Desaparición

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Ser Gawen estaba de guardia frente a los aposentos de la princesa Alyssane, como hacía cada noche. La luna brillaba en el cielo, proyectando sombras alargadas en los pasillos del castillo. De repente, un guardia se acercó apresuradamente, con el rostro lleno de preocupación.

—¡Ser Gawen! —exclamó el guardia—. Ha habido disturbios donde se encuentran las doncellas de servicio.

El primer pensamiento de Ser Gawen fue para Elinda. Sin perder tiempo, se giró hacia el guardia y asintió, confiando en que su presencia podría hacer una diferencia.

—Mantén la guardia aquí —ordenó a otro caballero cercano—. No tardaré.

Ser Gawen corrió hacia la sala de las doncellas de servicio. Al llegar, vio a Elinda, quien parecía confundida al verlo.

—¿Qué sucede, Ser Gawen? —preguntó Elinda, con una expresión de preocupación.

—Me informaron de disturbios aquí —respondió Ser Gawen, mirando a su alrededor.

Elinda negó con la cabeza. —No ha pasado nada. Todo está en calma.

Una sensación de pánico comenzó a invadir a Ser Gawen. —¡La princesa! —exclamó, dándose cuenta de que había sido engañado.

Ambos corrieron de regreso a los aposentos de Alyssane. Al llegar, encontraron la puerta entreabierta y el sonido de un bebé llorando llenando la habitación. Elinda corrió hacia Samwell, levantándolo en brazos y tratando de calmarlo.

—¿Dónde está la princesa? —preguntó Elinda con voz temblorosa, mirando a Ser Gawen.

Ser Gawen inspeccionó rápidamente la habitación. No había señales de lucha, pero era evidente que Alyssane no estaba allí.

—Debemos informar a Lord Benjic inmediatamente —dijo Ser Gawen con determinación.

Mientras tanto, en otro lugar del castillo, Alyssane luchaba contra su captor. Intentó resistirse, pero el guardia amenazó con dañar a su bebé. Con el corazón apesadumbrado, bajó la guardia y permitió que la llevaran. La condujeron a un carruaje oculto, y mientras la oscuridad de la noche cubría su escape, el carruaje se dirigió fuera del castillo, llevándose a Alyssane lejos de su hogar y su familia.

Benjic se encontraba en la sala de entrenamiento, su espada cortando el aire con precisión y fuerza. El sudor le caía por la frente mientras ejecutaba cada movimiento con una disciplina inquebrantable. Aunque disfrutaba del entrenamiento, su mente no podía evitar divagar hacia Alyssane y su hijo. Pensó que ya era hora de ir a descansar junto a ellos, cuando de repente, la puerta se abrió de golpe.

Sir Gawen y Elinda entraron apresuradamente, Elinda con el bebé Samwell en brazos. Benjic frunció el ceño al ver sus rostros preocupados.

—¿Qué sucede? —preguntó Benjic, deteniendo su entrenamiento y acercándose a ellos.

—Mi lord... —Sir Gawen empezó, con la respiración entrecortada—. La princesa... ha desaparecido.

El corazón de Benjic se detuvo por un segundo. Sintió una oleada de frío recorrer su cuerpo. Miró a Elinda, quien sostenía a Samwell con lágrimas en los ojos.

—¿Cómo que ha desaparecido? —Benjic demandó, su voz grave y llena de incredulidad.

—Uno de los guardias nos engañó —explicó Gawen, apretando los puños—. Me dijo que había disturbios en las habitaciones de las doncellas, pero era una distracción. Cuando regresamos, Alyssane ya no estaba. Solo encontramos al bebé llorando.

Benjic sintió que la furia empezaba a arder en su interior. Sus ojos se volvieron oscuros y peligrosos.

—¿Cómo pudieron dejar que esto sucediera? —rugió, su voz resonando en la sala de entrenamiento.

—Mi lord, debemos mantener la calma y pensar en los siguientes pasos —dijo Elinda, tratando de mantener la compostura a pesar de su propia angustia.

—¿Calma? —Benjic se giró hacia ella, su expresión feroz—. Mi esposa ha sido secuestrada. ¡Por los Bracken, seguramente!

Elinda sostuvo la mirada de Benjic con valentía, pero el miedo y la preocupación eran evidentes en sus ojos.

—Debemos actuar rápido —continuó Gawen—. No podemos dejar que se lleven más lejos a la princesa. Cada minuto cuenta.

Benjic asintió, recuperando algo de control sobre su furia.

—Reúnan a los hombres —ordenó—. Partimos de inmediato. Encontraremos a Alyssane y haremos que los Bracken paguen por esto.

Elinda abrazó a Samwell con fuerza, rezando en silencio por la seguridad de su amiga. Mientras tanto, Benjic se dirigió a sus aposentos para armarse y prepararse para la búsqueda. Su mente estaba enfocada en una sola cosa: rescatar a Alyssane, sin importar el costo.

Más tarde en el Consejo....

Benjic entró en la sala del consejo con pasos firmes, seguido de Sir Gawen y Elinda. Los señores y consejeros estaban reunidos, sus rostros reflejando preocupación y confusión. Benjic avanzó hacia el centro de la sala y se dirigió a los presentes con voz firme y decidida.

—Mi esposa, la princesa Alyssane, ha sido secuestrada —anunció, su tono resonando en la sala—. Creemos que los Bracken están involucrados. Tenemos que actuar rápidamente.

Hubo murmullos de consternación entre los presentes. Algunos asintieron con gravedad, mientras otros intercambiaban miradas preocupadas.

—Lord Benjic, ¿qué sugieres que hagamos? —preguntó uno de los consejeros más ancianos.

—Organicen a sus hombres y aseguren el castillo —respondió Benjic con autoridad—. Luego, envíen exploradores por todo el territorio. Quiero saber si han visto algo fuera de lo común. Los Bracken no pueden haber llegado muy lejos.

Los consejeros asintieron, comenzando a ponerse en acción conforme a las órdenes de Benjic. Mientras tanto, él se preparaba para liderar la búsqueda personalmente. La preocupación y la determinación se reflejaban en su rostro.

Benjic y sus hombres cabalgaron rápidamente por el castillo y sus alrededores. Preguntaron a cada persona que encontraron, inspeccionaron cada rincón del pueblo cercano, pero no encontraron rastro alguno de Alyssane. La noche avanzaba y la desesperación empezaba a asomarse en los ojos de Benjic.

Finalmente, al no obtener resultados inmediatos, Benjic decidió ampliar la búsqueda hacia los caminos que llevaban al territorio de los Bracken. Sabía que cada minuto perdido podía alejar más a Alyssane de él, pero se negaba a rendirse.

Cenizas del amor/ alyssane velaryon & benjic Blackwood Donde viven las historias. Descúbrelo ahora