Capítulo Doce

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El auto avanzaba lentamente por las desoladas calles, con Iguro al volante, Mitsuri y Kanao en el asiento trasero, y Sanemi y Shinobu en el maletero

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El auto avanzaba lentamente por las desoladas calles, con Iguro al volante, Mitsuri y Kanao en el asiento trasero, y Sanemi y Shinobu en el maletero. La pérdida de Masachika pesaba sobre todos, pero especialmente sobre Sanemi, quien no podía sacarse de la cabeza el sacrificio de su amigo.

Shinobu, sentada junto a Sanemi, sentía su dolor y trataba de ofrecerle consuelo. Se inclinó hacia él, rodeándolo con sus brazos y apoyando su cabeza en su hombro.

─Lo siento mucho, Sanemi ─susurró, su voz suave y llena de compasión─. Masachika era un gran amigo y su sacrificio no será en vano.

Sanemi cerró los ojos, tratando de controlar las lágrimas que amenazaban con salir. Sentía el calor y la ternura de Shinobu, y eso le daba la fuerza para seguir adelante.

─Lo sé ─respondió en voz baja, su voz temblorosa─. Lo prometí, Shinobu. Te protegeré a ti y al bebé. No dejaré que su sacrificio sea en vano.

Shinobu acarició suavemente su mejilla, reconociendo la profundidad de su dolor y su determinación. ─Estamos juntos en esto. No estás solo.

Sanemi asintió, sintiendo un poco de alivio en sus palabras. A pesar de todo el dolor y la pérdida, encontrar consuelo en los brazos de Shinobu le daba la esperanza y la fuerza que necesitaba para seguir adelante.

Después de lo que parecieron días interminables de viaje, el grupo finalmente logró salir de la ciudad. Sin embargo, al llegar a su destino, se encontraron con una escena desoladora. La ciudad estaba completamente abandonada, sus calles vacías y silenciosas, como un reflejo del apocalipsis que habían dejado atrás.

Iguro detuvo el auto y todos salieron lentamente, observando el panorama. La ausencia de vida era palpable, y el silencio era ensordecedor.

─No hay nadie aquí ─dijo Mitsuri, su voz apenas un susurro.

─Parece que esta ciudad también fue evacuada o... peor ─comentó Kanao, su rostro serio y preocupado.

Sanemi miró a su alrededor, su expresión endureciéndose. Habían esperado encontrar algún refugio o al menos señales de vida, pero la realidad era mucho más sombría. Shinobu se acercó a él, tomando su mano y apretándola suavemente.

─No podemos rendirnos ahora ─dijo Shinobu, su voz firme a pesar del miedo y la incertidumbre─. Seguiremos buscando. Debe haber un lugar seguro en algún lado.

Iguro asintió, cerrando los ojos brevemente como si buscara fuerzas en su interior. ─Shinobu tiene razón. Debemos seguir adelante. No tenemos otra opción.

El grupo volvió al auto, renovando su determinación. Aunque la ciudad estaba vacía y el futuro incierto, no podían permitir que el sacrificio de Masachika fuera en vano. Tenían que encontrar un lugar seguro donde pudieran empezar de nuevo y proteger la nueva vida que Shinobu llevaba dentro de ella.

Con el motor en marcha nuevamente, siguieron adelante, sabiendo que cada kilómetro recorrido los acercaba más a la esperanza y a la posibilidad de un nuevo comienzo.

El auto avanzaba por carreteras desiertas y paisajes desolados, con Iguro al volante y el resto del grupo en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Sanemi, sentado en el maletero junto a Shinobu, no podía dejar de mirar su vientre, que empezaba a mostrar un ligero bulto.

La noche había caído y la luz de la luna entraba por las ventanas del auto, dándole un brillo suave al vientre de Shinobu. Sanemi, conmovido por la vista, no pudo evitar inclinarse hacia adelante y acariciar suavemente su redondez.

─¿Te molesta si...? ─preguntó, su voz baja y llena de ternura.

Shinobu sonrió, tomando su mano y guiándola a su vientre. ─No, para nada. Me gusta cuando lo haces.

Sanemi se inclinó más cerca, besando suavemente su vientre. Sentía una mezcla de asombro y amor, consciente de la vida que crecía dentro de ella. Era un recordatorio constante de por qué seguían adelante, de por qué luchaban.

─Hola, pequeño ─susurró contra su piel─. Soy tu papá. No puedo esperar a conocerte.

Shinobu cerró los ojos, disfrutando de las caricias y besos de Sanemi. A pesar del peligro y la incertidumbre, estos momentos de intimidad y esperanza le daban la fuerza para seguir adelante.

─Sanemi... ─murmuró ella, colocando una mano sobre la suya─. Gracias por estar aquí conmigo. No sé cómo lo haría sin ti.

Sanemi levantó la vista y la miró a los ojos, su expresión suave y llena de amor. ─Siempre estaré aquí, Shinobu. Te lo prometí a ti y al bebé. Los protegeré a ambos, pase lo que pase.

Con una última caricia y beso en su vientre, Sanemi se recostó junto a Shinobu, abrazándola suavemente. A pesar de los desafíos que enfrentaban, sabían que mientras estuvieran juntos, podrían superar cualquier cosa.

El auto siguió su viaje en la oscuridad, pero dentro, el grupo encontraba pequeños momentos de paz y consuelo, recordando que el amor y la esperanza eran sus mejores armas contra el caos del mundo exterior.

El auto siguió su viaje en la oscuridad, pero dentro, el grupo encontraba pequeños momentos de paz y consuelo, recordando que el amor y la esperanza eran sus mejores armas contra el caos del mundo exterior

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𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐄𝐧 𝐄𝐥 𝐀𝐩𝐨𝐜𝐚𝐥𝐢𝐩𝐬𝐢𝐬 || ˢʰᶤᶰᵒᵇᵘ ˣ ˢᵃᶰᵉᵐᶤ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora