Capítulo 12

1.3K 131 15
                                    

Kirk volvió a la carretera sintiendo que la pierna se le partía en dos a cada paso que daba. Se apresuró a quitarse el suéter que llevaba y luego la camiseta. La rasgó y la ató alrededor del muslo donde Rebecca lo había herido.

—Esa maldita —gruñó cuando hizo el nudo y lo apretó para contener la sangre.

Le quedaba poco tiempo, lo sabía. Echó un vistazo al camino que había hecho hasta allí. Esperaba no haber dejado ningún rastro de sangre. Para asegurarse volvió sobre sus pasos un par de metros, pero no vio nada. Conforme con eso, se encaminó hacia el auto.

A cada paso sentía que se le iba la conciencia. Hubiera reído por la ironía de que en ese momento realmente cojeaba, pero no estaba de humor para eso. Subió al auto y lo puso en marcha. Tenía que moverse rápido. Las sirenas se oían a los lejos. Condujo hasta un camino que quedada a medio kilómetro de donde chocó a Rebecca. Se adentró en el sendero hasta que halló el segundo auto que había alquilado para realizar su hazaña. Descendió del robado. Abrió el maletero y extrajo un bidón de gasolina con que lo roció por completo, incluso por dentro. Deshacerse de él incendiándolo era la mejor manera de hacer desaparecer sus huellas.

Conforme por el resultado se alejó y lanzó una cerilla. De inmediato, el fuego iluminó el sendero. Él subió al otro auto. Se vio la pierna, estaba sangrando mucho y el dolor era insoportable, pero tenía que acabar con las evidencias. Se puso en marcha.

Era el momento de desaparecer.

Freen se quedó dormida, no sabía cuándo, en el sofá. La despertó un insistente sonido que no identificó de inmediato. Cuando lo volvió a escuchar, ya despierta del todo, supo que era el timbre de la puerta de la casa. Miró su reloj.

10:23 pm.

De inmediato se preguntó quién podría ser a esa hora y por qué Rebecca no la había despertado.

¿No ha llegado? Se preguntó cuando caminaba hacia la sala.

Se detuvo en cuando vio unas luces azules y rojas reflejarse afuera, a través de la ventana. Su cuerpo se estremeció y la piel se le erizó.

¡Rebecca!

Volvieron a hacer sonar el timbre, lo cual la hizo regresar a la realidad. Tragó saliva porque la garganta se le secó. Un profundo miedo se le alojó en el corazón, acelerando sus latidos. Caminó con los puños apretados despacio hacia la puerta, pero antes de abrir, echó un vistazo por la mirilla. Vio a dos agentes policiales.

Se trataba de Rebecca, estaba segura. Con la respiración agitada respiró profundo y abrió la puerta. El corazón amenazaba con salírsele del pecho.

—Buenas noches —habló uno de los oficiales. En su mirada Freen detectó algo de compasión, lo que hizo acrecentar su temor.

—Buenas noches —contestó con un hilo de voz—. ¿Pasa algo?

El oficial que habló le dio una mirada a su compañero, pero este no hizo ningún gesto, sólo se movió cambiando su peso de una pierna a otra.

Entregandome a tu amor (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora