Ava y Theo no tienen nada en común.
Son dos páginas con historias diferentes, dos notas totalmente opuestas y dos estrellas alejadas la una de la otra.
Pero se encontraron el uno al otro y se convirtieron en dos páginas de un mismo libro, en dos no...
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Volver a Hogwarts no fue como esperaba.
El ambiente seguía tan lúgubre como antes de marcharse, en especial con Umbridge dando vueltas por ahí. Todo se sentía demasiado tenso.
Solo había pasado un día cuando se despertaron con una horrible noticia. Diez prisioneros de alta seguridad habían escapado de Azkaban, entre ellos Bellatrix Lestrange. Por supuesto, Sirius al ser un criminal buscado, había sido ligado con la fuga.
Tras eso, muchas más personas habían comenzado a creer en Harry, pero Ava no estaba segura de si eso realmente servía de mucho a estas alturas.
Aquella noche ella se encontró esperando a Theo en la Torre de Astronomía. No creía que fuera muy seguro verse, pero sentía la necesidad de hacerlo. La noche ya había caído y la hora de dormir había empezado. Solo pasaron un par de minutos cuando Theo apareció.
Inmediatamente ella corrió a abrazarlo, pero Theo soltó un fuerte quejido.
―¿Estás bien? ―preguntó Ava alejándose rápidamente, solo para ver a Theo sosteniéndose el torso.
―Non fa più così male (Ya no duele tanto) ―murmuró Theo levantando la mirada hacia ella. Ava ignoró el hecho de que no pudo entenderlo, porque se encontraba demasiado horrorizada al ver su rostro. Un enorme moretón se había formado alrededor de su ojo y tenía un corte en el labio.
―¡¿Quién te hizo esto?!
―Digamos que a mi padre no le agradó mucho que me negara a formar parte de su club de seguidores del mestizo con aires de sangre pura―dijo Theo con una media sonrisa, como si aquello fuera muy gracioso―. Aunque si te preguntan, me metí en una pelea. Tengo una reputación que mantener.
―Creí que te quedarías con Enzo durante las fiestas.
―No pude evitar al hombre por siempre.
Ava sintió su pecho doler. Odiaba ver a Theo en ese estado, saber que él sufría por culpa del hombre que se suponía debía protegerlo. A pesar de que Theodore lo mencionaba como si fuera algo de lo que no debía preocuparse o como si fuera una broma, Ava sabía que a él le dolía. Cualquier tipo de problema que ella pudiera tener se sintió insignificante a lado de lo que Theo estaba viviendo.
―¿Alguien te hizo un hechizo de curación? ―preguntó Ava ayudándolo a sentarse en el piso. Theo se limitó a negar con la cabeza mientras soltaba otro quejido.
Inmediatamente ella sacó su varita y comenzó a recitar un hechizo. A estas alturas, ya se lo sabía de memoria.
Theo sintió una fuerte punzada en la zona de las heridas en su estómago. Esta vez su padre no se había limitado a los golpes con el cinturón en la espalda, realmente se había superado a sí mismo.
