I: Dekiru

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Odiaba la lluvia.

Ese viejo metiche lo tenía harto. Lo peor no era que lo mandara a patrullar a zonas que estaban bien controladas, no, lo peor era que lo mandara a patrullar bajo la lluvia, y tenía muy en claro el porqué: Su casta.

En la academia recibió entrenamiento especial precisamente para que esas notables diferencias no tuvieran que afectarlo en su carrera, sin embargo y a pesar de haberse graduado siendo el mejor promedio, esas situaciones que tanto le molestaban seguían acosándolo hasta la fecha.

Había aceptado su género hace ya mucho tiempo, a final de cuentas, ya había sido marcado de por vida por la sociedad que lo catalogaba como inútil debido a su casta, y no podía hacer nada más que demostrar su valía en aquél mundo liderado por estúpidos alfas prepotentes.

Aún así, le cabreaba de sobremanera la forma en la que no llegaba a recibir el mismo trato que sus compañeros alfas que —¡oh, sorpresa!— son igual de mediocres que sus jefes.

Deja de refunfuñar —pidió su compañero a través del intercomunicador.

—Deja de ser tan metido —Le respondió en seco sin dejar de caminar—. Odio la lluvia.

Cierto, deberías agradecer encontrarte en una zona segura. No hallarás a ningún villano por ahí.

Si bien sabía que se refería a la cierta dificultad que generaba la lluvia para con sus explosiones y que era imposible que algún comentario viniendo del blando que tenía como compañero no podría tener una pizca de malicia, se molestó.

—Maldito —gruñó en desaprobación—, sólo cállate.

Y es que no pensaba deprimirse por algo como eso. Después de entrenar en simulaciones en donde era bañado con gasolina, unas cuantas gotas de agua le eran pan comido.

¿Ahora qué dije?

Katsuki decidió ignorar a su compañero tras escuchar un par de voces a lo lejos. Se acercó cauteloso, esperanzado en que algo de acción lo sacara de aquél rutinario y perfecto patrullaje.

Pudo distinguir a cuatro siluetas a través de la densidad que la caída del agua creaba. El uniforme negro de aquellos cuerpos en leve movimiento lo hicieron matar cualquier esperanza de diversión, pues se dio cuenta que sólo se trataba de simples niños.

¿No era la persona más afortunada del mundo?

Chasqueó la lengua con desánimo, dando media vuelta dispuesto a regresar a la zona que debía cubrir.

O al menos, fueron esas sus intenciones antes de escuchar algo que se robó toda su atención.

—Qué, ¿vas a llorar?

—Quítamelo si puedes, Deku.

Definitivamente, observar una riña adolescente era mucho más entretenido que dar vueltas como lelo a todo el manzano.

Cuán bajo ha caído.

—La niñita no sabe defenderse.

—¿El bebé quiere llorar?

—Oye, le preguntes así porque llorará de verdad.

¿Qué clase de mediocre riña adolescente implicaba tales estrafalarios sobrenombres? La respuesta la tenía frente a sus narices: ni siquiera era una, pues sólo se trataba de mocosos haciendo el ridículo.

—Devuélveme eso... —dijo una suave y apagada voz, incitando al cenizo a curiosear de más— Es mía...

Katsuki observaba atentamente desde su algo lejana posición, pasando así desapercibido por el zagal grupo.

¡Espérame, Kacchan! [DekuBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora