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Benjamín.

Se sobresaltó un poco al escuchar su nombre repentinamente. Había estado completamente absorto en su lectura, lo que hizo que no estuviera realmente pendiente de su entorno. Cuando alzó la mirada para ver quién lo había llamado, se encontró con una señorita de complexión mediana, cabello castaño y ondulado recogido en un moño bajo. Vestía un uniforme colorido, igual al de todas las cuidadoras de la guardería.

¿Puedo hablar contigo un momento? –Le preguntó la cuidadora, tratando de mantener una expresión serena en su rostro.

El niño, a pesar de su confusión por la extraña situación, asintió mientras bajaba lentamente su libro hasta apoyarlo en la mesa. La mujer juntó las manos y le mostró una sonrisa que intentaba ser animada.

Bien, te espero en frente de la escuela.

Sin darle tiempo a preguntar el motivo, la señorita se dio la vuelta y se fue, balanceando sus brazos de forma rítmica.

Ella es rara... –Comentó su amiga a un lado de él, quien había dejado de dibujar apenas la cuidadora dio a conocer su presencia. La niña empezó a acomodar los colores que había estado usando para su dibujo, viendo el gran desorden que había en la mesa que compartía con el chico– ¿Qué hiciste?

¿Yo? Nada. –Exclamó, levantándose de su asiento.

¿Entonces por qué te va a castigar? –Cuestionó la chica frunciendo el ceño mientras que apuntaba uno de sus lápices hacia él de forma acusadora.

Ella nunca dijo que me iba a castigar, no exageres. –Dijo mientras le lanzaba una mirada escéptica.

¿Entonces? –Se inclinó hacia él, apoyando sus brazos cruzados en la mesa con una ceja levantada.

No tengo idea, sé exactamente lo mismo que tú. –Respondió Benjamín encogiéndose de hombros.

La niña lo miró con los ojos entrecerrados, sospechando de su respuesta.

¿Seguro que no es porque no me tienes confianza para decirme lo que hiciste? –Preguntó, sin moverse de su lugar.

Lyra. –Suspiró, poniendo los ojos en blanco.

Ya, ya, solo me estoy asegurando. –Dijo ella, levantando las manos en un gesto de rendición– Somos amigos y los amigos se cuentan todo, solo te lo estoy recordando.

Sí, sí, como sea... ¿Me lo cuidas? –Le pidió a la vez que empujaba su libro más cerca de ella.

Dale. –Aceptó, tomando el libro entre sus manos y abriéndolo con una sonrisa traviesa– ¿Será que hay algún problema con que coloree las páginas?

No es un libro para colorear y si lo haces, vas a ser tú la que termine siendo castigada. –Respondió Benjamín con una expresión seria cruzándose de brazos.

Ay, aguafiestas. –Bufó Lyra, fingiendo molestia, para casi inmediatamente soltar una risita divertida.

Ahorita nos vemos. –Se despidió finalmente, comenzando a alejarse, bajando las escaleras con pesadez.

Buenu. –Respondió Lyra, acomodándose en su asiento– ¡Que te vaya bien en tu castigo!

Benjamín dio un largo suspiro derrotado al escuchar lo último que dijo su mejor amiga. Sabía que no iba a ser castigado; no había motivo para eso, por lo que solo podía suponer que lo pondrían a hacer algo, lo cual no le emocionaba en absoluto. Arrastrando los pies, se encaminó hacia la escuela, pasando junto a varios niños que jugaban con sus respectivos grupos de amigos, corriendo y riendo a carcajadas de forma despreocupada.

☽ Desconexión ☽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora