~Capitulo 07~

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|TIC, TAC, EL RELOJ CORRE|

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Sé feliz, vive la vida. Eres muy joven para preocuparte por cosas vanas.

Quisiera decir que esa mañana desperté entre mis sábanas de algodón, abrazada a algunos de mis peluches, (si, duermo abrazada con un peluche de unicornio color rosa pálido). No es como si no fuera normal para una chica de dieciocho años.

¿O sí? Ah, creo que todavía soy una infantil.

Al abrir mis ojos tardo medio segundo en darme cuenta que no estoy en mi habitación, no es mi cama y... no es mi ropa. Me incorporo y froto mi ojo izquierdo todavía adormilada. ¿Donde estoy? ¿Qué horas serán? ¿Qué demonio me trajo hasta aquí? Llevo puesta solo una camisa que me traga mi cuerpo entero. Y si, es una camisa de un chico.

Mis pies tocan la madera y mi cuerpo se estremece ante el frío de ésta. Es una mañana fresca y el aire se cuela por la ventana abierta, acariciando mi piel desnuda. Me levanto, sintiendo un ligero mareo por la resaca. Observo la habitación a mi alrededor y todo parece ser desconocido. Las paredes azules, la decoración minimalista y el aroma a perfume masculino me hacen pensar que estoy en la habitación de alguien más.

En su habitación.

Azrael.

Esto tiene que ser una broma.

Está acurrucado en el sofá cubierto con una cobija de tela delgada que no logra protegerlo del frío, gran parte de sus piernas sobresalen del sillón. Su cabello oscuro cae desordenado sobre su frente mientras duerme, y tengo una visión de su rostro tan sereno y apacible, no puedo evitar sentir una extraña calidez en mi interior. Con sigilo, tratando de no hacer ruido, lo cubro con la cobija para que no sienta el frío. Tiene sus labios entreabiertos y sus mejillas sonrojadas.

¿Quien lo diría? Se preguntaría la Jae de ocho años.

Es una ternurita demoníaca.

Tan lindo y tan cruel.

Tenía que llevar el nombre del arcángel de la muerte.

¿Quien en su sano juicio le pone ese nombre a su hijo? Solo la mamá de Azrael, claro.

Es como si yo le ponga a un hijo mío Azazel, es nombre de un ángel caído. Un demonio. O simplemente, Azael. Ni loca.

Son nombres casi parecidos a la de señor ego.

Dejando ese tema de lado, supongo que el alcohol se aprovechó de mi sistema anoche en la fiesta y él me trajo hasta aquí.

Lo que no comprendo es el motivo de cambiarme de ropa. ¡Espera! ¿Él me cambió...? De solo pensarlo que él pudo haber puesto un dedo encima me entran unas ganas de ahorcarlo y morderlo.

Ese insecto apestoso.

Su celular suena y Azrael se sobresalta, abriendo sus ojos y fijándolos en mí.

Sonrisa rota de cristal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora