Capítulo Final

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Tres meses después...

Rebecca disfrutaba de la brisa marina que le acariciaba el rostro. En su mano tenía una enorme copa de piña colada. Jugueteó con la rodaja de piña que adornaba la copa mientras no apartaba los ojos de la mujer que caminaba por la orilla de playa. La vio sonreírle en la distancia y su corazón dio un vuelco. Ella correspondió a su sonrisa sin dudarlo al tiempo que le daba un sorbo a su bebida.

Se encontraba en una de las tantas paradisiacas playas de Miami en su luna de miel. Su cuerpo estaba bronceado y sólo podía pensar en que, en cuanto Freen llegara hasta ella, la metería al agua y le haría el amor.

Mientras la miraba avanzar, sus pensamientos se ensombrecieron cuando recordó aquél fatídico día. Vivió el más grande horror cuando comprendió que Kirk había sido quien le hizo daño a Freen años atrás y estaba con ella en su casa, a solas. Entonces corrió sin perder tiempo hacia el ascensor, y subió a lo más alto de su edificio. Sin hacer todos los preparativos de rigor, subió a su helicóptero y lo hizo elevarse, lo que le pareció, una eternidad después.

En una carrera contra el tiempo, aterrizó lo más cerca que pudo de su casa. Sin importarle los reclamos que recibió. Paró al primer auto que encontró a su paso, hizo que la mujer que lo conducía bajara de él y ella tomó el volante. En pocos minutos se detuvo frente a su casa. Aunque la pierna le dolía, corrió hacia la puerta. Después que la policía le informó que su accidente había sido otra cosa, llevaba el arma consigo. Llevó sus manos a la espalda y la sacó del pantalón. Abrió la puerta y entró a la casa. De inmediato escuchó un grito proveniente de la habitación. Corrió por el pasillo y no dudo. En cuanto vio a Kirk, disparó.

Lo había herido en el costado. Kirk estuvo en estado crítico durante tres días, pero luego se recuperó. Un mes antes, la familia fue informada que había sido asesinado en la cárcel por su compañero de celda que alegó defensa propia. Según declaró, Kirk intentó violarlo. Nadie lo dudó.

Para Rebecca fue un alivio y, aunque Freen no dijo nada, sabía muy bien que para ella también lo era. Él había sido condenado a treinta años de cárcel; con un buen comportamiento, podía salir mucho antes. El temor de que él pudiera volver siempre estaría presente.

Rebecca apartó sus pensamientos cuando las aguas frías de una ola alcanzaron sus pies. Para entonces Freen ya estaba bastante cerca.

—¿Te fuiste sin mí? —se quejó Rebecca, al tiempo que dejaba la copa sobre una mesa cercana a ella.

—Dormías como una piedra.

—Alguien me agota.

Freen rió cuando la rodeó por el cuello y se abrazó a ella.

—Excusas —murmuró en su oído y luego le mordió el lóbulo de la oreja. De inmediato la sintió estremecerse.

—¡¿Lo ves?! Freen volvió a reír.

—Me habría gustado que me acompañaras, el agua es más tibia de aquel lado —dijo señalando el lugar de donde venía.

—¿No será que los bikinis son más diminutos de aquel lado? —preguntó escudriñando el rostro de su esposa.

Freen frunció la boca.

—Eso también.

—¡¡Oye!!

Esta vez fue una carcajada la que escapó de Freen, pero luego se puso sería cuando vio la frente fruncida de Rebecca. Entonces la besó. Sus labios se unieron, explorándose, despertando sensaciones.

—No tengo ojos para nadie más —dijo separándose apenas unos centímetro de su esposa.

—¿Cómo sé que eso no se lo dices a cualquiera?

—Mis ojos son tuyos. Al igual que yo soy tuya porque te amo.

Rebecca sonrió. Sus ojos se llenaron de ternura y los iluminó el amor que le profesaba a su esposa.

—Yo también te amo. Por eso quiero vivir cada momento de mi vida junto a ti. No puedo imaginarlo de otra manera.

—Yo tampoco puedo imaginarlo —ella se acercó de nuevo y la besó—.

Gracias por aceptar casarte conmigo.

Rebecca sonrió.

—Gracias por pedírmelo. ¿Regresamos a la cabaña? —preguntó con tono sugerente.

—¿No íbamos a ver esos bikinis diminutos? —bromeó Freen, pero la respuesta no se hizo esperar.

—¡Oh, sí! Esa es una mejor idea —respondió Rebecca mientras se ponía en marcha hacia el lado sur de la playa.

—¡No te atrevas!

Rebecca vio a su esposa ir tras ella, entonces echó a correr. Se dejó seguir un poco, después corrió hacia la playa. Esperó a Freen y con ella entre sus brazos, se dejó caer en el agua. Una ola las envolvió de inmediato.

A los ojos de quien mirara la escena, no había forma de ocultar la felicidad que las envolvía y la promesa de amor eterno que cada beso sellaba.

Fin

Entregandome a tu amor (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora