Ava y Theo no tienen nada en común.
Son dos páginas con historias diferentes, dos notas totalmente opuestas y dos estrellas alejadas la una de la otra.
Pero se encontraron el uno al otro y se convirtieron en dos páginas de un mismo libro, en dos no...
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Theodore Nott no era una persona de muchas palabras y a lo largo de sus años en Hogwarts se ganó cierta reputación.
Era uno de los estudiantes con más dinero en toda la escuela, un purista de sangre con aires de superioridad. Nadie estaba a su altura y muy pocos tenían el privilegio de realmente entablar una conversación con él.
De aspecto frío, elegante e indiferente, solo se codeaba con sus compañeros de casa y aun entre ellos, era más bien alguien solitario que prefería hacer las cosas por su cuenta antes que seguir a los demás. De los pocos Slytherin que no andaba tras las faldas de Draco Malfoy y que también tenía el respeto del rubio.
Durante cuarto año se corrió el rumor de que se había acostado con una Slytherin de último año, rumor que él no se molestó en desmentir.
Uno de los mejores jugadores de quidditch, aunque dejó el equipo porque descubrió que aquel deporte no era algo que realmente le apasionara. Buen estudiante, de los mejores en pociones. Y definitivamente, uno de los chicos más solicitados dentro del público femenino, a pesar de que él apenas y se girara a mirar a alguna chica que pase por su lado.
Theodore había creado a todo un personaje: el Slytherin misterioso y sangre pura que era demasiado bueno para los demás, alguien inalcanzable. De cierta forma le gustaba jugar ese papel, era un muro protector ante las miradas curiosas. Si las personas querían creer todas esas cosas de él, Theodore no tenía problema en que así fuera.
Podía contar con una mano las personas en las que realmente confiaba y aun así le sobrarían dedos. Solo había tres personas que conocían al verdadero Theodore Nott y una de ellas estaba muerta. Era algo que aún le afectaba, pero había aprendido a vivir con eso.
Aquel año el regreso a Hogwarts se sintió más liberador que los años anteriores.
Se había pasado casi todo el verano en Italia, en la vieja mansión que perteneció a su difunta madre. Fue algo solitario, pero lo prefería mil veces a pasarse las vacaciones encerrado bajo el mismo techo que su padre.
Desgraciadamente, no pudo evitarlo todo el tiempo y dos semanas antes de volver a Hogwarts, se encontraba de regreso en la mansión Nott.
Luego de los eventos del año anterior, el ambiente en aquel lugar se había vuelto más frío y tenebroso. Su padre salía prácticamente cada noche, supuestamente por negocios. Pero Theodore no era tonto y a pesar de que su padre era un excelente mentiroso, Theodore lo conocía lo suficiente para saber cuándo decía una mentira.
