Capítulo Ocho

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El grupo llegó finalmente a la casa de Shinobu después de un arduo viaje

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El grupo llegó finalmente a la casa de Shinobu después de un arduo viaje. La esperanza de escapar de la ciudad se renovó al ver el auto en el garaje. Sin embargo, su optimismo se desvaneció rápidamente cuando descubrieron que el auto no arrancaba.

─¿Qué pasa? ─preguntó Mitsuri, preocupada.

Iguro se agachó para revisar el motor. ─Parece que alguien lo saboteó. Tranquilos, Masachika y yo podemos arreglarlo, pero tomará un tiempo.

─Háganlo lo más rápido posible ─dijo Sanemi, vigilando el perímetro por si acaso.

Mientras Iguro y Masachika trabajaban en el auto, Shinobu decidió aprovechar el tiempo para usar el baño. Al abrir el armario de medicamentos, encontró una prueba de embarazo que siempre había tenido por si acaso. Con el reciente aumento de su malestar y las sospechas de Sanemi, decidió hacerse la prueba.

Después de tres minutos de espera ansiosa, Shinobu miró el resultado: positivo. Su corazón se aceleró y las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos. En ese momento, Sanemi la encontró en el baño.

─Shinobu, ¿estás bien? ─preguntó, notando su expresión.

Ella le mostró la prueba, sin decir una palabra. Sanemi la miró, sorprendido y emocionado a la vez.

─Vamos a tener un bebé..─dijo Sanemi, abrazándola con fuerza.

─Sí, Sanemi...─respondió Shinobu, con una mezcla de lágrimas de felicidad y preocupación.

Sanemi la besó suavemente, sintiendo una renovada esperanza en medio del caos que los rodeaba. Decidieron celebrar este momento íntimo. Sanemi la llevó a su habitación, donde ambos encontraron consuelo en la cercanía del otro. La intimidad entre ellos fue más que un acto físico; fue un recordatorio de la vida que estaban creando juntos, una nueva esperanza en medio de la desesperación.

Con el auto reparado y listos para partir en cualquier momento, el grupo se preparaba para el próximo tramo de su viaje. Sin embargo, Mitsuri, Iguro y Masachika notaron que Sanemi dejaba de comer parte de su ración para dársela a Shinobu.

─Sanemi, ¿por qué no estás comiendo? ─preguntó Iguro, frunciendo el ceño─. Necesitas mantener tus fuerzas.

─Sí, ¿por qué le das tu comida a Shinobu? ─añadió Masachika, sospechando algo.

Sanemi suspiró, dándose cuenta de que no podía seguir ocultándolo. ─Está bien, hay algo que deben saber ─dijo, mirando a Shinobu.

Shinobu asintió, y Sanemi continuó. ─Shinobu está embarazada. Por eso he estado cuidando de que coma bien.

Los ojos de Mitsuri se agrandaron y una sonrisa radiante se extendió por su rostro. ─¡Eso es maravilloso! ¡Felicitaciones, Shinobu!

Iguro también sonrió, aunque preocupado por los desafíos adicionales que esto traería. ─Eso cambia las cosas. Debemos ser aún más cuidadosos.

Masachika se acercó a Sanemi y le dio una palmada en el hombro. ─Bueno, amigo, parece que tu vida acaba de volverse mucho más interesante.

Shinobu sonrió, agradecida por el apoyo de sus amigos. ─Gracias a todos. Sé que esto complica las cosas, pero juntos podremos hacerlo.

El grupo se unió aún más, decidido a proteger a Shinobu y al bebé a toda costa. Con la esperanza renovada y un nuevo propósito, se prepararon para enfrentarse a cualquier desafío que se interpusiera en su camino.

En la tranquilidad de la noche, Shinobu se despertó de repente por un dolor agudo en el vientre. Se movió con cuidado para no despertar a Sanemi, pero su incomodidad la llevó a salir de la habitación y dirigirse a la cocina en busca de algo que pudiera aliviar el malestar.

Sanemi, que tenía el sueño ligero desde que comenzaron a huir, notó la ausencia de Shinobu y se levantó inmediatamente. La encontró en la cocina, doblada sobre el fregadero, tratando de controlar el dolor.

─Shinobu, ¿qué pasa? ─preguntó con evidente preocupación, acercándose rápidamente a ella.

Shinobu respiró hondo, tratando de calmarse. ─Es mi vientre... tengo mucho dolor...

Sanemi la ayudó a sentarse en una silla, sus pensamientos corriendo a mil por hora. Sabía que la comida que habían conseguido no era de la mejor calidad y que, en su estado, Shinobu necesitaba más cuidado que nunca.

─Tenemos que ser más cuidadosos con lo que comes ─dijo Sanemi, buscando algo en los estantes que pudiera ayudarla─. No hay médicos ni hospitales, y aunque ayudé a mi madre con mis hermanos, esta situación es mucho más complicada.

Shinobu asintió, sus ojos llenos de dolor y preocupación. ─Lo sé, Sanemi. Pero no podemos hacer mucho con lo que tenemos.

Sanemi encontró una botella de agua y la acercó a Shinobu. ─Bebe un poco y trata de relajarte. Voy a ver si hay algo más que pueda ayudarte.

Mientras Shinobu bebía el agua, Sanemi revisaba frenéticamente la despensa, buscando cualquier cosa que pudiera aliviar el dolor de Shinobu. Encontró unas pocas hierbas que podrían tener propiedades calmantes, recordando vagamente algunos remedios caseros que su madre solía usar.

Preparó una infusión rápida y se la dio a Shinobu. ─Toma esto. Podría ayudarte a calmar el dolor.

Shinobu bebió la infusión lentamente, sintiendo un leve alivio. ─Gracias, Sanemi. Esto ayuda un poco.

Sanemi se arrodilló a su lado, tomando sus manos. ─Prometo que haré todo lo posible para que estés bien. No dejaré que te pase nada malo a ti ni al bebé.

Shinobu sonrió débilmente, tocada por la determinación y el cuidado de Sanemi. ─Sé que lo harás, Sanemi. Estoy agradecida por tenerte a mi lado.

Pasaron el resto de la noche en la cocina, Sanemi vigilando atentamente a Shinobu, asegurándose de que su dolor no empeorara. Sabían que el camino por delante sería difícil, pero estaban decididos a enfrentarlo juntos, protegiendo la nueva vida que estaban creando en medio del caos.

 Sabían que el camino por delante sería difícil, pero estaban decididos a enfrentarlo juntos, protegiendo la nueva vida que estaban creando en medio del caos

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𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐄𝐧 𝐄𝐥 𝐀𝐩𝐨𝐜𝐚𝐥𝐢𝐩𝐬𝐢𝐬 || ˢʰᶤᶰᵒᵇᵘ ˣ ˢᵃᶰᵉᵐᶤ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora