Ava y Theo no tienen nada en común.
Son dos páginas con historias diferentes, dos notas totalmente opuestas y dos estrellas alejadas la una de la otra.
Pero se encontraron el uno al otro y se convirtieron en dos páginas de un mismo libro, en dos no...
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Ya se había instalado en Grimmauld Place. A pesar de tener su propia habitación, no se sentía como en casa.
Desde el piso inferior lograba escuchar a la familia Weasley, eran bastante ruidosos. No es que le molestara, pero hubiera preferido estar en su verdadera casa, en el lugar en el que creció junto a su madre.
Grimmauld Place le resultaba demasiado oscura y fría.
Cuando llegó intentó mostrarse lo más animada que pudo. El señor Weasley había sido atacado y era más seguro quedarse ahí que hacerlo viajar hasta su hogar. Sirius les había ofrecido pasar la navidad en Grimmauld Place, por lo que no solo se encontraba toda la familia Weasley, sino que Hermione y Harry también.
Harry era un tema en el que Avalyn no quería pensar. Desde el beso no se habían topado, cosa que ella agradecía, pero al llegar a Grimmauld Place fue una de las primeras personas en recibirla y si no fuera porque ella alcanzó a correr la cara, estaba segura de que habría vuelto a besarla.
¿Qué significaba eso? ¿Acaso Harry creía que estaban saliendo?
Por supuesto, se mostró lo más amable que pudo antes de retirarse a su habitación diciendo que el viaje había sido agotador y que necesitaba descansar. Lo cual era una total mentira. Su mente se encontraba totalmente despierta y se sentía más ansiosa de lo normal.
Pensó que sentarse a dibujar la tranquilizaría, pero en cuanto el lápiz tocaba el papel lo único que formaban los trazos era el rostro de Theo. Theodore, con sus penetrantes ojos azules. Theodore, con su media sonrisa intrigante. Theodore, que con solo mirarla la hacía todo un estallido de fuegos artificiales en su estómago.
Sentía que estaba metida en un problema y no tenía idea de cómo salir de él.
Recordó la vez en la que Theo le dijo que Harry gustaba de ella y todas las veces que Lisa lo repitió. Ella nunca lo creyó, pero al parecer estaba equivocada.
De repente, su puerta se abrió y ella cerró su libreta abruptamente antes de dejarla bajo la almohada. Si se trataba de su madre sabía que ella notaría que estaba ocultando algo, pero para su suerte, al levantar la mirada se encontró a Sirius.
―Hey.
―Hey ―respondió ella con el mismo tono incomodo.
Sirius cerró la puerta tras de sí y se acercó para sentarse a los pies de la cama. Por un momento se sumieron en un silencio realmente incomodo, en donde ninguno estaba seguro de que decir. Fue Sirius quien finalmente se animó a entablar una conversación.
