☽ Desconexión ☽

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Benjamín miró los estantes de la biblioteca con desgano, buscando algo, lo que sea, que captara mínimamente su atención. Necesitaba desesperadamente una distracción; su mente no estaba en el mejor lugar en esos momentos.

A su lado, Theodore también inspeccionaba los estantes a los que su pequeña estatura le permitía alcanzar. Observaba los libros con una mezcla de curiosidad y confusión, luchando por entender de qué trataban esos textos que parecían demasiado complejos para él.

Benjamín había decidido cancelar las horas de repaso que tenía programadas con Theodore. Le había sugerido al niño que se fuera a jugar, pero Theodore insistió en quedarse a su lado, a pesar de que Benjamín había dejado claro que prefería estar solo. Sin embargo, no insistió más; dejó que el niño se quedará, apreciando en silencio su compañía, ahora más que nunca.

Habían pasado solo unos días desde la última vez que vio a Lyra. Las cuidadoras habían organizado una gran despedida para ella, celebrando su adopción y su partida de la Guardería, que iba a ser al día siguiente. Todos los niños la felicitaron al unísono y hubo una gran variedad de bocadillos para festejar el evento.

Finalmente, después del festejo, Benjamín pudo acercarse a su amiga en su habitación. Las cuidadoras no le habían permitido hablar con ella en ningún momento durante la celebración. Antes de que pudiera reclamarle por no haberle mencionado nada, Lyra, aterrada, le confesó que nunca había sido llamada para reunirse primero con las personas que supuestamente la habían adoptado, un paso que los consejeros nunca omitían, ya que siempre tomaban en cuenta la opinión de los niños para concretar la adopción. Por lo que tal cosa era extraña.

Lyra también le contó que se había enterado de su supuesta adopción ese mismo día con la despedida. Lágrimas rodaban por sus mejillas mientras hablaba, consciente de que aquello solo podía significar algo muy malo. No era un secreto para los niños más grandes que cosas terribles ocurrían en la fábrica. Siendo que las mismas personas que prometieron cuidar de ellos desaparecían a algunos niños de vez en cuando, montando la farsa de la adopción para que nadie se enterara.

Esa noche, Benjamín se quedó con ella, tratando de calmarla. La sostuvo mientras lloraba, diciéndole palabras de consuelo, prometiendo que no la dejaría sola. Lyra finalmente se quedó dormida, sus sollozos disminuyendo poco a poco mientras Benjamín la abrazaba.

Al otro día, despertó sobresaltado al no comprender en qué momento se había quedado dormido. Extendió la mano para encontrar a su amiga, pero su mano solo encontró la fría superficie de la cama vacía. El pánico se apoderó de él de inmediato. Se levantó de un salto, buscándola.

Preguntó a cualquiera que pudiera asegurarle que Lyra estaba bien. Habló con las cuidadoras, los supervisores e incluso los consejeros, pero la única respuesta que obtuvo de ellos fue siempre la misma: "¿Acaso no te diste cuenta ayer? Lyra fue adoptada. Hoy se fue con su nueva familia. No tienes de qué preocuparte."

Con enojo, apretó el libro que finalmente había tomado de los estantes, recordando cómo todos habían actuado y fingido que aquello era cierto. La frustración y el resentimiento lo consumían. No había podido decirles nada, no había podido encararlos, no había podido hacer nada para evitarlo. Sabía que, si cuestionaba demasiado, solo iba a empeorar las cosas. Después de todo, siempre han tenido el control absoluto sobre ellos.

Estuvo a punto de alejarse para sentarse en una de las mesas de la biblioteca, pero por el rabillo del ojo vio otro libro que llamó su atención. Al mirarlo, notó que era el libro favorito de Lyra, uno sobre la historia del arte. Sintió un vacío en el estómago y, resignado, tomó ese libro también, pensando que inconscientemente había ido justamente a esa parte de la biblioteca por ella. Esto le hizo darse cuenta de cuánto le afectaba su ausencia, mucho más de lo que estaba dispuesto a reconocer.