Capítulo 7

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Rebecca se levantó temprano como siempre. Era domingo, así que trotaría los diez kilómetros que acostumbraba a recorrer después que había dejado de ir al gimnasio. Se puso una camiseta, un pantalón de chándal, sus zapatos Nike y un pulsómetro. Antes de salir de la habitación, echó un vistazo a Freen. Dormía plácidamente.

El frescor de la mañana la golpeó cuando salió erizándole la piel, pero siguió adelante. Apenas en el horizonte, tras las montañas lejanas, se asomaban los primeros rayos del sol. Siguió el sendero de las casas de la urbanización donde ahora vivía. Mientras avanzaba, vio a una pareja salir en su auto. Se preguntó a dónde se dirigirían tan temprano, pero luego sonrió al pensar que no era su problema.

Su corazón latía fuerte en su pecho y la respiración se le hacía más pesada a cada paso.

¡Mierda! Debo volver al gimnasio.

Dejó de ir porque el trabajo le quitaba mucho tiempo. Cuando salía a correr los domingos notaba que se agotaba más rápido de lo que solía hacerlo meses atrás. No podía perder su condición fisica. Cuando estaba en su apartamento, pensó en comprar una bicicleta estática o una caminadora, pero tenía poco espacio. Ahora que se había mudado, tal vez debía volver a considerarlo. Al menos para hacer quince minutos diarios para compensar.

Cuando recorrió la distancia que calculó eran cinco kilómetros, dio la vuelta. El sudor humedecía su camiseta en el pecho y también en la espalda. Ya el sol se dejaba ver entre las montañas y el frescor del amanecer había desaparecido. Rebecca contempló a su paso las cristalinas aguas de los lagos artificiales que bordeaban algunas casas. Era una vista increíble.

Mientras regresaba ya se podía detectar los movimientos de las personas en sus casas. También se encontró con algunos corredores en su camino; otros iban en bicicleta. Definitivamente hacer ejercicio era una actividad que nunca pasaba de moda.

Casi cincuenta minutos después de haber salido, Rebecca entró de nuevo a su casa. Aún estaba en penumbras, por lo que supuso que Freen seguía durmiendo. Y así era. Entró en la habitación en silencio, se quitó los zapatos y la ropa, luego fue al baño a ducharse.

Cuando salió envuelta en la toalla, Freen estaba sentada en la cama con cara aún de adormilada.

—Buenos días, dormilona.

Sólo escuchó un gruñido como respuesta, así que no pudo más que sonreír. Caminó hasta su closet y abrió una gaveta de donde extrajo una pantys; entonces puso la toalla a un lado mientras se la ponía.

Freen contemplaba toda la escena.

—En serio no tienes problemas con tu desnudez, ¿cierto? Rebecca soltó una carcajada.

—Sólo algunas veces —respondió.

Hasta ese momento se había mantenido de espaldas a Freen, pero finalmente se dio la vuelta. Entonces ésta pudo contemplar casi a plenitud su cuerpo. Sus ojos hicieron un rápido recorrido por su esbeltez, pero se quedaron clavados en sus senos. Pensó que eran perfectamente redondos. Estaban fruncidos y las rosadas areolas se veían pequeñas. En su interior los pezones eran totalmente erectos. Freen sintió el rubor recorrer todo su cuerpo.

Entregandome a tu amor (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora