𝐂𝐎𝐅𝐅𝐄𝐄 𝐃𝐀𝐓𝐄

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Las vacaciones habían empezado después de la carrera del Gran Premio de Austria. Max y Sergio habían regresado a sus hogares. Esa noche habían salido a cenar, compensando la mala cita que tuvieron el otro día en el restaurante cuando se encontraron a Carlos y Charles.

Se la pasaron muy bien, tomaron un poco más de lo que tenían pensado y terminaron enredados en la cama del neerlandés.

—Definitivamente tenemos que dejar de tomar. —Sergio se quejaba de su dolor de cabeza y en su espalda baja.

Había despertado de mal humor, porque sentía mucho calor y era debido a que Max lo tenía abrazado contra su cuerpo desnudo. Habían olvidado cerrar las cortinas y los rayos solares entraban con fuerza golpeándole en el rostro. Max aún se encontraba dormido, su brazo y pierna estaban encima de su cuerpo evitando que se moviera. Al parecer estaba acostumbrado al sol entrando por la ventana porque no le molestaba que le estuviera dando directamente.

En otra ocasión le habría parecido adorable el ver la mitad del rostro del rubio siendo aplastado por la almohada, haciendo que sus labios formaran un lindo puchero. La luz solar creaba un efecto más claro del cabello de Max y las sombras de sus pestañas se reflejaban en sus mejillas.

—¡Quítate que tengo calor! —Empujó con fuerza a su novio, dejándolo finalmente libre. Se puso de pie y tomó la camiseta que encontró tirada a un lado de la cama, la cual le quedaba grande por lo que era más que obvio que era de la persona que seguía durmiendo como si nada.

Se dirigió al baño y tomó una ducha con agua fría. En verdad la necesitaba. Cuando se estaba lavando los dientes se dio cuenta de las nuevas marcas que tenía, pero esta vez estaban esparcidas en todo su abdomen. Se vio fijamente en el espejo, examinando el estado de su cuerpo y vio que hasta sus pezones estaban rojos e hinchados, los tocó y siseó cuando los sintió sensibles.

—Eres una bestia, Max Verstappen. —Escupió la pasta con enojo fingido, se enjuagó y salió.

Max seguía durmiendo y se acercó para asegurarse que fuera eso y no que se había reunido con San Pedro. Sonrió con tranquilidad cuando vio que el pecho desnudo de Max subía y bajaba lentamente, señal que estaba en un sueño profundo a pesar del calor.

Encendió el aire acondicionado porque las gotas de sudor estaban esparcidas en la frente del rubio y dejaría que su novio descansara un poco más.

Sacó la ropa que tenía guardada en el armario ajeno, se vistió y antes de ir a preparar el desayuno, le fue a dejar un pequeño beso en los labios del ojiazul con cuidado de no despertarlo.

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Escuchó los pasos de Max bajando las escaleras, miró sobre su hombro por un par de segundos cuando escuchó que la puerta de la cocina había sido empujada. Se puso nervioso porque el rubio había llegado vistiendo solo unos pantalones cortos, su cabello aún estaba despeinado y se notaba que acababa de despertar.

Por estar distraído viendo el cuerpo de Max, por poco se le queman las tostadas.

—Buenos días, precioso. —Saludó abrazándolo por detrás y dejándole un corto beso en la mejilla. —Debiste de despertarme para ayudarte a preparar el desayuno.

—Cariño, literalmente te tiré por allá y ni siquiera abriste tus ojos para ver qué estaba sucediendo.

—Lo siento, debí de haber estado más cansado de lo que pensé.

—No te preocupes, ¿ya te lavaste los dientes?

—Sí, me veré recién levantado pero alcancé a asearme un poco antes de bajar, ya entendí que no me das mi beso de buenos días si no nos hemos lavado los dientes.

𝐒𝐎𝐌𝐄𝐓𝐇𝐈𝐍𝐆 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora