~Capitulo 14~

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|NADIE TOCA LO MÍO|

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|NADIE TOCA LO MÍO|

Duele perder a un ser querido. La sensación de vacío que deja su partida es abrumadora, y el dolor se instala en lo más profundo de nuestro ser. Cada recuerdo, cada momento compartido se convierte en un recordatorio de su ausencia. La tristeza se vuelve compañera fiel, y el corazón se llena de nostalgia y melancolía.

Nací dentro de una familia que se amaba y era unida, mis padres solían ser de esos que te hacen creer en el amor a tan corta edad. Todo bonito hasta que empezaron sus discusiones por las cuales prefería encerrarme a mi habitación a dibujar y colocar música para no escuchar los gritos histéricos de mi madre. Supe que algo andaba mal. Lo deduje cuando esa mujer entró a trabajar como secretaria para mi padre. Nunca me cayó bien, sabía que detrás de esa amabilidad se escondía algo más.

No me equivoqué.

Efectivamente, ella fue la causa del divorcio de mis padres.

Era su amante, Verónica.

Eso fue lo que mi madre me dijo.

—¡Eres un infiel, Aurelio! ¡Te odio tanto! ¡Te odio, te odio! —Esa mañana, acababa de regresar del colegio cuando mi madre golpeaba a mi padre con sus puños por el pecho, él al verme llegar la tomó de ambas muñecas para inmovilizarla—. ¡Suéltame, no me toques con tus asquerosas manos! ¡Me das asco!

—¿Puedes calmarte? —Le pidió él—, Azrael nos está observando.

Ella trató de tranquilizarse, aunque era obvio todo el rencor que le tenía.

Subí las escaleras sin mirar atrás. No quería quedarme a ver cómo mi familia se desmoronaba.

A los pocos días, mamá recogió sus cosas dentro de una maleta para irse. Fue un cambio brusco, ¿qué pasó? ¿para donde se va? Se puso de cuclillas y tocó mi hombro.

—Cielo, tú decides con quién de los dos quieres quedarte.

Papá se encontraba en el marcos de la puerta de brazos cruzados.

—Por favor, Patrizia, esta casa es tuya y de nuestro hijo.

—No, Aurelio. Ya te enteraste de todo, lo único mío es Azrael, porque ni siquiera es tuyo.

No le entendí al principio, a los años todo cobró sentido.

Aurelio no dijo nada, solo se limitó a irse cabreado.

Así solucionaba, molestándose. Como odiaba que no era capaz de enfrentar sus problemas de frente, simplemente le daba la espalda a esperar a que estos se solucionen por si solos. Cómo si eso fuera posible. Tomaba la misma actitud que Jaelyn, comparten eso en común.

Sonrisa rota de cristal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora