~Capitulo 12~

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|CICATRICES|

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|CICATRICES|

Nuestras imperfecciones son perfecciones para otros, porque cada individuo tiene diferentes perspectivas y valores. Lo que consideramos como una imperfección en nosotros mismos puede ser exactamente lo que alguien más encuentra encantador y único.

—No. Estás demente, no puedo hacerlo.

Yo no me atrevería a desnudarme frente a él.

Nunca.

—Ya aceptaste, te jodiste.

—¡Creí que era con ropa!

—No esperaste a que terminara de hablar.

¡Y se hace el indignado! Indignada debería de estar yo.

—Lo hiciste a propósito.

—¿No aceptará que te dibuje? Solo será un dibujito, dramática.

—No, jamás. Nunca.

Soy débil, ¿vale?

El condenado tiene esa capacidad de hacer que uno acepte. Creo que me lanzó una brujería para que lo hiciera.

La próxima vez tendría que pensar dos veces para aceptar. El estudio de dibujos de Azrael está más organizado que la última ocasión cuando entré para curiosear, me daba la sensación que esto lo había planeado desde hace tiempo. Tiene muchos cuadros que están incompletos y otros acabados, y arrinconados en la esquina de la habitación. Como si le diera vergüenza que alguien viera su talento.

Tomé uno y pasé mis dedos por su textura rugosa. Él de inmediato me lo arrebató de las manos.

Arrugué la nariz, podría ser un poco más caballeroso. Él se situó detrás del caballete con el lienzo en blanco, mi corazón dio un vuelco. ¿De verdad iba hacer esto? ¿Iba a desnudarme frente a él? Acomoda algunas pinturas y pinceles para que con su cabeza haga una seña hacia el sillón que hay al frente. Voy hasta allá con mis piernas temblando y mi frente sudorosa.

Me ha dado una bata de seda para que sea más fácil a la hora de desvestirme. Mis manos se aferran a sus bordes sin llegar a colocarmela mientras que el pelinegros mantiene su sonrisa maliciosa.

—Necesito que te acuestes en el sillón —ordena directamente, viéndome a los ojos. Trago saliva y una punzada me llega en el vientre bajo—. Ahora.

—¡Dame tiempo!

Tengo que procesar que un pervertido me verá como diosito me trajo al mundo.

Ay, fuerzas para mí.

¿Por qué no me negué?

—Tiempo es el que nos sobra para hacer otras cositas —bromea. Sabemos que es más una insinuación que cualquier otra cosa—. Claro, si quieres —añade—. Solo haremos lo que tú quieras.

Sonrisa rota de cristal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora