; seguía observando la sangre en su mano y cómo caían pequeñas gotas. Estaba fascinado por lo que veía. De alguna manera, eso le hizo sentir una especie de felicidad, una emoción que nunca antes había experimentado.

Su padre lo alzó en brazos y lo llevó al hospital. Estando allí, las enfermeras le hicieron muchas preguntas, pero él solo escuchaba sus voces como si estuvieran lejos. De un momento a otro, se encontró en una habitación blanca, con una luz cegadora encima de él y varias personas a su alrededor. Una de ellas le colocó una máscara de anestesia. El pequeño niño comenzó a cerrar los ojos lentamente hasta que se quedó completamente dormido.

Entre Mentiras y SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora